Podemos me sabe a Cacao Maravillao, aquel viejo y ficticio patrocinio de los programas VIP de Emilio Aragón en los años noventa de Telecinco.
Tal cacao no existía, sólo era un anuncio-gancho de televisión protagonizado por un cuarteto de bellas brasileñas.
Sin embargo, cuando le preguntaban a la gente en la calle, decían que tomaban Cacao Maravillao. ¡La fuerza de la publicidad en la televisión!
Pues bien, según los sondeos, ahora, si todo el que manifiesta haber votado a los de Pablo Iglesias de verdad lo hubiese hecho, en lugar de ganar el PP las elecciones europeas habría vencido Podemos por goleada.
Y si todos los que aseguran que van a votarles lo hicieran en las próximas elecciones, Podemos estaría –insisto, con las encuestas en la mano– a punto de sobrepasar a los de Mariano Rajoy y mirando por el retrovisor al PSOE de Pedro Sánchez.
Seamos serios: Pablo Iglesias obtuvo algo más del 7% en las elecciones europeas del mes de junio último. Ese es el dato cierto.
Fue, además, en unos comicios como los europeos, que siempre se han caracterizado por que el voto de castigo a las formaciones políticas con responsabilidades de Gobierno sale «barato».
Fíjense: en el año 1989 José María Ruiz Mateos salió elegido eurodiputado y su agrupación política, creada como protesta hacia la clase política (en un momento de denuncia de la corrupción y malestar por la crisis económica) obtuvo dos asientos en el Europarlamento.
No pretendo desmerecer lo obtenido por Podemos en las pasadas elecciones. Ni mucho menos. Porque es un serio toque de atención a unos políticos a quienes los españoles perciben lejanos.
Pero lo que sí digo es que antes de hacer sesudos análisis electorales sobre resultados de una nueva fuerza populista, los de Iglesias, Errejón o Monedero deberían revalidar sus votos en citas electorales consideradas «importantes» por los ciudadanos, ya sean municipales, autonómicas o generales.
Hasta entonces, quizá no sea prudente vender la piel del oso antes de cazarlo.
