El clima en el avión de Iberia era el propio de un club destrozado
Luis Martín y Ramón Besa, periodistas de El País, radiografían el estado actual del Barcelona desde las páginas de deportes del diario de Prisa tras la debacle del Calderón. El primero relata en su texto cómo fue el vuelo de vuelta a la Ciudad Condal–40 minutos para desaparecer del mundo–:
Muchos jugadores ni probaron la cena en el autobús y en el vuelo, que apenas duró 40 minutos, todo un alivio para los jugadores, que solo tenían «ganas de desaparecer de la tierra» -según relato del vestuario-, nadie se levantó de su asiento porque ni ganas de hablar tenían. No podían dejar de darle vueltas a los cambios del Tata, a la sensación de que ya no les alcanza con tener el balón y con su talento porque han perdido demasiadas cosas, aquellas que les hacía reconocibles como equipo en el campo, entre otras a Messi.
¿Qué le pasa al argentino? Si es que le pasa algo claro. Pero, a tenor del dato que fue Pinto el único que corrió menos que Messi, todo apunta a que sí:
Todos se preguntan qué pasa con Leo, cada vez más a lo suyo, más distante. Se sienten solos, aguantando al club en deconstrucción y entre excusa y excusa, cosa tradicional en los vestuarios, los jugadores no encuentran en el club referentes que les marquen el camino.
Y describe como era el ambiente en el avión de Iberia que les trajo de vuelta a casa:
El clima en el avión de Iberia era el propio de un club destrozado, en el que la directiva heredera del mejor Barça de la historia pedía «sangre» a un Zubizarreta apuñalado por el presidente. Preocupados los directivos por el campo nuevo, con un incendio en la Audiencia Nacional y otro en la FIFA, la espantada de Rosell les ha dado vuelo y presencia a los que eran meros acompañantes y ya se atreven a cuestionar temas técnicos y tácticos y miran a Zubizarreta y al Tata con desconfianza
Por su parte, Besa apunta directamente al Tata Martino–El Barça se engaña a sí mismo–:
Mala fue la actuación del entrenador, irónico en la sala de prensa, previsible en el banquillo, incapaz de aplicar recursos propios del equipo en situaciones de emergencia como el 3-4-3. No ha entendido aún la cultura futbolística del Barça y si tiene una alternativa no la ha mostrado sino que ha confundido al propio plantel. Admirar al Barcelona desde Argentina y Paraguay no significa saber hacerlo jugar. Martino no tiene un plan ni ha trabajado al grupo tácticamente sino que ha politiqueado con las alineaciones desde que dio con la fórmula de los cuatro medios, repetidamente estéril ante el Atlético.
También se centra en el estado de Messi, anulado en todos los duelos que ha tenido que jugar esta temporada ante el Atlético de Simeone:
La perseverancia del brasileño [Neymar], especialmente activo en el caos colectivo que fue el Barça, contrastó con el desinterés de la figura: Messi apenas ha dejado rastro en los duelos con el Atlético. No ha funcionado por dentro ni por fuera, como falso 9 ni en su regreso a la banda derecha, igual que en los tiempos de Rijkaard. No se sabe qué le pasa, ni si está enfadado o preocupado, igual de ausente en la cancha como el año pasado contra el Bayern. También se desconoce qué le conviene porque ha variado el discurso del técnico: Guardiola decía que había que hacerle feliz y Martino aseguró el miércoles: «No interesaba que Leo participara». Como si no supiera leer el juego ni el partido. Nadie expresa mejor el desconcierto azulgrana que Messi.