‘Buscando el norte’ se estrenó el 10 de febrero de 2015, alcanzando, sorprendentemente, un 19,1% de cuota de pantalla en Antena3 (3,4 millones de espectadores) doblegando así al todopoderoso Bertín Osborne que esa noche invitaba, nada más y nada menos que al mismísimo Mario Casas en La1 de TVE. Pero la pregunta es: ¿seguirá al alza la nueva serie de Antena3 o simplemente ha sido la suerte del principiante?
Que quede claro que hacer comedia televisiva en España es casi como redactar una carta de suicidio. Inventarse chistes durante los 70 minutos que duran los capítulos en este país es agotador, tanto para quien los crea como para quien los escucha. Por ello, hace años, Globomedia se hizo paladín del término ‘dramedia’: bodevil de tintes realistas y tono indefinido, plagado de personajes, tramas, gritos y puntillas románticas. La otra opción son las sitcom tipo Aída o ‘La que se avecina’, en las que casi no hay continuidad y un sinfín de personajes chillones recitan bromas de corte grueso.
Hace años que Antena3 intenta crear un modelo de comedia más pegado a la realidad con mayor o menor acierto. Utilizando la crisis como excusa (‘Con el culo al aire’) o las diferencias geo-culturales (‘Allí abajo’), las últimas comedias se han querido reír de lo que nos nos afecta, de lo que creemos que es más reconocible. Ahora le ha tocado el turno a la inmigración.
‘Buscando el norte’, adaptación televisiva de la exitosa película de Nacho G. Velilla, ‘Perdiendo el norte’, se nos antoja como una especie de revisión juvenil (o ‘tronista’) del ya clásico español ‘Vente a Alemania Pepe’. Un acercamiento fácil (en el buen y el mal sentido del término) de lo que significa buscarse la vida en otro país.
El piloto de ‘Buscando al norte’ es descafeinado. No es que sea malo pero le falta un buen trecho para ser un gran capítulo. Me alegro de que haya funcionado porque eso significa que se ha superado la primera y más aburrida prueba: la presentación de personajes. Normalmente, a partir del segundo episodio, la trama toma forma y se asegura la fidelidad del espectador.
El mayor atractivo de ‘Buscando el norte’ es Berlín. El hecho de rodar en la capital alemana (con esas calles gigantes y desconocidas y esa profundidad de campo), impregna al producto de una imagen lujosa, de que estamos ante algo nuevo.
Pero todo lo que se suma en la parte técnica, se contrarresta con un guion sumergido en el lugar común y con un casting mejorable. La inmensa mayoría de los giros argumentales del primer capítulo no sólo son previsibles sino liosos y gratuitos. En ocasiones da la sensación de estar viendo una película de Kusturica (salvando las distancias) en las que todos corren, brincan, gritan, se quejan y aparecen y desaparecen personajes sin ton ni son.
El reparto es mediocre. No lo voy a negar. La única que se salva de la quema que una Belén Cuesta que, si bien no está pletórica, al menos es creíble. Tirón de orejas (doloroso) se merece Antonio Velázquez. El que fuera protagonista de ‘Hermanos’ o ‘Tierra de Lobos’ (T5) se cree que está en una Slapstick (o comedia visual), lo que se traduce en que se pasa todo el tiempo haciendo muecas y gesticulando en plan película muda.
Aún con todo (y sin olvidar que es un primer capítulo), lo mejor que puedo decir de ‘Buscando al norte’ es que es agradable de ver. Mucho. No molesta. Es más, yo era el primero que tenía prejuicios con esta serie y me ha sorprendido. De hecho, y siendo muy osado, puedo decir que casi ni se notan los 70 minutos. Le metería una buena dosis de incorrección política pero todo llegará. Espero.