Diario de un NO nacionalista

La razón de Estado nacionalista: Pensamiento único, multipartito único

La razón de Estado nacionalista: Pensamiento único, multipartito único
El exconseller Ernest Maragall, que abandonó el PSC y ahora lidera Nova Esquerra Catalana. EP

“… españolidad (en todas sus formas y graduaciones) que es tomada como una corrupción de la catalanidad (nunca como un factor que de suma democrática), como una herejía en la ortodoxia “nacional”, como si se tratase de un error de la historia, una anomalía identitaria que debe extirparse…”

Desde las filas nacionalistas, aquellas que otrora se denominaban catalanistas y ahora han mutado a un simple y descarnado independentismo, parecen estar empeñados en exigir el grado de adhesión a la Causa a cualquier político o persona de cierta relevancia pública, parece que solo exista un camino: el de la revelación soberanista (sincera o no), una vía que permite el reenganche en lo público y, casi asegura, la notoriedad mediática, pero no me refiero únicamente a los casos de las “deserciones” en el PSC, no, es algo cuyo calado es mucho más cultural, algo que permea en la moral de la ciudadanía.

Resulta sorprendente y preocupante que los “adheridos” recientes al Proceso no solo sean aquellos que, gracias a dos funestos Tripartitos, pusieron las bases que nos conducirían a un callejón sin salida, a un premeditado “choque de trenes”, a una propiciatoria fractura de la sociedad catalana (como Ferran Mascarell o Ernest Maragall), no, hablo de una intelectualidad entusiásticamente orgánica, a un periodismo reconvertido a independentista que, hasta hace no mucho, se denominaba como “moderado” y, sobre todo, a las razones que suelen aducir para esa metamorfosis y a un relato profundamente irracional y totalizador.

El pasado martes día cinco de marzo, Pere Navarro fue entrevistado en la radio catalana del Grupo Godó, RAC1, naturalmente el tema que monopolizó la entrevista fue la independencia, pero no quiero detenerme en las preguntas/mitin que pretendían poner contra las cuerdas al líder socialista catalán (preguntas que siempre intentan reducir al absurdo el discurso contrario), en este caso quiero destacar la interpelación que le hizo el periodista Rafael Nadal –previo reconocimiento de su pasado “federalista” y su convencimiento de ser una vía muerta al menos en una generación-, pues bien, este es un resumen del diálogo (el Món a Rac1 10:00):

  • ·       Rafael Nadal: “… ¿podemos contar los ciudadanos a la recíproca que usted será leal si en estas elecciones ganan la fuerzas independentistas…a favor de la que decisión de los ciudadanos de Cataluña puedan llevarse a la práctica?…”
  • ·       Pere Navarro: “… sin ser anti-independentista no es mi proyecto, es un mal negocio para Cataluña pero también para España…”
  • ·       Rafael Nadal: “…pero se puede trabajar a favor del país, en esta hipótesis…”

Y es, precisamente en esta última afirmación, dónde encontramos una de la claves sobre las que se está cargando de razones el discurso del nacionalismo, ya hasta los moderados hablan de trabajar a favor del país, ya se empieza a confundir eso que llaman “país” con ideología, ya estamos en la fase en que esta especie de partido “transversalmente” único independentista camuflado tras distintas siglas se convierte en el partido del Estado, del “País”, de la sociedad misma…pero ¿de qué tipo de razones se trataría?, pues algo tan prosaico como la razón de Estado de un estado inexistente, de un país solo imaginado.

Esta razón de Estado nacionalista parece hundir sus raíces en la Edad Moderna, es la praxis de la política/espectáculo, de los actos y las movilizaciones sociales, de los discursos tan escatológicos como vacíos, es la concreción del proyecto, concreción que pasa por usar todos los medios a su alcance hasta fundar un Estado anacrónicamente decimonónico, medios que están por encima de la esa “voluntad popular” que tanto dicen defender, voluntad que hoy día, en la política catalana, no es más que voluntad mediatizada.

Conciben un estado organicista, una “actualizada” concepción negativa de la naturaleza humana, pero dicha concepción negativa es ahora social y culturalista en vez de ontológica, está fundamentada en función de la españolidad de la ciudadanía catalana, españolidad (en todas sus formas y graduaciones) que es tomada como una corrupción de la catalanidad (nunca como un factor que de suma democrática), como una herejía en la ortodoxia “nacional”, como si se tratase de un error de la historia, una anomalía identitaria que debe extirparse, esa es la razón de estado que subyace al discurso “ilusionante” que nos vende el independentismo: desaparición forzosa de la pluralidad cultural y lingüística en Cataluña en pos de un mundo proyectado, de una ciudadanía homogeneizada.

 

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