Por tierras de Navarra

Camino de Santiago: Villamayor de Monjardín y Los Arcos

Guía y Consejos útiles para el peregrino

Camino de Santiago: Villamayor de Monjardín y Los Arcos

Villamayor de Monjardín

Desde que inicié el Camino en Puente la Reina, circulo por una carretera local, inmediata a la autovía, y me desvío en dirección a los lugares en que debo detenerme. Villamayor de Monjardín, ¡vaya sonoridad!, es mi siguiente parada. Abandono la N 111 y no puedo evitar que la mirada se me escape a lo alto, donde reinan las ruinas del castillo. Asciendo unas pocas decenas de metros y encuentro en primer lugar un deseado y tentador aparcamiento que no puedo utilizar porque entiendo que pertenece a las bodegas Castillo de Monjardín. Unas curvas más de 180º y ya diviso la iglesia. El templo es de dimensiones medias exteriormente y en su atrio se mueven unos peregrinos jóvenes con aspecto cansado, alguno con bicicleta. La panorámica que se divisa desde aquí, hermosa, relaja el espíritu y el cuerpo. Frente a la puerta de la iglesia, los ojos se me desvían al crismón, situado también en la clave del arco de entrada. ¿Por qué? Porque, según mis notas, este es un crismón excepcional en el Camino, tal vez el único en el que la S aparece bastante claramente representada por una serpiente.


Crismón en Villamayor de Monjardín. / Manuel Rios

¡Ay, la serpiente! No genera ternura, pero, ¿qué tendrá que aparece reiteradamente en la Biblia y en culturas tan alejadas entre sí como la sumeria, la egipcia, india, china, japonesa, nórdica, céltica, azteca, maya…?; un símbolo compartido por civilizaciones distantes y sin relación entre sí en la mayor parte de los casos. Se la asocia con la fertilidad y la vida, el origen del hombre, la sabiduría, el bien y el mal, la prudencia, el orden y el caos…, y, cuando se muerde la cola, representaría la eternidad. ¿Dónde nació el mito y cómo se transmitió? En Galicia, su imagen, repetida, puede encontrarse desde en cruceros hasta en la base de la pila del agua bendita en la colegiata de Muros.

Atravieso el umbral del templo y debo bajar unos escalones, lo que me llama la atención. La iglesia es de una sola nave y ábside circular, toda ella en piedra y convenientemente iluminada con mimo. Tras este primer fogonazo, atrae mi atención un caballero maduro que hace gestos con sus brazos, casi aspavientos, invitándonos a los tímidos a que nos aproximemos a aquella hornacina con aspecto de ventana enrejada. Intenta hacer entender a un peregrino extranjero que tras el cristal y la reja reposa una joya única, una de las más antiguas y celebradas cruces procesionales navarras, con unos mil años de existencia.

-¿Es usted de aquí?

-Sí, español.

Y se relaja.

-¿Le sello?

-No, yo, no…

Ángel, que así se llama este colaborador de su parroquia, es un hombre exquisito, desborda cortesía y ganas de dar a conocer lo suyo; en una palabra, excepcional. Por él me entero de que su párroco es polaco.

-¿Polaco?

-¡A ver!

¡Lástima que no se encuentre ahora en la villa! ¡Cuánto me agradaría echar una parrafada con él!

-Y para la catedral de Turon, en Polonia, hicieron una réplica y allí se venera; es idéntica, pero un poquito más pequeña, porque no está permitido replicarla del mismo tamaño -y me reitera esta peculiaridad-. Fíjese que, cuando volvió, la examinaron los técnicos y estaba tal cual, perfecta.


Cruz procesional en Villamayor de Monjardín. / Manuel Rios

Se refiere a la cruz procesional. La original, la de Villamayor de Monjardín, está rodeada de una curiosa tradición: un pastor observó que una de sus cabras vivía como hipnotizada pendiente de una zarza; el pastor, por fin, se acercó y se encontró con la cruz en cuestión, y como previamente lanzó una piedra hacia el lugar, que incidió en uno de los brazos, pidió a las alturas que como castigo le eliminase el suyo, y lo consiguió, pero, luego, todo acabó felizmente, salvo que la cruz no se dejó levantar y debió construirse una ermita en el lugar para honrarla.

Ángel atesora conocimiento y anécdotas:

-Cuando rehabilitaron la iglesia, retiraron el retablo y ahora está en…, porque el ábside, así desnudo, está también muy bonito. ¿Y qué me dice usted de las dos tonalidades de la piedra alrededor de la iglesia? Pues, en la rehabilitación, dijeron los técnicos: «A las columnas les falta la base, y eso no es normal». Así que excavaron el suelo y vieron que las paredes continuaban; de suerte que vaciaron toda la iglesia como un metro, y de ahí las dos tonalidades de gris, y claro, hubo que añadir los escalones a la entrada.

Y me cuenta el caso de una peregrina que lloró emocionada, tal vez ante tanta belleza, acaso por su aflicción; y el de un cantante de clásico que le pidió autorización para arrancarse a cantar aquí porque la acústica del templo resulta única.

Me acompaña a la salida y me hace ver que la torre es claramente posterior a la construcción del templo, y me cuenta que, no hace mucho, retiraron el pórtico adosado a la fachada, del que queda todavía su huella. Y me invita a detenerme en el capitel derecho, que reproduce la leyenda de la lucha de Roldán con Ferragut, en línea con el de Estella, y, además de venderme su iglesia, me habla de las ruinas del castillo y me hace saber que tienen tienda en la villa y que en el bar pueden prepararme un plato combinado o un bocadillo si lo deseo; en una palabra, Ángel, un enamorado de Villamayor de Monjardín que contagia su pasión por la villa.

Los Arcos

Después de Villamayor de Monjardín, cruzo Urbiola. Circulo por tierra de viñedos. De pronto, la presencia de mimosas engalanadas de amarillo a ambos lados de la carretera me traslada a la niñez de mi Galicia rural. También, florecillas silvestres de colores. Poco después, accedo a Los Arcos, villa agradable, luminosa y vital, con mucho movimiento en el sector hostelero. Y me dirijo a la iglesia de Santa María de Los Arcos. Una plaza coqueta me sitúa frente al templo. Protegiendo su portada, una galería que se extiende a lo largo de buena parte del muro del lado del evangelio. Y coronando la portada, la imagen de la Virgen en el centro. ¿Que por qué la destaco? Porque dos días al año, el 27 de abril y el 15 de agosto, hacia las ocho y media de la tarde, un rayo de sol la ilumina. ¡Curioso fenómeno!


Imagen de Santa María de Los Arcos en su iglesia. / Manuel Rios

Entro a la iglesia, grande, ecléctica, hermosa, muy decorada, excelentemente mantenida, un museo. Está dispuesta para ser visitada, incluso iluminada. Y en el último banco, en el extremo del pasillo, Julia, la persona a cargo del templo, que se desvive por atenderme y responder a mis cuitas. En el retablo mayor, en su camarín, la imagen de Santa María, de pequeñas dimensiones. Con prudencia, le formulo la observación:

-No me parece negra -y en verdad que no es obsesión.

-Sí, sí que lo es.

Considerando su tamaño, la distancia a que me encuentro y mi vista cansada, no puedo poner en entredicho su afirmación, pero, tampoco secundarla.

-El caso es que, negra, negra…

-Digamos que tostada, morenita, y, además, parece oriental y tiene ojos azules.

-¡Vaya combinación! Y lo del sol iluminando a la Virgen de la portada, a usted, Julia, ¿le parece que se deba al azar?

Me mira en silencio un instante eterno con gesto a caballo entre la incredulidad y el disculparme la ofensa, y, cual gallega de pura cepa, me devuelve la pregunta:

-¿Azar?

Recorro el templo sin prisa, subo a la tribuna y me deleito con la perspectiva. Presenta planta de cruz latina y dicen mis notas que tiempo ha, la campana del gallo, situada en el cimborrio (1), era tocada para orientar a los peregrinos que no atinaban con la villa.


Perspectiva de Los Arcos. / Manuel Rios

Vuelvo a la calle. Tomo fotografías y admiro su torre, renacentista, leo que de las más hermosas de este estilo en tierras de Navarra. Y estoy en estas cuando me llama un abuelo que descansa sus años en un banco, a la sombra de Santa María.

-¿Qué le parece a usted este bordón?

-¿Que qué me parece? Una auténtica joya.

-Yo lo labré para usted. Me llamo Pedro, el Pastor. Y si usted quiere, este cayado puede ayudarle a realizar el Camino. Yo lo grabé con mis manos y me ocupó muchas horas…

El bordón o cayado está labrado en madera uniforme con un texto que lo bordea en caracol de arriba abajo, de no más de un centímetro de altura las letras, relacionando las villas de la peregrinación, recogiendo consejos que el peregrino debiera atender, normas a observar… y un pequeño espacio en blanco en el que finalizar la obra grabando el nombre del peregrino.

Notas

(1) Construcción en forma de torre, generalmente de planta cuadrada u octogonal, que se sitúa fundamentalmente en el crucero, destinada a realzar una cúpula y a iluminar el entorno a través de los huecos en él practicados.

Imágenes editadas por Asier Ríos.
© de texto e imágenes Manuel Ríos.
depuentelareinaacompostela [arroba] gmail.com

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