Diario de un NO nacionalista

El nacionalismo se asusta: ¡Qué vienen los alemanes!

El nacionalismo se asusta: ¡Qué vienen los alemanes!
Cataluña, independentismo y nacionalismo. CT

“… ¿no pueden dar lecciones o es que no quieres aprender de las lecciones aprendidas por los alemanes?, resulta más que sorprendente que los “desbanalizadores” del nazismo, los que exigen que no se les compare con el movimiento nacionalsocialista, tengan el atrevimiento de lanzar a la cara, precisamente el nazismo, a unos ciudadanos alemanes por el mero hecho de llevar la contraria…”

La denominada “Declaración de Barcelona” en la que una serie de directivos y empresarios alemanes residentes de Cataluña alertan de las consecuencias de la deriva nacionalista catalana ha levantado ampollas, suspicacias y más de una salida de tono, pero más allá de la estridencia del que se cree saberlo (casi) todo de antemano o del que pretende acaparar (casi) todo el debate, resulta interesante observar cómo encajan la disensión los “defensores de las libertades de Cataluña”.

El siempre lenguaje hiperbólico nacionalista se suele disfrazar de moderación e, incluso, de ¡modernidad y progresismo!, sin embargo, cuando el monólogo se tropieza con eso que es cada vez más extraño en la Cataluña esencialista, cuando se topa con el diálogo –básicamente con una opinión o certeza contraria- emerge con fuerza el espíritu excluyente que no tolera la diferencia, ni propia…ni mucho menos ajena.

Resulta chocante observar cómo los defensores de la independencia aceptan como un hecho “natural” las adhesiones incondicionales y públicas al Proceso soberanista (desde asociaciones empresariales, organizaciones civiles, grupos de jueces…), pero toman como una traición ¿a la patria? cualquier postulación contraria al referéndum de autodeterminación, más aun si quienes lo hacen pertenecen a la nación más poderosa de Europa.

Imagino que esta visceralidad es para tratar de esconder la más cruda de las realidades a las que se enfrenta la “construcción nacional”: el destino geopolítico de una Cataluña independiente es convertirse durante muchos años en un paria de Europa, en un mendicante de favores ajenos, básicamente porque para estar en el proyecto europeo tienes que pasar la cancillería alemana, y a los alemanes les repele el discurso nacionalista, ¿por qué será?

Pero veamos una de las reacciones a la “Declaración de Barcelona”, la siempre “moderada” Pilar Rahola, en su artículo publicado en La Vanguardia del pasado jueves día 14 de febrero titulado “Danke”, naturalmente esta declaración la encuadra en el “discurso del miedo”, los argumentos contrarios a la independencia son y deben ser siempre denostados, siempre encuadrados en una estrategia “superior” y coordinada por fuerzas extrañas y destructivas, la “ilusión” (o el ilusionismo) y lo constructivo es y deber ser terreno nacionalista.

 En el último párrafo encontramos el nudo principal del razonamiento con el que pretende deslegitimar a los empresarios alemanes, dice así: “Unos señores nacidos en el país que llevó su nacionalismo imperialista a cotas de tragedia inimaginables ¿no deberían ser un poco más prudentes a la hora de señalarnos con el dedo del fervor nacionalista? Lo digo porque no creo que puedan darnos lecciones de lo que es la lucha contra los sufrimientos que el nacionalismo exacerbado puede hacer a los pueblos y a las gentes”.

Es decir, que quiénes han nacido en un país que sufrió los embates y la locura del nacionalismo ¿no pueden dar lecciones o es que no quieres aprender de las lecciones aprendidas por los alemanes?, resulta más que sorprendente que los “desbanalizadores” del nazismo, los que exigen que no se les compare con el movimiento nacionalsocialista, tengan el atrevimiento de lanzar a la cara, precisamente el nazismo, a unos ciudadanos alemanes por el mero hecho de llevar la contraria, por el mero hecho de disentir del discurso único y unívoco del nacionalismo.

Así que, puestos a comparar, cabría recordar que el movimiento nacionalsocialista no comenzó con la Solución Final, como casi todos los totalitarismos, fue un crecimiento paulatino en la locura, empezando por la inoculación del esencialismo culturalista, por la imposición de un discurso único que se convirtió en pensamiento único, por el arrinconamiento y posterior destrucción de lo disidente, por la sacralización de lo político (Safranski), por la ideologización de lo moral, por la corrupción del espíritu romántico y la disolución del individuo en el magma del Proceso superior.

No hace falta ser muy avezado para comprobar que en el discurso practicado por el nacionalismo catalán siempre refieren al “pueblo catalán” como si de un cuerpo orgánico se tratase, como si de un objeto heterónomamente determinado se tratase, como si fuese la cosa en sí, este organicismo es una de las características de los totalitarismos, subsumir al individuo en una comunidad del pueblo adscriptiva, de ahí solo hace falta llegar a convencerlo y hacerlo partícipe (concienciarlo) de su pertenencia, de su dualidad como persona y comunidad, de su sumisión a esta última.

Esta doble existencia, esta voluntaria subordinación a la Causa, también se traduce en algo que será reconocible para cualquier persona mínimamente informada en temas de la actualidad, los alemanes convencidos e iniciados en los misterios del nacionalismo alemán, tenían una existencia social y profesional rutinaria, pero siempre acudían prestos a los actos de masas, a las manifestaciones de adhesión al Régimen, a las marchas de exaltación “nacional”, estaban siempre dispuestos a la manifestación pública de pertenencia a la “comunidad del pueblo”, ¿a qué les recuerdan este tipo de movilizaciones?.

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