¿Alguien recuerda que el PSOE haya dejado gobernar a la lista más votada hace tres años tras la victoria de Javier Arenas?
No ha logrado mayoría absoluta, ni siquiera la ha rozado, pero la presidenta en funciones de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, se dirige a Pedro Sánchez desde una posición de superioridad, casi arrogante, propia de quien sabe que tiene algo de lo que carece su jefe -y a la vez enemigo-: una victoria electoral.
Aunque ni de lejos acarició los 55 escaños de la gloria, Díaz está rentabilizando su triunfo en las autonómicas andaluzas como si hubiera derrotado a Escipión y Aníbal juntos, o sea, a Podemos y PP, la gran amenaza del mañana y el poder imperial de hoy.
Por eso la Esperanza de Triana desembarcó en Madrid con un rosario de exigencias al secretario general del PSOE que evoca esa forma pedigüeña de hacer política tan propia de los nacionalistas.
La líder andaluza acudió el 28 marzo 2015 al Comité federal de los socialistas con la premisa de aumentar su influencia en las decisiones que se toman en Ferraz. Una misión para la que propone a sus representantes en la dirección federal, Micaela Navarro, presidenta del PSOE, y Antonio Pradas, secretario de Política Federal.
Susana y su entorno entienden que ahora más que nunca es incomprensible que Pedro Sánchez mantenga al margen al PSOE andaluz cuando ha sido esta federación la que ha cosechado la primera victoria socialista tras el traumático tardozapaterismo y la corta y agonizante etapa de Rubalcaba.
Si hay que vender optimismo e ilusión en un año crucial en el que aguardan las elecciones municipales, las catalanas y las generales, hay que explotar más la victoria en Andalucía.
Es verdad que la andaluza se ha tratado históricamente de la federación más importante de España, pero nunca como hasta ahora la posición de un secretario general ha sido tan débil.
Por ello Pedro Sánchez hace todo lo posible por evitar la identificación de la victoria socialista en Andalucía con Susana Díaz, de la que teme que sea capaz de presentarse a las primarias socialistas para elegir candidato a la Moncloa.
Apenas pueden disimular la guerra fría que ambos lideran desde hace meses. Díaz, al contrario que Moreno Bonilla con Rajoy, no quiso que Pedro Sánchez irrumpiera durante su campaña electoral más de la cuenta. Dos apariciones y listo. Y más frías no pudieron ser, que de ambas se marchó el madrileño sin despedirse de la candidata andaluza.
En esa habilidad tan propia del socialismo andaluz de presentar cada victoria como si fuera la primera y reclamar una suerte de derecho divino sobre el territorio andaluz, la presidenta en funciones dejó claro en Madrid que los andaluces han mostrado con claridad quién quiere que les gobierne y cómo quieren que les gobiernen.
El PSOE debe mandar tanto si gana por minoría como si lo hace el PP como sucedió hace cuatro años. «O gobierna el PSOE en Andalucía o no hay gobierno en Andalucía», anunció con rotundidad Susana Díaz.
A ese eslogan se apuntan con histórico entusiasmo los principales sindicatos andaluces, que nunca han disimulado con quienes prefieren salir en la foto. Tras la ronda de contactos que la presidenta en funciones mantuvo con los principales líderes políticos de Andalucía, llegó el turno de los agentes sociales.
Como era de prever, no hubo discrepancias entre el gobierno andaluz en funciones representado por el vicepresidente Jiménez Barrios, y el secretario general de CCOO en Andalucía, Francisco Carbonero.
«El dictamen es claro. Hay que formar Gobierno con la mayor rapidez y esa es la responsabilidad que le han trasladado a la presidenta», declaró Jiménez Barrios. No es ningún secreto de qué lado están los sindicatos en Andalucía.
En la misma línea se expresó el propio líder de Comisiones Obreras. «Los partidos tienen que aceptar el resultado de las urnas y creo que la más legitimada para formar Gobierno es Susana Díaz por simple aritmética parlamentaria». ¿Alguien recuerda estas declaraciones hace tres años tras la victoria de Javier Arenas?
Es que incluso Carbonero fue uno de los que apoyó el adelanto electoral de Susana Díaz, algo que resulta cuanto menos incoherente con su discurso de ahora:
«Andalucía no puede estar en la incertidumbre y si los partidos piensan su estrategias desde Madrid o de cara a las elecciones municipales no están pensando en Andalucía».
Para justificar la reunión con el PSOE, el dirigente de CCOO dio a conocer algunas de las propuestas transmitidas al gobierno de Díaz. Entre ellas, destacan la modificación del sistema de financiación autonómica, el control de la economía sumergida y el fraude fiscal o la implantación de una renta básica.
En el lado opuesto están los empresarios, cuyo patrón, Javier González de Lara, navega en dirección similar reclamando un Gobierno sólido con una hoja de ruta definida y decidida para los próximos tiempos.
La preocupación del presidente de la Confederación de Empresarios de Andalucía es 2015, «un año muy complicado por las convocatorias de elecciones que van a paralizar el país en un ejercicio que puede ser el inicio de la recuperación».
La opción que desde luego sí parece descartada es la de convocar nuevos comicios en el caso de que la votación para la investidura de Susana Díaz como presidenta de la Junta se salde con el rechazo del resto de partidos del parlamento autonómico.
La baraja se romperá por el lado de Ciudadanos, que espera la dimisión de Chaves y Griñán como diputados nacionales, o por el lado del PP, que se abstendría en caso de que los socialistas respeten la lista más votada en las municipales.