Hay mierdecillas que van de ricos por la vida

Un mierdecilla del top ten

Un mierdecilla del top ten
Millonarios, ricos, vacaciones y crisis. EP

El cansancio en un momento determinado nos puede hacer bajar la guardia y desarrollar registros que no son los propios en nosotros.

Se trata de momentos en los que un percance nos sirve para explotar y dejarnos llevar por nuestros sentimientos, haciéndonos más conscientes de cómo estamos viviendo. Al final, se trata de un episodio para aprender que lo importante siempre es lo que podemos hacer. Vamos allá con la anécdota.

A lo largo de mi vida me he encontrado con muchos tipos de mierdecilla. Hay mierdecillas que se creen los más listos. Hay otros mierdecillas que se creen importantes.

Hay mierdecillas que van de ricos por la vida. Pero también los hay que se lamentan por todo, que nunca están satisfechos con nada, que van de víctimas, que la culpa siempre la tienen los demás, etc. Y pese a estar hablando de un centenar largo de especímenes que tengo bastante bien clasificados, hace unas semanas descubrí uno nuevo.

Se trata de una persona que creyendo conocer de hace tiempo llegó a sorprenderme. Resulta que el tipo en cuestión se había roto un dedo de la mano derecha y parecía que hubiese llegado el fin del mundo para él, puesto que le limitaba en varias de sus tareas profesionales y personales diarias, no llevándolo muy bien. Lo cierto es que no se quejaba en absoluto del dolor físico ni nada por el estilo sino que estaba un tanto apático, sin ritmo, con pocas ganas de hablar…

Vaya, que si no fuese porque le conozco desde hace tiempo y sé que es justo lo contrario, podría clasificarlo en el top ten de los mierdecillas del momento, por la pobreza de los argumentos que esgrimía para justificar ese tono personal que presentaba.

Y es ahí justo donde quería llegar, porque necesitaba encontrar un concepto que diese sentido a la imbecilidad transitoria del personaje, que sin pasarle nada grave se había hecho una paja mental de proporciones importantes. Lo cierto es que el protagonistas de esta historia era incapaz de reconocer su estado emocional y, por tanto, lo era para corregirlo.

Y lo que le pasaba no era justo lo que decía sino que aquella fue una circunstancia detonante que se acumulaba a otras que le habían sucedido en poco tiempo y que necesitaban salir por algún lado. Vaya, y por resumirlo al máximo, que el tipo se había pegado varias maratones de todo tipo y le hacía falta un descanso, unas vacaciones. Bueno, unas vacaciones y recuperar la capacidad de observación sobre sí mismo para ser más consciente de cómo estaba viviendo algunas cosas y corregirlo. Sencillo y concreto.

Pero eso no es lo más curioso de la historia, lo más curioso es que sin duda el tipo es un experto en eso de las emociones: le oí decir en una conversación casera hace tan solo unos días que en los últimos meses había leído más de un centenar de libros sobre un tema de este tipo que le ocupa, que llevaba escritos varios libros sobre la materia, que impartía conferencias…

Pero no os preocupéis porque el personaje ya está bien. Se ha dado cuenta de que hay veces que precisamente por nuestra condición de seres humanos podemos llegar a olvidarnos incluso de la técnica y caer en paranoias de este tipo, fruto fundamentalmente de un cansancio que suele ser invisible y que tampoco somos capaces de medir.

Y lo más importante, ha salido fortalecido de la experiencia porque todo ello le ha hecho darse cuenta de que lo importante no es aquello que no podemos hacer sino las infinitas posibilidades de lo que sí podemos llegar a hacer con la actitud adecuada en todo momento, ¿no creéis? Por cierto, I’m sorry, ese mierdecilla transitorio es quien os escribe.

Carlos Alonso
Escritor y conferenciante

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Autor

Carlos Alonso

Experto Actitud, Comunicación, Liderazgo, Marca personal, Motivación, Optimismo y el arte de Reinventarse.

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