… no importan las costumbres, ni las leyes, ni la Carta Magna, por encima de todo ello está la “voluntad política”, está el proyecto nacionalista, por encima de las leyes democráticas está la “construcción nacional”, por encima del proyecto europeo está lo nacional-ista…
La televisión pública catalana no deja pasar ninguna oportunidad para reafirmarse como un medio de comunicación al servicio del poder, siempre se otorgan una pátina de objetividad que en verdad solo pretende disimular esa sumisión al Régimen nacionalista.
En este caso aprovechan la presentación del proyecto independentista escocés para intentar confundir a la población en el principal escollo al soberanismo catalán: la renuncia voluntaria a continuar en la Unión Europea, para ello presentan lo que dicen los tratados junto a un “especialista” canadiense en el “derecho a decidir”.
Como siempre, bajo esa capa de profesionalidad en forma de una supuesta pluralidad de opiniones se esconde la ideologización de lo expuesto, se recurre a juegos del lenguaje que más allá de lo que se dice lo que pretende sustentar es un sistema de referencias, un horizonte de reconocimiento, unos conceptos que acaban ser auto-referenciados socialmente.
Cualquier persona que vea el video que adjunto en el enlace pensará que se trata de dos visiones de una misma realidad, pero no, aquí de lo que se trata es de legitimar una visión no cuestionada por el experto en derecho comunitario –Cataluña es una nación- pero si ensalzada por el académico nacionalista.
No tienen reparo –el presentador parte de la premisa de que Cataluña, igual que Escocia, es una “nación milenaria”- en afirmar que “los catalanes quieren un país en la Unión”, ¿los catalanes?, ¿todos los catalanes?, ¿con ello no pretenden crear la sensación de falsa mayoría entre la ciudadanía que condicione a la totalidad de catalanes?, pero no solo esto, Daniel Trup también dice cosas como “la realidad política hará que la UE acepte la adhesión de Cataluña”, parece que todo el proyecto europeo basculará en función a los aventurismos y las derivas populistas de algunas regiones como Cataluña.
Pero esto no es todo, el Sr. Trup, como buen nacionalista crea un discurso maniqueo que invierte los valores hace pasar lo bueno por malo y a la víctima por verdugo, veamos lo que llega a decir “…España se ha de adaptar a esta realidad, a que existe una nación catalana…si niegan esta realidad…es como querer dominar a otro pueblo con una actitud neocolonial…”, es decir, que una minoría (nacionalista) que controla el poder político y mediático de Cataluña, que lleva más de treinta años practicando políticas coloniales como institucionalizando una diglosia cada vez más patente, negando la diversidad cultural e identitaria de la mayor parte de la población, cosa que ha podido hacer gracias nuestro marco constitucional democrático y plural (plural hasta la dejación) son en verdad víctimas de la imposición de “España”…
He dejado para el final el núcleo de propaganda performativa, Francesc Ferrer, el enviado de la cadena de televisión catalana en Bruselas utiliza un lenguaje metafórico reforzado con la puesta en escena y expresa la siguiente afirmación: “la incógnita ahora mismo es saber cuánta voluntad política haría falta, por parte de todos, para encontrar un mecanismo parecido a una puerta giratoria, una fórmula que permita salir y volver a entrar casi al mismo tiempo”.
Este tipo de discurso solo quiere contrarrestar la inquietud de una población cada vez más consciente de que nos acercamos hacia un precipicio político, pretenden tranquilizar a los no convencidos y dotar de un arsenal argumentativo a los adeptos al “proceso”, argumento falaz pero eficaz (socialmente hablando).
Es decir, repiten el esquema con el que pretenden poner en jaque al Estado: no importan las costumbres, ni las leyes, ni la Carta Magna, por encima de todo ello está la “voluntad política”, está el proyecto nacionalista, por encima de las leyes democráticas está la “construcción nacional”, por encima del proyecto europeo está lo nacional-ista, mi voluntad política debe y puede forzar, prevalecer y superar los marcos de convivencia democrática, ya sean éstos españoles o europeos.