Sexo en Nueva York 2, la película, es mala. No hay argumento, todo huele a antiguo y da la sensación de que las protagonistas crujen al andar. Cierto, pero de ahí a responsabilizar a estas cuatro pijas de próximos ataques terroristas hay un camino largo y absurdo.
La trama de la segunda parte del salto al cine de la mítica serie de la HBO se encuadra en los Emiratos Árabes Unidos, concretamente en Abu Dhabi. Allí, Sarah Jessica Parker y compañía tienen sexo, lucen extravagantes modelos y se enfrentan a las leyes musulmanas.
Ante este cambio de ciudad, numerosos críticos estadounidenses han acusado al producto de «mostrar el capitalismo en su versión más egocéntrica». El experto en promoción de películas, Adam Hanft, por ejemplo, ha dicho que Sexo en Nueva York 2 » va a crear un montón de terroristas que usarán las imágenes del filme como pretexto para poner bombas».
Vamos a ver, hace gracia que alguien pueda pensar que esos salvajes necesiten el poco pecho de Sarah Jessica para matar gente. Pero ¿y si eso fuese a sí? Si Al Qaeda usase secuencias del filme en sus vídeos y matase a 3000 ciudadanos, ¿de quién sería la culpa?
Los medios de izquierdas se han encargado de promover estas críticas contra la película. Parece ser que, de esta manera, se condena el capitalismo. Puede gustar más o menos el sistema en el que vivimos pero sobra decir que atacarlo y mostrarse paladín de una sociedad que impone el machismo o la homofóbia, es absurdo.
La serie original, Sexo en Nueva York, fue un producto puntero, amable, que hablaba de las relaciones de pareja enmarcándolas en un lujo extremo y aspiracional. ¿Cómo es posible que una periodista se compre unos zapatos de Manolo Blahnik cada semana? No es posible. Es ficción.
Dejemos de criticar lo que hacen o dejan de hacer unos personajes imaginarios, sean de la ideología que sean, y juzguemos, si acaso, el valor artístico de un producto. Si no te gusta no lo veas pero no hagas campaña con ello.