Me encuentro en Galicia, inmerso en su hábitat particular, con multitud de pequeños núcleos de población, un enrejado de carreteras locales, una señalización razonablemente abundante pero que no me facilita localizar los enclaves que me interesan…, todo lo cual me dificulta la tarea. Así que, con la ayuda del minucioso mapa de carreteras que me regaló Mario, me centro y fijo los lugares a visitar, a saber: Ligonde, que se me escapa, donde quería ver su crucero; Vilar de Donas, Melide y Compostela.
Hace ya un rato que no me cruzo con indicador alguno que me recuerde que circulo en dirección a mi próximo destino. Así que, en cuanto me es posible y tengo a quien preguntar, orillo a la izquierda, al lado de otro vehículo -la carretera es estrecha- y pregunto a la señora que lo gobierna:
-Perdone. Busco las ruinas de Vilar de Donas.
-Tiene usted la iglesia a su espalda.
Y muy seguro, insisto:
-No, yo lo que busco son las ruinas, con las pinturas y…
-Aquí, las únicas ruinas que existen son las del monasterio, detrás de la iglesia.
Resulta más que evidente que estoy equivocado. Miro, por fin, la iglesia y, delante de ella, una placa anuncia «Iglesia románica Vilar de Donas».
-Disculpe. Es claro que mi información no es exacta -y reniego una vez más del poco rigor de alguno de los autores que manejé.
Tomo la mochila, cierro el coche y mi interlocutora me acompaña hacia la iglesia. ¡Qué raro! Y debió de percibir mi sorpresa porque me aclara:
-Soy la persona responsable del templo y me llamo Elena.
Leo una información oficial, que coincide con mis notas básicamente y me fijo en el templo. En primer lugar, como continuación de la portada, tal vez parte de un claustro, acaso un pórtico.
-¿Ha leído aquella información? -y me la señala.
-Sí.
-Pues, olvídese de ella porque no es exacta, no es verdadera.
Vilar de Donas. / Manuel Rios
Vilar de Donas. / Manuel Rios
No deja de sorprenderme esta mujer.
-Y si usted quiere, yo le digo lo que hay.
-No sabe cómo se lo agradezco.
-En primer lugar, el nombre. Esta es la iglesia de El Salvador de Vilar de Donas.
Atraen mi atención dos capiteles en la portada muy desgastados por el paso de los siglos, y que Elena me describe:
-En este tenemos un ser con cabeza de mujer, cuerpo de ave y cola de pez. Y en este otro, dos serpientes, una a cada lado de la cabeza.
Imágenes en los capiteles de entrada. / Manuel Rios
Imágenes en los capiteles de entrada. / Manuel Rios
Entrar a la iglesia es acceder a un museo, un auténtico museo que se mantiene en pie…
-… gracias a que se mantuvo abierto al culto al servicio de la parroquia, a pesar de la Desamortización.
De la disertación de Elena, recojo los aspectos que me cautivaron de modo especial. La puerta y los herrajes son los originarios, románicos, igual que la iglesia, con ábside circular. Es muy probable que la fundación de monasterio y templo haya sido de índole familiar y es muy posible que fuese dúplice, lo más común en aquellos tiempos. Más tarde pasó a la Orden de Santiago y, a partir de este hecho y de la aparición de pinturas en el ábside con aspecto poco varonil, surge la leyenda de que aquí las donas, las señoras de los señores de la guerra, los esperaban en este reducto mientras ellos arreglaban el mundo. Elena, a la luz de la documentación que maneja, rechaza la tesis y mantiene una visión convencional del monasterio. La pintura de la izquierda, por ejemplo, retrataría a Juan II, el padre de Isabel la Católica.
La iglesia es hermosa y está dotada de piezas sumamente valiosas históricamente. Posee a la entrada una pila bautismal de gran tamaño, en la línea de la de Portomarín. También, distribuidas por el recinto, una docena de cruces que yo identificaría como templarias y que mi guía asocia con la consagración del templo. En el pequeño ábside de la epístola, la clave que cierra la bóveda de cascarón presenta con toda claridad perfil de flecha que aparentemente no señala a lugar especial. En este mismo ábside, tres pétreas imágenes románicas perfectamente, espléndidamente conservadas, como recién salidas del obrador, una de las cuales representa a la Virgen coronada.
Como resumen: he aquí una triple joya románica: arquitectónica, escultórica y en pintura, situada en el recóndito lugar de Vilar de Donas y que, espero que a no tardar, reciba el favor de un público numeroso, a la altura de esta joya.
-¿Cuál es la tasa, Elena?
-¿Tasa? Aquí no se paga nada. Yo dependo del ayuntamiento. Ahí hay un cepillo para que quien quiera colaborar con el mantenimiento del culto pueda hacerlo, pero siempre de modo totalmente voluntario.
¡Increíble! Es una de las visitas más gratificantes que realizo en este viaje por los caminos del Camino.
Imágenes editadas por Asier Ríos.
© de texto e imágenes Manuel Ríos.
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