El 28 de septiembre de 2015, un 10.6% de la audiencia (1.801.000 espectadores) vio el estreno de ‘Rabia’, la serie con la que Cuatro quiere quitarse el lastre de ‘Dreamland’. Esta nueva ficción producida por Isla Audiovisual destaca por sus agallas, su reparto, su maquillaje y su idea original pero pincha por una narración absurda, una puesta en escena y unos diálogos que ponen los pelos de punta, pero no por miedo precisamente.
Siempre defenderemos, aplaudiremos y apoyaremos cualquier intentona por hacer algo ‘distinto’ en la televisión española, lo que aquí significa alejarnos de nuestros referentes y copiar lo que se hace en el extranjero. No pasa nada, para eso estamos, para avanzar aunque sea a rebufo de otros. El problemas llega cuando la ambición se nos escapa de las manos y queremos abordar más de lo que podemos.
Isla Audiovisual es un ejemplo de empresa que ha querido renovar la ficción española con propuestas de bajo presupuesto pero de ideas inspiradoras y refrescantes (‘La pecera de eva’, ‘Frágiles’, ‘Impares’…). El éxito de público siempre se le ha resistido pero merecen un reconocimiento por su tenacidad y por los riesgos que corren. Eso sí, repetimos, con ‘Rabia’ han pinchado hueso. Hueso muerto.
Si antes de su lanzamiento, a un producto se le llama ‘El ‘The walking Dead’ español’ mal empezamos. Son indiscutibles las referencias a la ficción de AMC pero claro, cualquier cosa que hagamos aquí va a salir perdiendo con la comparación. ‘Rabia’ parte de la premisa de un virus (el que da nombre a la serie) que se hace pandemia y que convierte a sus portadores en parias sociales. Así pues, un grupo de ‘rabiosos’ se esconden en una cabaña de la montaña mientras que, por un lado, escapan de las autoridades y, por otro, se enfrentan a su propia enfermedad.
La idea original, además de ser más o menos novedosa en nuestro país, se ha adaptado a las exigencias de nuestro presupuesto. Es decir, que para abaratar costes, en vez de hacer una road movie como en The Walking Dead, por ejemplo, se ha utilizado la excusa del refugio montañés para aglomerar las localizaciones y crear un decorado al uso (de gusto dudoso, por cierto).
El caso es que el piloto de Rabia funciona en intenciones y destaca por un casting de campanillas- Carles Francino, Patricia Vico, Malena Alterio, Adriana Ozores o Paco Tous entre otros- y un maquillaje que se vende como el punto fuerte de la serie-y lo es pero tampoco es para tanto-.
Los problemas de ‘Rabia’ son varios. Comencemos por una realización y un montaje que se desquician sobre todo en las secuencias de acción (el prólogo en el cine coquetea con el bochorno y la vergüenza ajena). Cada vez que hay un momento de tensión, éste termina por desinflarse hasta caer en la desidia. Esa manía por ralentizar la imagen y el abuso de planos sangrientos son todo lo contrario a efectivos.
‘Rabia’ padece los virus que han asolado todas nuestras series en los últimos veinte años: esa sumisión o necesidad irrisoria de contentar a todo el mundo y esos 70 minutos de duración por capítulo que matan cualquier ritmo narrativo.
El guión sufre una alarmante invasión de clichés. Ese grupo de ‘prófugos’ es como una versión post apocalíptica de ‘Médico de familia’. Ahí tenemos de todo: desde la prota-enfermera y heroína- al chungo, pasando por el cobarde, la madre afligida, la poli fría, el poli buenorro, el anciano y el niño. Sí, señores, sí. Hasta en un mundo violento y lleno de ‘zombis’ hay espacio para ‘Chechu’ y su abuelito. Así es España. Esta es nuestra ‘enfermedad’.
No quiero despedir esta crítica sin repetir la necesidad del público televisivo español por unas series distintas a lo que ya hemos visto. ‘Rabia’ es un intento de esos que quejan mejor en el papel que en la pantalla. Bravo por su valentía y tirón de orejas por no llevar la propuesta hasta el final.
