Cap. 2 / La piscina ilegal de Pedrojota

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Cinco ministros de Zapatero se tiran a la piscina

Periodista Digital, Miércoles, 8 de septiembre 2004

Pedrojota detuvo el movimiento errático del ratón óptico inalámbrico del ordenador para coger el teléfono móvil que vibraba a escasos centímetros de su mano derecha. Antes de contestar miró el número. Estaba sentado ante una espectacular mesa Norman Foster, conectado con la intranet de El Mundo y navegando por Internet, desde el amplio y diáfano despacho al que Agatha había dado algunos de sus toques decorativos en la planta superior de la mansión en la Costa de los Pinos de Mallorca.

--Dime Isabelita --apremió mientras su vista se perdía en el azulado mar de Mallorca a través del amplio ventanal .

Mientras escuchaba las palabras de su secretaria, una mueca de desaprobación inundó su rostro como si hubiera mordido una almendra amarga. Colgó sin despedirse, terminó apresurado de dar el visto bueno a un texto para la edición local de El Mundo en Baleares, bajó una planta y salió al jardín. Localizó a Agatha leyendo a la sombra de un pino. Sus hijos Tristán y Cósima andaban por algún lugar de la casa, pero no se les oía.

--Tenemos un problema...

Agatha ni se dignó en levantar la vista del texto.

--... nos quieren inundar la piscina de piojosos: han convocado una manifestación junto a la casa y esto huele a que intentarán entrar y darse un baño.

--¿Un baño?... ¿Dónde?

--Aquí, en nuestra piscina.

La modista cerró el libro de un sonoro golpe y comenzó a encadenar exabruptos de una manera tan natural, que hasta Pedrojota --acostumbrado a tantas cosas-- se quedó atónito.

Ecologistas, miembros del Lobby per la Independència y los sectores más furibundamente mallorquinistas de la isla parecían empeñados en amargarles las vacaciones y no habían cesado de dar la tabarra llevaban desde comienzos del verano. Tan pronto convocaban una rueda de prensa para denunciar que la piscina incumplía de manera flagrante la Ley de Costas, como anunciaban que la pileta había sido ampliada y reformada sin permiso de Medio Ambiente por lo que habían sido sancionados con 16.900 euros de multa.

Pedrojota no tuvo que pagar porque, según dicen los ecologistas, el entonces conseller de Hacienda del Govern del Pacte de Progrés, el socialista Joan Mesquida, le perdonó la multa dejando que prescribiera en un cajón y desde entonces el diario El Mundo describe a Mesquida, actualmente Director general de Infraestructuras del Ministerio de Defensa dirigido por José Bono, como  ejemplo de "inteligencia, corrección, neutralidad, sentido común, moderación, educación y bondad". Los partidarios de convertir sus propiedades en un lugar de uso público incluso se presentaban con un notario para que diera fe de que no se podía acceder a lo que ellos consideraban una piscina de "carácter general, pública y gratuita" ya que "la ley prohíbe construir en el dominio público marítimo terrestre".

La contraofensiva informativa orquestada por el director de la edición local de El Mundo --y supervisada por el propio Pedrojota a golpe de teléfono móvil y desde el ordenador de casa conectado a la intranet del diario-- no parecía estar acallando el tema. Todo lo contrario. La sóla idea de que un grupo de andrajosos pudiera poner los pies en alguno de los más de 600 metros cuadrados de primoroso jardín o que introdujeran sus sudorosas humanidades en la cristalina agua de la enorme piscina hizo que Agatha perdiera los nervios.

--Pedro, te lo advierto --amenazó Agatha--. Como se vuelva a acercar uno sólo de esos a cien metros de mi casa, aquí te quedas...  Me voy a París y que te zurzan.

Hasta entonces, al director de El Mundo le había bastado la connivencia de Jaume Matas --justo antes del verano, Matas había concedido una subvención de 50 millones a Pedrojota para que el periódico creara los Premios de las Artes y de la ciencia Baleares-- y las campañas lanzadas desde las páginas de su periódico para sortear las ilegalidades cometidas y lograr un trato de favor. Pero el embrollo de la piscina estaba teniendo repercusión en la prensa local de Baleares. El pitorreo que destilaban las conversaciones entre los lugareños alcanzaba ya sus oídos. Tenía que impedir como fuera aquella descabellada manifestación. Nadie mejor que él sabía el valor y el impacto de una foto. Mientras el asunto siguiera en columnas interiores de Ultima Hora o del Diari de Balears, las cosas estaban bajo control, pero una instantanea graciosa o chocante podía hacer saltar el affaire a Madrid y de ahí a que empezase la Cadena SER a dar la lata o que algún comentarista lo sacase a colación en una tertulia radiofónica, sólo habría un paso.

Pedrojota era consciente de que contaba con el respaldo fervoroso del alcalde de Son Servera, el municipio donde está enclavado su chalé. No en vano, era invitado habitual a la casa y participaba orgulloso en las campañas periodísticas de El Mundo en Baleares. Las malas lenguas en la isla aseguran que es demasiado cateto para no sentirse deslumbrado por el aura de poder que Pedrojota destila por cada uno de sus poros. Pero en este caso, el alcalde popular poco podía hacer, como no fueran declaraciones, aunque todo ayudaba. 

A medida que se acercaba la fecha de la marcha verde sobre su piscina, Pedrojota pareció asustarse. Necesitaba pararla como fuera. Sin sonrojo, ni recato, llamó personalmente a Ramón Socías, delegado del Gobierno en Baleares, y le convocó a su casa.

Socías, hombre conciliador y enemigo de polémicas, explicó como pudo al director de El Mundo que, en su opinión, no sería prudente acercarse al chalé.

--Pedro, corro el riesgo de que me vean entrando o saliendo y eso empeoraría las cosas --argumentó Socías antes de prometer con educación hacer todo lo posible.

Por si acaso, Pedrojota avisó a la Guardia Civil e hizo que sus ayudantes alertaran a las fuerzas de Policía Local. Pero cuando comprobó que aún así el tema no se paraba, decidió utilizar a la artillería pesada.

La primera que intervino fue Cristina Narbona, ministra de Medio Ambiente.

El segundo fue José Bono, ministro de Defensa, quien intercedió dos veces. La segunda, tras cenar opíparamente en casa de Pedrojota e instado por este para que descolgara el teléfono e hiciera algunas llamadas.

La tercera que se tiró a la piscina fue Malena Alvarez, ministra de Fomento.

La cuarta, la vicepresidenta, quien antes de posar para Vogue también telefoneó a Socias, pidiendole que parara la manifestación o que la desviara a otro lugar.

Pero la guinda llegó con el ministro del Interior, Alonso, quién finalmente forzó la prohibición de la marcha verde hacia la piscina ilegal de Pedrojota y trato de convertir la protesta en un acto ante la sede mallorquina del periódico.

Mañana: Cap. 3 "La prensa local se tira de cabeza mientras la nacional ni se moja los pies"