Declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional, conserva el espíritu tradicional de la celebración de la Pasión de Cristo y es, sin duda, la que mejor expresa la manera castellana de sentirla
La devoción de todo un pueblo
Viajar a Castilla y León, y concretamente a la provincia Valladolid es una excelente oportunidad para visitar la centenaria ciudad de Medina de Rioseco en el corazón del viejo reino de Castilla.
Esta localidad, antiguo señorío de los Almirantes de Castilla, soporte firme de la corona en los siglos XV y XVI, desarrolló una intensa vida comercial desde el año 1423, acrecentándose notablemente a raíz del descubrimiento de América y ganando el sobrenombre de la «India Chica».
Durante esta época, sus calles de abrigados soportales albergaron ferias y mercados donde comerciantes, cambistas y banqueros de toda Europa desplegaron una intensa vida comercial y financiera que condujo a que el rey Felipe IV le otorgase el título de ciudad en 1632.
Una ciudad en la que la devoción no levantó iglesias sino catedrales y a la que llegaron las aguas del Canal de Castilla, inconcluso proyecto de unión fluvial de esta tierra con el mar Cantábrico, que hoy recorre para disfrute del visitante el barco Antonio de Ulloa.
Sin duda alguna, si hay una época en la que esta bella localidad brilla con luz propia es durante la celebración de la Semana Santa, que encuentra sus orígenes en la creación de la cofradía penitencial de la Vera Cruz bajo el auspicio de los Almirantes de Castilla en los primeros años del siglo XVI. Declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional, conserva el espíritu tradicional de la celebración de la Pasión de Cristo y es, sin duda, la que mejor expresa la manera castellana de sentirla.
El dato más impresionante de la Semana Santa en Medina de Rioseco, es que más de la mitad de los ciudadananos Riosecanos, concretamente 4.000 de los 5.000 censados en el municipio, pertenece y participa de las diferentes procesiones que se llevan a cabo a lo largo de la Semana de Pasión.
Imagen «El Norte de Castilla»
Centenarias cofradías que mantienen desde el siglo XVI una profunda devoción a los pasos procesionales que, cada año, los cofrades portan a hombros por las estrechas calles riosecanas. Esculturas de madera que a golpe de gubia tallaron grandes maestros de la imaginería castellana como Rodrigo de León, Pedro de Bolduque, Mateo Enríquez o Tomás de Sierra. La lentitud de los pasos saliendo de las puertas de las iglesias. El padre que se emociona al ver a su hijo esforzarse bajo «el tablero».
La débil llama de los faroles que en hilera alumbran las imágenes de la Pasión. El baile de los pasos en los soportales de la calle Mayor. La sombra de un Nazareno reflejada en la colosal portada de la iglesia de Santa Cruz. La rodillada de los pasos frente a la Virgen de la Cruz en el Arco Ajújar, antigua puerta gótica de la muralla. El canto de la Salve al final de la procesión.
Mención aparte merece el Viernes Santo con uno de los momentos más importantes de la Semana Santa riosecana: la salida de los llamados «pasos grandes», dos colosales grupos escultóricos que representan la Crucifixión y el Descendimiento del Señor, popularmente conocidos como ‘El Longinos’ y ‘La Escalera’.
Así que, definitivamente, hay que acercarse a Medina de Rioseco a vivir en primera persona la devoción de todo un pueblo, a disfrutar de cada rincón, plaza y calle de esta ciudad Castellana, deleitarse con la calidad escultural de los diferentes pasos procesionarios, de su gastronomía, de sus diferentes y variados recursos turísticos y de sus gentes, una visita imprescindible para aquellos que disfruten de la tradición de la Semana Santa.