No nos tiene que asustar la fatiga: a medida que recorremos el Camino, comprobamos la maravilla del cuerpo humano (Camino de Santiago: ‘La Casa del Reloj’).
Cuando por la noche nos acostamos muy cansados, acaso en el duro suelo, nos resultará increíble comprobar al día siguiente que estamos nuevos; el reposo nos ha devuelto todas nuestras fuerzas y cada día nos afectan menos los kilómetros (Camino de Santiago: El ritmo de marcha de cada peregrino).
Unos masajes en las piernas, dados por nosotros mismos, son de agradecer; por otra parte, no es obligación descansar sólo en los refugios, en todo momento tenemos que hacer lo que el cuerpo nos pida, y si nos pide descansar, no tenemos más que tumbarnos, cualquiera que sea la hora del día, especialmente después de comer, a la sombra de un árbol, a la orilla de un río, o donde se pueda (Camino de Santiago: ¿Cómo se entrena el peregrino y cuál es la forma física ideal?).
Hay que descansar cuando no estamos excesivamente cansados para tener una buena recuperación; si llegamos al agotamiento, la recuperación será mucho más lenta y problemática (Camino de Santiago: La preparación previa del caminante o del ciclista peregrino).
Si nos encontramos muy cansados, deberíamos incluso descansar un día completo por semana.
Burgos y León podrían ser buenas excusas para descansar (Camino de Santiago: Un código de conducta peregrino).
Es muy recomendable, especialmente para los que realicen jornadas de 30/40 Km., tomar durante o al final de la etapa, alguna bebida energética que reponga las sales minerales perdidas (El Camino de Santiago en bicicleta: «La ruta larga y la ruta corta»).
Es también muy importante para evitar el cansancio muscular, beber mucho líquido y, lo repetimos una vez más, el peso de la mochila hay que limitarlo (El Camino de Santiago: Inicio y auge de las peregrinaciones).
Lo ideal es no llegar nunca al límite de nuestras fuerzas (La historia del Camino de Santiago: ¿Qué es y cómo nació?).