La Moncloa no se entera

Bochorno en Génova: la lucha entre ministros hace trizas al PP

La mala gestión de la crisis Rato parece una caja con granadas de mano para explotar

El caso Rodrigo Rato empezó siendo para el Gobierno y el PP sólo «un asunto particular».

Luego, cuando se vio que ese intento de marcar distancias apenas podía sostenerse unas horas, se aplicó la técnica «justiciera» de «quien la hace la paga» aunque se llame Rato.

Algún mandatario popular, en su aturdimiento, ensayó incluso la estrategia empleada para Luis Bárcenas: llamar «ese señor» a Rodrigo Rato y someter al pim-pam-pum a quien fuera vicepresidente económico del Gobierno de Aznar.

Desde el primer momento el equipo de comunicación de La Moncloa estuvo en su sitio preferido: corriendo detrás de Mariano Rajoy. Una lástima que no encontrase el sosiego para ver, desde primera hora, de dónde venía el humo del incendio que les quemaba.

¿Era este nuevo baldón sobre Rodrigo Rato un escándalo público que acabaría de hundir la credibilidad del PP y del Gobierno? En fin, en cualquier caso tal debate se produjo hace meses, cuando saltó el escándalo de las «tarjetas black» de Bankia. Ya entonces la opinión pública dictó sentencia condenatoria. Cuando fue detenido delante de las cámaras por agentes de aduanas, Rato estaba amortizado para el PP.

Al final, la secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez Castro, tuvo claro el meollo del asunto. Así que movilizó sus contactos en periódicos y radios intentando disipar la idea de que la filtración de que Rato se había acogido a la amnistía fiscal hubiese sido «fuego amigo», es decir, una vendetta entre ministros.

Para entonces, el presidente del Gobierno ya se había explayado ante los periodistas contándoles el «globo de cojones» que tenía Luis de Guindos por ser señalado como «topo» culpable de explotar inesperadamente el escándalo a un mes de las elecciones municipales y autonómicas, cuando Hacienda había sido capaz de gestionarlo con el máximo sigilo durante año y medio.

Pocas horas después, la «telerrealidad» en la que vive instalada el Gobierno siguió su curso. Soraya Sáenz de Santamaría reconocía que la «regularización» de dinero en el extranjero a la que se había acogido Rodrigo Rato (junto a otros cien mil «patriotas» más) había sido una «amnistía fiscal». ¿Se ponía fin a una discusión absurda sobre si son galgos o podencos? Nada de eso. Instantes después, sus compañeros de filas (ministros y diputados) se enzarzaban de nuevo en la discusión, ensanchando la sensación de que a la vicepresidenta se le había ido la olla en el Congreso.

Y, como no hay dos sin tres, sin solución de continuidad, Federico Trillo y Vicente Martínez Pujalte saltaban a la palestra por haber cobrado un pastón por asesorar a un constructor en sus ratos libres como diputados. Feo, feo, feo.

Ojo, porque la imagen que se transmite es la de haber entrado en una etapa donde todo vale. Un ministro «filtra» y deja en posición desairada a un colega, y poco después otro, de distinta cuerda política, aunque del mismo partido, contraataca llevándose por delante al que se coloque a tiro. A nadie en el PP pasan desapercibidas las relaciones de Pujalte con el Ministerio de Economía de Guindos.

Permítanme una pregunta sin mala leche: ¿alguien se acuerda del Partido Popular que se examina el 24 de mayo?

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Autor

Antonio Martín Beaumont

Antonio Martín Beaumont, politólogo y periodista, es el actual director de ESDiario.com.

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