La historia, los secretos, los vicios y las virtudes de los corresponsales

REPORTERO DE GUERRA: Los gritos del silencio (LXXIII)

Son los fotógrafos, casi siempre, los que caen perforados por las balas o la metralla

REPORTERO DE GUERRA: Los gritos del silencio (LXXIII)
El general de Vietnam del Sur Nguyen Ngoc Loan ejecutando a un soldado del Viet Cong. Eddie Adam

Los fotógrafos son una casta singular dentro de la «tribu».

Sea cual sea su nacionalidad o su edad, todos los que se juegan la vida de conflicto en conflicto, visten de forma similar, usan bolsas parecidas y actúan de modo semejante.

Como el protagonista de ‘DelCorso’s Gallery’, la novela de Philip Caputo sobre los corresponsales de guerra, hasta comparten cierta fijación con el escalofriante dramatismo que el pintor Francisco de Goya fue capaz de plasmar en su obra ‘Los desastres de la guerra’.

A primera hora, con la luz del amanecer filtrándose por la ventana del hotel, realizan el ritual de prepararse a sí mismos y a su equipo para el crítico instante en que deberán enfrentarse al peligro con la única ayuda de las cámaras.

Antes, cuando no se había inventado la fotografía digital y todo se hacía a pedales, comenzaban rompiendo la envoltura de cartón de los paquetes de película y distribuyendo los rollos por el chaleco: el Tri-X en los bolsillos de arriba para las fotos en blanco y negro, el Ektacrome 64 en los de abajo…. una Nikon o una Canon con un objetivo de 24 milímetros, otra con un 105, otra… y la Leica, silenciosa y exquisita, colgando del cuello, muy corto, justo a la altura del final del esternón.

Era un ejercicio que yo observaba con fascinación, porque me recordaba al del soldado, que practica con su arma, la desmonta, la engrasa y la mima, con la mente fija en la batalla.

Fotógrafos de guerra en Vietnam.

El mítico Horst Faas, editor en jefe de fotografía en la oficina de AP en Saigón durante los momentos más álgidos de la guerra, explicó así su trabajo, al término del conflicto:

«Intenté estar en la prensa todos los días, para ganarle a la competencia con mejores fotos. No intenté hacer nada grandioso. Las fotos se usaban y se publicaban y se demandaban, porque Vietnam seguía en portada año tras año».

Se dice que la cámara no miente, aunque algunos fotógrafos lo hagan en ocasiones. Unos en el terreno, provocando la acción. Otros en el laboratorio, ennegreciendo zonas de la imagen, recortando, puliendo o editando el material hasta sacarlo de contexto.

Combate en Vietnam.

Eso cuando todo era manual y no había Photoshop y esos inventos, que han permitido hacer trampas antológicas.

En cualquier caso, en Vietnam, como en todas las guerras, afloró también lo mejor del ser humano y los periodistas, casi sin excepciones, derrocharon amistad y compañerismo.

Se ve en esta foto de los reporteros Denby Fawcett y Martin Stuart-Fox con el fotógrafo Tim Page en medio de un combate en Vietnam. Van los tres de uniforme y con casco, como era casi preceptivo, porque compartían el peligro hasta lo inaudito.

Marines descansando entre combate y combate.

Lo único que no se puede lograr con la cámara de fotos es capturar el sonido. Con el talento y los filtros adecuados se puede expresar frio, calor e incluso olor.

Lo de la tele es todavía más amplio. En el ruido y la utilización hollywoodiense del retumbar ensordecedor de los cañones o del tableteo de las ametralladoras como telón de fondo de una entradilla hay verdaderos maestros en ciertos equipos de televisión.

Afortunadamente, el número de los no escrupulosos es muy reducido.

Phan Thị Kim Phúc es una activista vietnamita-canadiense conocida mundialmente por ser la niña del napalm que aparece en una famosa fotografía de la guerra de Vietnam. La fotografía tomada por Nick Ut le dio la vuelta al mundo y fue galardonada con el premio Pulitzer.

En favor de los medios de comunicación estadounidenses durante la Guerra de Vietnam hay que recalcar que en un entuerto como la masacre de My Lai fueron capaces de ir hasta el fondo, aunque lo hicieran con más de un año de retraso.

Tras la cobertura de un sinnúmero de cataclismos después de haber estado treinta años dando tumbos de un desastre a otro del planeta, uno llega a la conclusión de que My Lai no fue una atrocidad extraordinaria sino un hecho típico, inherente a la guerra.

En Vietnam hubo acontecimientos igualmente horribles antes y desatinos todavía peores después, cuando evacuaron Saigón a toda prisa los norteamericanos y comenzaron su letal labor de ‘limpieza‘ los fanáticos comunistas.

Los últimos americanos salen del tejado de la embajada de EEUU en Saigón.

Eso ocurre en todos los conflictos, aunque en el caso del sudeste asiático las aberraciones se vieron estimuladas por la «filosofía» subyacente.

Es algo muy parecido a lo ocurrido en la antigua Yugoslavia. Sin restricciones morales a la hora de «desechar» vietnamitas -como les pasó a los milicianos serbios con los musulmanes bosnios, a estos con los serbios, a los croatas con todos y a los albanokosovares con los serbios- y con el comprensible deseo, por encima de todo, que todo soldado tiene de permanecer vivo, los «GIs» estadounidenses terminaron cometiendo barbaridades que sus compatriotas consideraban imposibles.

Marines en combate en Vietnam.

En ese aspecto los norteamericanos no son moralmente distintos de los rusos, los serbios, los musulmanes bosnios, los albanokosovares, los peruanos de Sendero Luminoso o los militantes de los Escuadrones de la Muerte guatemaltecos.

Peter Arnett, el corresponsal de la CNN que triunfó en la Guerra del Golfo y con quien tuve un sideral enfrentamiento a propósito de su teléfono por satélite, se hizo notar como periodista de raza en Vietnam, donde arribó como enviado de la Associated Press.

Peter Arnett, el corresponsal de la CNN en Vietnam.

 

Allí, cuando todavía tenía todo pelo y cara de chavalín, explicó más de una vez que nunca describió un crimen de guerra en esos términos porque hacerlo hubiera sido juzgar y la obligación de un reportero es relatar hechos.

Muchos periodistas compartían en el sudeste asiático la postura de Arnett y no consideraron nunca parte de su labor especular sobre la moralidad del conflicto, en contraste con lo que había ocurrido durante la Guerra Civil española.

Un marine herido.

En lo que si coincidieron todos fue en reportar en términos crudos cada incidente, exagerando a menudo el significado militar de las operaciones del Vietcong.

Uno de los ejemplos fue la «Ofensiva del Tet», iniciada el 31 de enero de 1968 y durante la que los guerrilleros comunistas lograron penetrar en el recinto de la embajada estadounidense y conquistar varias ciudades.

La ofensiva se saldó con miles de vietcong muertos y con una seria desarticulación de la estructura guerrillera, pero su proyección en las pantallas de los televisores, así como la revelación posterior de lo ocurrido en My Lai, hicieron virtualmente imposible para el presidente Johnson la prosecución de la guerra en los mismos términos.

Caotica alida de los últimos americanos de Saigón.

Una vez que se renuncia a la victoria total, el lento camino hacia la capitulación -abierta o disimulada- es inevitable, y esa fue la senda que emprendió Estados Unidos y culminó en 1975 con la caída de Saigón en manos de los comunistas del norte.

Los medios de comunicación tuvieron enormes lagunas. Tardaron en reseñar datos como que en toda la Segunda Guerra Mundial cayeron sobre Gran Bretaña ochenta mil toneladas de bombas, mientras en Indochina los norteamericanos lanzaron cuatro millones de toneladas.

Los vietcong matando gente en las calles de Saigong

Se demoraron más de un año en informar sobre la lucha en la vecina Camboya y necesitaron dieciocho meses para enterarse y denunciar la masacre de My Lai.

A pesar de todo esto, debido a que no había censura y que los reporteros se podían mover libremente por todos los lugares, fue una contienda mucho mejor cubierta que todas las que la precedieron.

Uno de los trabajos periodísticos más notables tuvo lugar precisamente al término del conflicto, cuando Sydney Schanberg, del New York Times, y Jon Swain, un freelance británico contratado por el Sunday Times, decidieron quedarse en Phnom Penh y cubrir la toma de la ciudad por los khmeres rojos.

Cráneos de las masacres de los jemeres rojos en Camboya.

Estuvieron a punto de perder la vida, pero fueron testigos de la brutal evacuación de la capital, de la mortandad posterior y del terror impuesto por los comunistas.

Sus respectivos periódicos tuvieron el privilegio de publicar en mayo de 1975 una de las series de reportajes mejores que se han hecho nunca.

Su odisea sirvió posteriormente de guion para hacer la película The Killing Fields, que en España se proyecto bajo el titulo de Los gritos del silencio.

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Autor

Alfonso Rojo

Alfonso Rojo, director de Periodista Digital, abogado y periodista, trabajó como corresponsal de guerra durante más de tres décadas.

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