Estamos acostumbrados a que nos haga reír cada día en ‘Zapeando’ (laSexta) pero este 4 de octubre de 2015, Quique Peinado nos sorprendió, y mucho, escribiendo una columna en la que no sólo describía la trágica relación de su familia con el cáncer, sino que defendía, de manera muy valiente, a todos lo que deciden no luchar, los que tiran la toalla para evitar el martirio de la enfermedad.
Mi padre murió de cáncer. Mi madre pasó dos y le extirparon la matriz y los ovarios en previsión de otro. Una prima mía cayó sin llegar a ser señora y actualmente dos tíos y una prima están tratando de superarlo, en diferentes fases. Somos los Kennedy del cáncer.
Así arranca Quique Peinado su columna dominical publicada en ‘Papel’, la nueva revista de El Mundo, bajo título: ‘Héroes que no se rindan’
Y tras el ‘chiste’ inicial en el que compara a su familia con los Kennedy, Peinado tiene la suficiente coherencia como para aclarar que:
Digo esto porque estamos en España, el país en el que solo tienes derecho a ironizar sobre algo si lo sufres, y no siempre.
El humorista continúa describiendo como es la relación de su familia con la enfermedad:
Todos mis familiares fueron muy valientes al afrontar la enfermedad. Lo dieron y lo dan todo para soportar el tratamiento, lo llevan con alegría y logran avances sorprendentes a pesar de vivir con un hacha rozándoles el cuello. Son mis héroes, sin ninguna duda.
Pero la verdadera razón de ser de la columna llega cuando Peinado describe la historia de un conocido suyo:
Un amigo mío (un conocido, más bien) murió de un cáncer de colon tras mucho tiempo de pelea. Vivió meses con una bolsa que le desalojaba el contenido de sus intestinos pegada a la piel. Ni eso podía hacer solo. Tras aguantar mucho, y aunque los médicos le dijeron que aparentemente no había solución pero que la vida siempre se puede alargar un poco más, decidió que ya era suficiente, escribió un mail a sus amigos despidiéndose y diciendo que no quería luchar más y esperó la muerte.
Los medios de comunicación sólo mostrarían a los enfermos de mi familia. Me jode que sea así. Los alabamos, los admiramos, hacemos de ellos un ejemplo. Sin embargo, de mi amigo/conocido nadie hablaría. Parece que no luchar condena a la invisibilidad, que decidir que ya basta de dolor y pena con entereza no cuenta. Y, de paso, le mostramos al que decide que no quiere vivir más así que los héroes son los otros, sólo los otros. No sé si incluso les hacemos sentirse culpables. Como si encima lo estuvieran haciendo mal. Como si no estuvieran respondiendo a nuestras expectativas, las de esta sociedad mediática que sólo mata o engrandece. Como si no fuera increíblemente admirable decirle a la muerte que venga, que te espero, que me has ganado.
«Murió tras años de luchar valientemente contra la enfermedad», dicen las noticias. Nunca «murió a los tres meses de detectársele el cáncer porque renunció a vivir, porque no le merecía la pena el martirio». Creo que hasta los médicos lo fomentan: «Dicen los doctores que nunca habían visto a alguien llevar el tratamiento con tanto ánimo. Están sorprendidos». Seguro que lo habrán oído.
Quiero leer las historias de los que dicen basta en los medios. Quiero leer las de los que ni siquiera luchan y se dejan llevar. Los admiro y los comprendo. Y no quiero que, por engrandecer a los otros, a los que son como mi familia, les hagamos sentir culpables por hacer lo que muchos haríamos.
Y para terminar, Peinado finaliza con una irónica postdata:
Alguien decidió encargarme una columna de humor para esta revista. Desde aquí oigo sus gritos.