Desbarro de un articulista de El Día

El ‘tarado’ de Horcajo

Jose Antonio Infante Burgos obvia las 'lindezas' lingüísticas de la transexual socialista

El 'tarado' de Horcajo
Carla Antonelli.

Coger el rábano por las hojas. Está sería la mejor definición para el artículo de Infante Burgos (El Día) que tilda de tarado a Xabier Horcajo (Intereconomía) por hacer burla de la condición sexual de Carla Antonelli. Al margen de obviar las barrabasadas lingüísticas de la actriz contra la Iglesia o el PP, el articulista de El Día también valora el origen canario de Antonelli. Es decir, tira por la calle de la demagogia y del estilo pueblerino más caduco posible.

Afirma Infante Burgos en Carla Antonelli y los tarados que «amenazada en los coletazos finales del franquismo por la Ley de Peligrosidad Social, ahora, pasados los años y sobre todo superado el ciclo de escasez de luces en la que vivía el Estado español por la mentalidad retrógrada de diferenciaciones ampliables a otros ámbitos por género, sexo o sexualidad, toma un merecido papel protagonista pasando a formar parte con su amplio currículum de un compromiso como mujer inteligente e informada que es, en las listas del candidato socialista que venció a Trinidad en la Comunidad de Madrid, Antonio Gómez. ¡Suerte!»

Lo que me parece mentira es que a estas alturas de la película y del siglo XXI en algunas cadenas emitan todavía ese nodo chirriante con cacofonías refiriéndose en este caso a ella como «chica, chico, chique… Carla, Carlos, Carlitos, Carlines o lo que sea», con sonidos parecidos a los de aquellas justificaciones de vagos y maleantes aplicadas indiscriminadamente a los «raros». Ampliado vejatoriamente además a otros colectivos como afectados de sida o soltando «prefiero a alguien con síndrome de Down», cuando lo asumido generalizadamente es que todos somos iguales porque todos somos distintos. Punto.

En el programa «La Noria», de Jordi González, en Telecinco, y dado que Carla es colaboradora habitual, quiso desmenuzar y poner algo de sentido común a esos juegos «malaubrales» de palabras. Lo que sucedió es que el susodicho se agrandó. Xabier Horcajo aprovechó su intervención en el programa «Más se perdió en Cuba», el pasado sábado, para responder «a los telebasurillas de este país» y atacar duramente a La Sexta, Wyoming, Enric Sopena -que también se las trae a veces, pero al revés- y, sobre todo, al presentador -persona equilibrada que suele mantener una equidistancia exquisita- y a Telecinco, «una cadena que da aire a los maltratadores».

«Tiene guasa que el de La Noria (Jordi González) venga a dar lecciones de periodismo. El de la televisión de Berlusconi. Berlusconi, el acusado de abuso de menores, el que se rodea de prostitutas de lujo. Que el dueño de esa televisión y sus minilehendakaris de la audiencia vengan a dar lecciones? En fin». «Gracias por la publicidad gratis». Comenta el presentador de Intereconomía: «No había homofobia en mi comentario. Hubo crítica a una frivolidad, la de Tomás Gómez, que incorpora a una persona, porque eso aumenta el cosmopolitismo y la pluralidad de la Asamblea de Madrid».

Es evidente que la quiso insultar y, por eso, pienso que el problema es que existan todavía semejantes velillos con acciones y opiniones que descalifican a las personas por su condición u orientación sexual. ¿Y a usted qué le importa, señor? Quizás, entonces, tendríamos que reflexionar un fisco sobre lo cutre y carca de un pensamiento aún no extinguido. Ya lo decía Torcuato Luca de Tena: «En la extremísima derecha de esta extrema derecha española, que está en la extrema derecha del mundo, hay unos hombres: esos son los integristas?» («Crónicas parlamentarias 1967»). Pero más que derechas o izquierdas son discriminaciones de mentes viejas, reflejadas con sorna en algo que carece de sentido alguno para el 98% de la población.

Es que Carla, a mucha honra, es de Güímar. Aténganse ustedes a argumentos, razones, análisis y defiendan, por supuesto, sus convicciones, pero con todo el respeto hacia la parte no cuestionable de cualquier ser humano. No ofendan pretendiendo falsas gracias que hasta con manga ancha causan vergüenza ajena. La homofobia y la transfobia, así como cualquier discriminación constitutiva, no tienen cabida en lo que hemos llamado sociedades avanzadas. Nos hemos otorgado suficientes leyes y ordenaciones como para articular un entramado social que permita que se desarrolle nuestra consciencia en la normalidad de la discrepancia, haciendo en el plano personal lo que a cada uno, en su porcentaje exigible de educación, le dé la gana.

Las virtudes, capacidades y profundidades de cada cual, sin más interferencia que las del mérito, son las que priman, y lo que haríamos bien en investigar en profundidad es eso de los tarados.

Constatar que hay personas a las que pueden llamar tarados: José Feliciano (ciego), Stephen Hawking (parálisis cerebral), Chirs Burke (síndrome de Down), Francisco de Goya (sordo), Thomas Edison (sordo, déficit de atención y problemas de aprendizaje), Vincent van Gogh (retardo mental y epilepsia), Christopher Reeve (cuadrapléjico), Albert Einstein (dislexia), Richard Burton (epiléptico)…, aunque, por lo menos, en algunos posicionamientos otros hacen muchos más esfuerzos por serlo.

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