VENECIA-ARTE

clipping

La Bienal deja espacio al arte contemporáneo en clave de crítica

Agencia EFE, Viernes, 10 de junio 2005
La 51 edición de la Bienal de Arte Contemporáneo de Venecia, inaugurada hoy, deja amplio espacio a diversas expresiones artísticas teñidas de polémica, que buscan la provocación y suscitar reacciones en el espectador.

Aunque el escaparate veneciano reúne cientos de obras contemporáneas de las más variadas procedencias y estilos, inevitablemente hay algunas más llamativas que, por su forma o contenido, terminan para bien o para mal en boca de todos.

En esta ocasión, buena parte de las creaciones abiertamente contestatarias se encuentran en el apartado "Siempre un poco más lejos", a cargo de la española Rosa Martínez, que dirige la presente edición de la Bienal junto con la también española María de Corral.

Su exposición, situada en el antiguo astillero del Arsenal, alberga en la primera sala una de las creaciones más comentadas y sin duda fotografiadas de la exhibición: una enorme lámpara blanca de aparente estilo clásico, que en lugar de cristales tiene cientos de tampones para la menstruación entrelazados unos con otros.

El peculiar ornamento es una de las creaciones más representativas de la franco-portuguesa Joana Vasconcelos, que le dio el título de "La novia" para mostrar la hipocresía del blanco virginal del vestido de novia y la realidad sexual de nuestros días.

El mismo fondo está presente en la obra de la guatemalteca Regina José Galindo, de 31 años y premiada en esta edición con el León de Oro en la categoría de artista joven, que en un vídeo muestra con todo detalle una operación de reconstrucción del himen.

Sabedora de que estas imágenes no dejan indiferente a nadie, la comisaria Rosa Martínez recalcó que el objetivo es poner en evidencia a través del arte una problemática existente en gran número de países.

"La gente tiene que reaccionar contra lo que esas obras reflejan, no contra las propias obras", señaló a EFE, antes de recordar que en muchos países las himenoplastias se hacen "en unas condiciones lamentables y son un auténtico peligro para las mujeres".

La muestra tampoco escatima críticas a los certámenes artísticos y a la propia Bienal, y las más explícitas en este sentido son las neoyorquinas Guerrilla Girls, un grupo de artistas anónimas que, desde la década de los ochenta y normalmente disfrazadas de gorila, condenan la discriminación a la mujer en el mundo del arte.

Para esta ocasión han preparado enormes carteles en los que denuncian la escasa presencia femenina en la cita veneciana, o ironizan con las "ventajas de ser mujer artista", que incluyen "no tener que pasar el trago de ser llamada un genio" o "ver que tus ideas toman vida en el trabajo de otros".

También está presente en Venecia uno de los más polémicos artistas contemporáneos españoles, Santiago Sierra, que en la pasada edición de la Bienal suscitó una oleada de protestas cuando, como responsable del pabellón de España, prohibió la entrada a todo el que no tuviera el documento de identidad español.

Su intención era criticar el carácter nacional del arte y al mismo tiempo poner de manifiesto lo absurdo de los procedimientos de exclusión nacional, dado que los "privilegiados" que tenían el documento sólo encontraban un pabellón vacío.

En esta ocasión, la obra de Sierra es una grabación sonora colocada en la puerta de acceso a la exposición del Arsenal y que repite de forma ininterrumpida a los visitantes las normas y el reglamento de la Bienal.

También contiene elementos de crítica la muestra de María de Corral, que con el título "La experiencia del arte" incluye obras como la de la estadounidense Bárbara Kruger, que en la fachada de la sede expositiva ha plasmado un gran mural en el que denuncia el arte como negocio.

Lo cierto es que buena parte de las creaciones de Venecia tienen un contenido crítico hacia una problemática o contra determinados modelos sociales, pero son aquellas más explícitas las que provocan las reacciones más apasionadas en el espectador.

Es el caso del noruego Stein Henningsen, que junto a los Jardines venecianos ha levantado un pequeño cementerio, con hileras de cruces blancas inspiradas en las de un cementerio militar americano cerca de Normandía (Francia), con las que condena el poder como instrumento de violencia y denuncia la política exterior de EEUU.