Qué defensa, qué intensidad, qué barbaridad, qué forma de secar al, probablemente, mejor ataque del mundo
La Selección española conquista su segundo Mundial tras una fantástica exhibición frente a Dinamarca.
La defensa fue clave en el triunfo y Viran Morros y Guardiola remataron una faena de puerta grande. Sterbik hizo 14 paradas y Cañellas marcó siete goles.
Una magnífica defensa de los de Valero Rivera sacó del partido al equipo danés, que fue incapaz de frenar el rodillo español (18-10 al descanso).
Increíble, apoteósico, brutal, espectacular, maravilloso… Llámenlo como quieran, como más le guste, pero recuerden siempre que este es el mejor momento de la historia del balonmano española.
Ni siquiera en la final ante Croacia en el pasado Mundial de Túnez, a pesar del 40-34 de la final, España jugó de la forma en que lo ha hecho en esta hora de partido.
Qué defensa, qué intensidad, qué barbaridad.
UN GESTA MEMORABLE
Como escribe Iván Castelló en Yahoo Sports, España no es país para un trabajo estable, pero sí lo sigue siendo para el deporte de élite. Y el balonmano se suma a la fiesta que en realidad abrió él mismo con su oro en Túnez 2005.
Aquella alegría la continuó España de baloncesto en el Mundial 2006 de Japón con el oro y la siguió la España de fútbol que todo lo gana desde la Eurocopa de 2008.
Es el particular ‘hat-trick’ patrio, por no hablar de otros éxitos deportivos, de un país al sur de Europa que está hundido en lo económico pero que triunfa en las arenas deportivas con la contundencia del mejor de los gladiadores.
Es nuestra contradicción, nuestra seña de identidad más remarcable en estos tiempos. Porque hay un nuevo tópico que añadir a la santísima trinidad de los toros y el flamenco: el deporte.
La final fue poca final. Es cierto. España aplastó a los daneses con un 3-0 de arranque, en un partido donde la clave estuvo en la voluntad, en la ambición, en el estado de ánimo.
España jugó con una marcha más, convencida de que ya en el último partido no merecía la pena achantarse. Y se comió a los ‘vikingos’ con un balonmano moderno, de rápidas transiciones, sin darse un respiro y sin dárselo al oponente.
Por eso marcó pronto una ventaja irrecuperable para el fino balonmano de la Dinamarca del implacable Eggert, de la estrella Hansen, del atlético Markussen o del azulgrana Noddesbo. Vieron pasar a un rival enchufado, implacable, seguro de ganar.
Valero Rivero, marca registrada
La España de un hombre del balonmano 100% como es Valero Rivera (tanto que su hijo es una máquina del juego) no dejó pasar ni el factor campo ni el factor arbitral (que en este deporte puede ser determinante en mayor grado aún que en otros, que es muy opinable, muy subjetivo) ni el factor psicológico.
Todo perfectamente unido para una exhibición inolvidable, con fenómenos en pista tipo Cañellas, Rivera, Maqueda, Aguinagalde, Guardiola, Entrerríos, García…
A Croacia, en la final de Túnez 2005, España ya la apalizaba al descanso, con aquél inmortal parcial de 21-13. Lo mismo que a Dinamarca en el entre tiempo: 18-10.
Para satisfacción de un graderío entregado a la causa, por mucho que se jugara en el Palau Sant Jordi de Barcelona. Fue como aquella final olímpica del Camp Nou en Barcelona 92.
Y ni hizo falta otro milagro Sterkib. A los 38 minutos ya doblaba España a Dinamarca (24-11) y la paliza parecía que podía crecer.
Sólo faltaba ‘El imperio contraataca’ de Los Nikis cuando el 30-15 a los 49 minutos. Entre olés en Barcelona, que todo tiene su aquél, que el deporte también construye alianzas entre los pueblos, España certificó la locura por los ‘Hispanos’ hacia el oro final.
Los daneses repiten subcampeonato mundial, aunque si en 2011 le forzaron una prórroga a Francia en esta oportunidad deben sentirse sólo afortunados de haber visto pasar un ciclón por delante sobre la misma pista y sin pagar la entrada: un tornado llamado España.