Ya lo dijo Montoro en su intervención: la cosa viene de lejos

El devastador testimonio del empresario que denunció los líos de CiU

Las "mordidas" no sólo eran habituales en la Generalitat sino que los implicados estaban dispuesto a cualquier cosa por ellas

El devastador testimonio del empresario que denunció los líos de CiU
Jordi Pujol Agencias

La confesión de Jordi Pujol sobre sus desmanes económicos ha abierto la veda y parece que las «mordidas» estaban a la orden del día en la Generalitat desde hace muchos, muchos años.

Mientras la Justicia sigue su curso y la juez de Barcelona que investiga la fortuna que Pujol mantuvo oculta ha requerido al Banco de Madrid información sobre varias cuentas de la esposa del ex presidente, Marta Ferrusola, y cuatro de sus hijos, siguen saliendo a la luz casos y testimonios escalofriantes que ponen los pelos de punta al respetable. El goteo es incesante.

Sin ir más lejos, este miércoles Carlos Herrera recibía en antena el sobrecogedor testimonio de un pequeño empresario catalán que se vio obligado incluso a dejar España para poder seguir trabajando por negarse a entrar en el juego de las comisiones que practicaba CiU con toda la «normalidad» e impunidad del mundo.

Juan Antonio Salguero declaró ante la Fiscalía de Barcelona haber pagado comisiones del 20% por 18 obras realizadas con la Generalitat y ahí comenzó su calvario. Los mismos que ponían la mano no estaban dispuestos a dejarle denunciar las mordidas como si tal cosa y le enviaron una inspección de Hacienda «que duró tres años, cuando el límite legal son seis meses», «me impusieron una sanción llena de falsedades, me la estaban imponiendo por denunciar».

Todo comenzó cuando Salguero fue contratado por la Generalitat de Cataluña para realizar unas reformas con fondos europeos: «Lo que te vendía la Generalitat de Cataluña y lo que me dijeron a mí estos señores de CiU es que ellos haciendo país, conseguían fondos europeos, compraban unas viviendas, las rehabilitaban se las daban a jóvenes sin recursos, a los cinco años los echaban, se lo daban a otros jóvenes, y ese patrimonio quedaba siempre en la Generalitat y ellos hacían país así».

Eso sí, «lo que no decían nunca es que ellos se llevaban comisiones en la compra de las viviendas, en la rehabilitación de las viviendas y que de hacer país, nada, eso era un saqueo a la Generalitat» en toda regla.

Sin pelos en la lengua, Salguero hasta puso nombres y apellidos al saqueo, señalando, «como en las mejores películas de la mafia» al «jefe de policía, el señor Felip Puig, número dos, portavoz de Convergencia y conseller de Interior». De hecho, puntualizó, «el hermano del señor Puig es el socio de Pujol Jr.».

El procedimiento no podía ser más básico, no hacía falta ni incrementar la factura: «Yo ya tenía la factura con el 20% incrementado y la tenías que aceptar. Y si no, no cobrabas. Les daba igual que no pudieras pagar a la gente que no pudieras pagar la seguridad social que no pudieras pagar el IRPF, que no pudieras a los proveedores… Eso era lo que había como las lentejas, o las tomas o las dejas».

No había maletines, porque las cantidades no eran excesivas, pero el procedimiento de la mordida no tenía nada de sofisticado: en metálico, a la antigua usanza. «Yo lo vi una vez, me dieron 18 reformitas, 18 pisos, y cuando vi lo que había les denuncié. Luego me ofrecieron muchísimas llaves de pisos, para seguir trabajando con ellos, dije que no, sólo he trabajado una vez con ellos y ya me pareció bastante asqueroso lo que hice». El testimonio de Salguero no tiene desperdicio. Sólo en la partida que él hizo, el 20% ascendía a 108.000 euros, «si hubiera continuado trabajando con ellos, me hubiera hecho rico».

Pero no. Lo denunció. Y a partir de ahí, sólo perjuicios. Y eso que mientras el Parlament de Cataluña vivía sus días más intensos cuando Maragall soltó la bomba del 3%, «la jefa de prensa de CiU estaba tomando café conmigo. Y lo único que quería es que no se supiera nada».

Salguero no tuvo más remedio que poner tierra de por medio: «No pude seguir trabajando en España para que la Hacienda catalana me siguiera torturando y sacando dinero y yo viera a mi mujer y a mis hijos trabajando solamente para pagar sanciones que obviamente no eran correctas. Porque a mí Hacienda para sancionarme no me pidió ni una factura falsa, ni nada sin declarar. No encontraron ninguna anomalía. Tuvieron que cambiarme la manera de tributar para poder sancionarme. Y aún estoy esperando. El señor Solbes no me mandó a nadie y el señor Montoro no me ha mandado a nadie. Es que no interesa. Son cómplices todos del saqueo que ha tenido el pueblo catalán».

 

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