¿Cambiarán el nombre al meridiano de Greenwich, llamándole «meridiano de Montjuich»?

El aprendiz de brujo

Es hora ya de que los catalanes contrarios a la independencia detengan la gran traición de unos independentistas que quieren romper con España con solo el 48% de los votos

El aprendiz de brujo
Una independentista con la estelada de Ctaluña pintada en la cara. CT

Decía Lord Wellington en cierta ocasión que «España es el único lugar del mundo en el que 2 y 2 no suman 4». Suponemos que esa frase la diría después de darse una vuelta por Cataluña, que seguro que ya prometía en aquellos tiempos la originalidad creativa que demostraría después.

El otro día, sin ir más lejos, los genios matemáticos de la Generalitat montaron un descacharrante «numerito» cuando manifestaron «urbi et orbe» que el porcentaje del 48% de quienes votaron SÍ a la independencia es mayor que el 52% de quienes votaron NO.

El «numerito» catalán de marras tiene claramente su antecedente en la ONCE, pues, según el hierofante Arturo, hay que descontar el 11% de los votos de las pasadas elecciones, pues «fueron a candidaturas que han pedido repetidamente que no se cuenten sus votos ni a favor ni en contra». O sea, que los del SÍ se quedan igual, con el 48%, sin descuento ninguno, mientras que del 52% del NO hay que quitar el 11%., con lo cual la cifra real se queda en el 39%. Chapeau. Esto es numerología mágica, cábala a espuertas, y lo demás son pamplinas.

Pero no se crean, estos cabalistas y aprendices de brujo también saben hacer prestidigitación con las palabras, ya que han entendido el NO del pueblo catalán al secesionismo como un SÍ, por lo cual el Hechicero Supremo asegura en un artículo de opinión publicado este miércoles en la edición europea de la revista digital «Político» que «el nuevo Parlamento de Cataluña y el nuevo Gobierno [de la Generalitat] harán pronto una declaración pública anunciando el inicio de un proceso político que culminará con la completa independencia».

Otro NO que han transmutado por extraña alquimia en SÍ ha sido la negativa de Europa a apoyar su locura independentista, manifestada hasta la saciedad por personalidades de la UE, y por jefes de Gobierno. La verdad es que todas estas chorradas, más que magia potagia, son potagia mentira.

Y yo me pregunto qué parte de esos NO han sido incapaces de comprender los indepes: NO del pueblo catalán, NO de España, NO de Europa, NO de la Galaxia entera… Yo que Wellington habría añadido una frase lingüística a la de los numeritos: «Cataluña es el único territorio del mundo en el que un NO es un SÍ».

Pero seguro que la brujería catalana no se quedará aquí, pues la tramontana creativa que agita las esteladas apunta al infinito y más allá. Como decía Albert Boadella, «el nacionalismo catalán no acepta la realidad, es un mundo virtual: la Cataluña real no le interesa». ¿Dónde pondrán el volante a sus coches? ¿Por qué lado de la carretera conducirán? ¿Medirán las distancias en butifarras?

¿Cambiarán el nombre al meridiano de Greenwich que pasa por Cataluña, llamándole «meridiano de Montjuich»? ¿Dirán acaso que la verdadera tumba de san Pedro está en Montserrat, por lo cual tendrán su Papa català? Ya nos hemos enterado de que tanto Colón como Cervantes eran catalanes, y uno de estos días los indepes abarretinados nos comunicarán que lo que Neil Armstrong quiso decir realmente cuando pisó la Luna por primera vez fue: «Ès un petit pas per a un català, pèro un gran pas per a tot Catalunya». Pura magia.

A mí la aventura esta del catalanismo irredento me recuerda sobremanera el relato del aprendiz de brujo, recogido por una balada de Goethe desde sus orígenes clásicos, donde se narra la historia del aprendiz de un mago que, en ausencia de éste, le roba las palabras mágicas con el fin de que su poder dé vida a una escoba para que haga por él el trabajo que el mago le había asignado.

El hechizo funciona, y la escoba hace infatigablemente su trabajo de acarrear agua para limpiar el gabinete del mago. Sin embargo, el aprendiz de brujo no sabe cómo parar la escoba, que empieza a tener vida propia, por lo cual todo comienza a inundarse. No se le ocurre otra cosa que romperla, pero cada astilla se convierte en una nueva escoba, con lo cual el problema no hace sino agravarse. Finalmente, aparece el mago y detiene aquella catástrofe. La moraleja es clara: hay que respetar las normas, hay que ser responsables, no hay que meterse en camisa de once varas… En una palabra: no empieces lo que no puedes acabar.

¿Cuál era esa palabra mágica que daba vida a las escobas?: independencia, claro está, el problema es que se independizaron demasiado, y todo acabó en desmadre, hasta el punto de que el aprendiz le explica al mago que los espíritus a los que llamó no le obedecían, y quedaron fuera de control, hasta provocar la inundación. Como diría John Wayne: «Ya no son blancos: ahora son comanches».
Traduciendo la historia, Arturito es el «pseudoMerlín», y los espíritus rebeldes son los partisanos de la CUP, que han dado un auténtico «CUP de force» al exigir que el Govern provisional inicie ya la ruptura con España antes de hablar de la investidura del futuro President.

Nada de mantener al enfermo en coma 18 meses con desconexión progresiva: ¡eutanasia ya! Las escobas barredoras de lo español ya están fuera de control, y la inundación se anuncia pavorosa, y más si se tiene en cuenta que la CUP ha presentado también 39 exigencias de «rescate ciudadano» imposibles de asumir.

¿Quién parará este apocalipsis catalán? Pues deberá ser la magia de ese 52% de catalanes que votaron que no, a los que se quiere estafar y ahogar en un diluvio de mentiras, chalaneos y manipulaciones.

¿Consentirán que se les tome el pelo, que los pongan por tontos? ¿Cuándo harán una Diada para pasear a pecho descubierto, para demostrar su fuerza, para gritar a los cuatro vientos su protesta contra los aprendices de brujo que amenazan con la devastación de Cataluña?

De no hacer nada, se cumplirían aquellas palabras de Manuel Azaña: «Vendría a ser el pueblo catalán un personaje peregrinando por las rutas de la Historia en busca de un Canaán que él solo se ha prometido a sí mismo, y que nunca encontrará».

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