En el capítulo 11 de la primera temporada de ‘Pesadilla en la cocina’ ( y segundo de la tanda especial que laSexta ha encargado a la productora), Alberto Chicote se enfrentó a la peor clase de jefe: el déspota. Entre gritos, insultos y soberbia, el Chef de laSexta perdió los nervios.
Un jefe tirano, por norma general, es aquella persona mediocre en su trabajo que ante el temor de perder su puesto amedrenta a sus subordinados mientras que se acobarda ante sus superiores. Es aquel que prefiere el temor al respeto. Tapa su inseguridad con gritos e insultos. Jamás reconoce ni la culpa ni la falta de profesionalidad. Los tiranos suelen ser obsesos del control. En vez de trabajar, viven angustiados por el cómo, el cuándo y el porqué de todo lo que ocurre a su alrededor. Se pasan las horas muertas enfrascados en su paranoia, escrutando formas nuevas de humillar, torturar y evitar que alguien le robe su ‘corona’. Todas estas características se acrecientan si, de pronto, las cámaras de un programa de televisión aparecen en el negocio. Y si, encima, el tirano sabe que si exagera y se vuelve peor aún de lo que es, puede sacar beneficio, el resultado es brutal. Este es, prácticamente, el resumen de lo que pudimos ver en ‘Pesadilla de la Cocina’ el 20 de enero de 2013.
Este fue el segundo capítulo ‘extra’ de la primera temporada. Tras él éxito de los primeros 9 episodios, laSexta encargó a la productora ‘Cuatro Cabezas’ dos entregas más para cubrir el hueco del prime-time dominical hasta que llegue ‘Salvados’. El problema de esta estrategia, es lo que, seguramente, veremos en la segunda temporada: la falta de frescura.
Estos dos capítulos se grabaron después de que todo el mundo supiera lo que hay que hacer para ‘dar juego’ en el programa y eso se nota. Los dueños de los restaurantes que piden ayuda a Chicote, ya se saben la lección. La sensación de teatrito, de falsedad, pues, se hace más patente.
Ente capítulo, Alberto Chicote se acercó a ‘El Bodegón’, un enorme restaurante con aire taurino de Guadalajara, que más bien era el reino de terror de Abraham, copropietario del local junto a su mujer Ana. Los trabajadores , en su totalidad, son hermanos o cuñados de la pareja y todos viven con el miedo a que Abraham les grite, les insulte o les humille. El programa nos pintó a un señor, desmayado pagado de sí mismo, obsesionado con el poder y con las apariencias ( tenía, por ejemplo, un mural cuajado de fotografías suyas con personajes famosos. Una, incluso, era un foto-montaje junto a Bruce Willis).
Al entrar, Chicote no entendía porqué el restaurante iba mal con lo grande y ‘bonito’ que era (típico mesón de carretera con ínfulas de elegancia). Pronto obtuvo la respuesta. Lo primero que le dijo el tal Abraham al Chef de la Sexta fue:
Yo aquí soy el puto amo.
Efectivamente, el espectador se tiró más de medio programa pensando que este señor era un cocinero experto pero no. ¡No sabía cocinar! ¡No sabía hacer nada! Sólo mandar.
Tras probar una comida mediocre, Chicote se acercó a la cocina y se dio cuenta de los malos modales del copropietario. Le llamó «monstruo», le abroncó por tener comida en mal estado en la nevera y mientras, Abraham echaba balones fuera y hacía responsables a sus trabajadores.
Llegó la primera comanda y, sorprendentemente, el local estaba lleno. Daba igual, Abraham insultaba, chillaba y maldecía.
Estoy hasta los cojones de tí. Si estoy aquí no es por la simpatía que te tengo porque una cosa es ser jefe y otra un dictador. Piensa en eso.
Como Chicote no entendía cómo el restaurante podía ir tan mal llenándose a diario, se reunió con los dueños para hacer números. Hay descubrió que hay una desorganización absoluta del presupuesto, que la comida no se administra adecuadamente. Chicote le comentó a Abraham, delante de todos, que o cambiaba el menú o tenía que echar a alguien, al empresario se le hizo la boca agua. Eso es lo peor que se le puede decir a un tirano,así se le da mayor poder del que se cree que tiene.
Luego, Alberto Chicote les propuso una nueva modalidad de rabo de toro y aunque el plato triunfó el servicio de cenas fue otro caos. Desde el salón sólo se oían los gritos del jefe chillando a su señora esposa
¿Así tratas tú a tu mujer?
Le espetó el cocinero de laSexta.
Chicote volvió a reunir a todo el equipo y cuando pidió que los demás opinaran y aportaran su granito de arna, los empleados se negaron: Le tenían miedo a Abraham (su hermano incluso se fue de la cocina llorando antes de abrir la boca).
Finalmente el coach culinario se impuso, y le dijo al jefe:
Tus empleados te ven como un payaso. Te ven como un tirano porque eso es lo que eres.
Como es habitual en el programa, llegó el momento de la expiación. Esta vez, Chicote se llevó a Abraham a su pueblo natal y allí, el empresario habló de sus orígenes, reconoció que se pasa el día ‘amargado’ y así, en tres minutos, prometió cambiar.
Mientras, el equipo del programa montó una carpa muy bonita (pero inútil en pleno invierno) a las puertas de ‘El Bodegón’ y se cambió el menú completo.
El clímax final, o lo que viene siendo la última cena, sufrió altibajos. Abraham prometió no meterse en la cocina y dejarle toda la responsabilidad a su mujer. La cosa no iba mal e incluso por allí apareció el torero Miguel Ángel Abellán con un amigo para degustar, por primera vez en su vida, el rabo de toro. La escena se torció cuando Ana perdió el control y su marido regresó a las andadas dando voces como un energúmeno. A los 30 segundos s ele pasó y todos terminaron felices.
Una vez más, no nos lo creemos. ¿Este tipo va a dejar de ser un tirano de la noche a la mañana? ¿Por qué Chicote grita más que él?