Opinión / Pasajes

Dulce decadencia Xerach

Dulce decadencia Xerach
Dulce Xerach.

La diputada autonómica de Coalición Canaria, doña Dulce Xerach Pérez López, se retira de la política…

–¡No, y mil veces no! ¡Qué horror! ¡Cómo va a ser eso! ¡Me rasgo las vestiduras!
–No sea bobo y deje sus vestiduras en paz, que hace un frío del car…Eso, del car; o coche en inglés. (¿Se han fijado qué fino y correcto políticamente…?: No he puesto carajo).
Doña Dulce en su blog, un blog muy mono, de diseño y todo, ha publicado una cosa, un post vaya, titulado: “El proceso de dejar la política”.

–Oiga, suena a “El proceso” de Kafka eso que dice esa señora.
–No, no se haga ilusiones. La cosa no es tan grave. Por cierto, que me he acordado ahora de un chiste de Manolo Vieira. Y haciendo uso de mis derechos constitucionales, se los cuento…
–¡No, por favor, no sea cruel!
–Cállese, hombre, no sea pusilánime. Escuchen: Resulta que le dice el doctor al paciente, que se llama Remigio: “Lo suyo son piedras en el riñón”. Y entonces el paciente, o sea Remigio, le replica alarmado: “¿Y eso es grave, doctor…?”. Y el otro, o sea el doctor, pongamos se llama Pepe, le responde: “No, no, gravilla, nada más que gravilla…”.(…) Ríanse… Venga… (…) ¡Ños, qué gente más sosa! Pues ahora no les cuento el del loro, hala.
–¿El del loro que tenía adoptada a una tortuga…?
–No, el del loro maricón.
–¡Huy lo que ha dicho!

Doña Dulce Xerach Pérez López, empieza su “Proceso” de la siguiente forma o manera: “Estoy en medio de ese proceso: el de dejar la política activa. Llevo 20 años participando elección a elección en listas electorales. Esta es la primera vez que no lo haré.”

–¡Sniff! ¡Buahhh! Es más: ¡¡¡BUAHHH!!!
–No llore, Celedonio, no sea tortolín. Hágame el favor de no llorar. No se lo tome tan a pecho, porque la circunstancia no es para tanto. Fíjese si no en lo que está cayendo en Japón, que eso sí que es para llorar a moco tendido. De todas formas, Cele, le diré una cosa ahora que no nos oye nadie: Un servidor cree que no es doña Dulce la que quiere dejar la política, no. En absoluto. Es su partido el que se la quiere quitar de encima; por pesada más que nada.

–¡Usted no me diga!
–Sí, Cele, como se lo digo. Pero calladito, ¿eh? No vaya ahora a darle tres cuartos al pregonero, porque igual el puñetero va y se los gasta en bollos de crema pastelera, y tiene que intervenir doña Leire Pajín. Lo cual tendría consecuencias nefastas para el ambiente entero, que no sé si se ha fijado usted…

Pero lo de no presentarse a las próximas elecciones de doña Dulce, ya lo barruntaba esta señora en un post de hace unos días en el que hablaba de la decadencia… ¡Toma ya! Fíjense qué cosas dice doña Dulce, de la decadencia: “A veces miro alrededor y veo una sociedad en decadencia. No es crisis, venía de antes de la crisis. Es una decadencia integral, difícil de aprehender y de interpretar. Difícil de frenar. Mis amigos más cercanos también lo ven. Pero ¿somos los únicos?
¿Perciben ustedes una cierta decadencia social?”.

Pues no sé qué decirle doña Dulce. Igual es que ya le habían dicho desde su partido que no la iban a presentar para las próximas elecciones, y usted ha deducido que eso es mera decadencia… Usted, como es como es, que se tiene creído que es una parlamentaria apoteósica, seguro se habrá pensado: “Vaya falta de idiosincrasia la de mi partido, lo de no volverme a convocar de candidata, con lo “appassionata, impegnata, autostima, tenace, lotta” que soy yo”. Que fue lo que le dijo hace poco a una publicación italiana que la entrevistó.

Y no hay derecho, doña Dulce, no hay derecho en absoluto, a que a una señora tan “appassionata, impegnata, autostima, tenace, lotta” como usted, su partido le dé una patada en el “posteriori”; que es como los italianos llaman al culo por lo fino.

Doña Dulce refleja la decadencia que ella ve, en el siguiente ejemplo ejemplar: “En ese restaurante con unas baldas que no aguantan el peso y se curvan y así quedan dando una imagen de decadencia y abandono…”. ¡Coño, doña Dulce, tampoco es eso! A lo mejor el dueño del restaurante no tiene dinero para comprar unas baldas nuevas y más resistentes, para que a usted no le parezcan decadentes. ¡No sea usted tan tiquismiquis, caramba!

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