Diario de un NO nacionalista

¿Hacia una kale borroka a la catalana?

¿Hacia una kale borroka a la catalana?
La cristalera rota en la sede de Ciudadanos. CS

La tibia reacción institucional y la nula respuesta de los poderes públicos catalanes parecen otorgar cierto plácet a quienes se creen con la potestad de atacar violentamente –aquí hablamos de violencia política- a todo aquél que no comulga con las ideas nacionalistas podrían encuadrarse en la cada vez mayor fractura social que sufrimos los catalanes

La realidad política catalana está trufada de incidentes que afectan a los partidos no nacionalistas que pasan (casi) desapercibidos para la población, como mucho se pasa de puntillas sobre ellos en los medios de comunicación públicos y subvencionados o se minusvaloran haciéndolos pasar como si de meras anécdotas se tratasen.

Me refiero a las pintadas amenazadoras en sedes de partidos como Ciutadans, UPD, PP o, incluso, el PSC  (parece que en los extremos del nacionalismo no se acepta la más mínima disensión en el proceso de “construcción nacional”), el último episodio de lanzamiento de piedras a las oficinas de Ciutadans, la “ocupación independentista de la sede de UPD en Barcelona, las agresiones a militantes o la costumbre de arrojar basuras en la puerta del local del PP en Sant Cugat, testimonian que algo está pasando en Cataluña.

La tibia reacción institucional y la nula respuesta de los poderes públicos catalanes parecen otorgar cierto plácet a quienes se creen con la potestad de atacar violentamente –aquí hablamos de violencia política- a todo aquél que no comulga con las ideas nacionalistas, estos episodios se asemejan cada vez más al acoso que se vivió (y se vive) en el País Vasco, y podrían encuadrarse en la cada vez mayor fractura social que sufrimos los catalanes.

Naturalmente toda esta violencia política se inspira en una ideología (la nacionalista) que concibe una catalanidad politizada, una forma unívoca de entender no solo la identidad sino también la legitimidad sobre decidir qué es propio y qué impropio en la arena sociopolítica catalana, de esta mentalidad de propiedad, de estas profundas convicciones excluyentes, de este caldo de cultivo totalitario es de dónde surgen estos grupúsculos violentos, la paradoja es que parte de estos grupos se creen antisistema pero, en verdad, son una parte fundamental del Sistema.

Sistema acostumbrado a la hegemonía, que ha conquistado –gracias a más de treinta años de imposición identitaria- las mentes y costumbres de muchos catalanes, que han acaparado los mensajes políticos, que han ganado la batalla del relato político, que manipula a su necesidad la agenda política, y ahora parece que ya ha llegado el momento del control territorial, de provocar el miedo físico y sicológico a la disidencia interna, a los que nos oponemos democráticamente a la imposición nacionalista.

Para quienes están convencidos de ser depositarios de Verdades universales su política siempre será maniquea, estarán siempre dispuestos a la asfixia política de todo el que no se ajuste a las verdades casi reveladas, concebirán como una anomalía a extirpar a los que no estén iniciados en los misterios independentistas, partirán de la convicción de que los partidos no nacionalistas son algo ajeno a la política catalana, como si de una enfermedad o un cáncer político se tratara.

Pero el problema no solo está en que se permita, no se persiga o no se condene con contundencia a quién practica esta violencia, o ni si quiera que los partidos de la órbita soberanista parezcan ajenos a estos episodios, la cuestión radica, en mi opinión, en que la sociedad catalana parece haber desarrollado cierto grado de tolerancia ante esta violencia de baja intensidad, parece que se haya interiorizado una moral de la sumisión, una moral politizada, una moral de esclavo que acepta como lógicos e inevitables ciertos castigos –normalmente sociales- para quienes no siguen las “buenas” costumbres nacionalistas o no se limita a otorgar con el silencio.

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