Vivimos en un entorno globalizado y pretendemos que nuestros estudiantes compitan en él, pero ni de lejos hemos conseguido que los chicos salgan de bachillerato conociendo la lengua franca: el inglés
A punto de iniciar un nuevo curso, tras cerrar el más extraño, caótico y probablemente improductivo de la Historia, es imposible saber del todo qué van a estudiar, cómo y dónde los niños y chavales de España.
El Ministerio de Educación ha presentado su “guía definitiva”, que puede acabar siendo tan provisional como casi todo lo que ha anunciado hasta la fecha el Gobierno PSOE-Podemos.
Ahora dice que las ratios de alumnos por clase serán flexibles.
Antes hablaba de dar las clases al aire libre aprovechando el buen tiempo.
O de dividir a los alumnos, de manera que unos asistieran físicamente a las aulas y otros aprendieran desde casa.
Y también llegó a anunciar la creación de “grupos burbuja” reducidos para minimizar el riesgo de contagios que, de repente, serán menos «burbuja» y más masivos.
En resumen, nada de lo dicho sirve ya, y se acabará aplicando lo que cada Comunidad Autónoma quiera, extendiendo al terreno educativo la ceremonia de traspaso de responsabilidades a las regiones al coste que sea.
Esto es de coña.
Se llamen LOGSE, LOCE o LODE… se parecen tanto en sus siglas como en su poca eficacia.
Franquistas o democráticas, socialistas o populares… ninguna de ellas ha conseguido que los estudiantes españoles salgan de la escuela, como decía el famoso anuncio publicitario, “jóvenes aunque sobradamente preparados”.
Al menos, así lo muestran las pruebas internacionales.
Fracaso escolar, indisciplina, maestros desmotivados… Y lo peor: el abandono.
Ninguno de los sucesivos cambios legislativos ha superado siete obstáculos que jalonan el fracaso de los planes educativos en España.
LAS SIETE PIFIAS DE LA EDUCACIÓN EN ESPAÑA
- 1.¿Buenos profesores… poco formados y mal pagados?
Para lograr un sistema educativo excelente se necesita un profesorado sometido al mismo nivel de exigencia y reconocimiento laboral. Un sueldo relativamente bajo (unos 1500 euros, según la Asociación Nacional de Profesores de Enseñanza), y una formación no especialmente exigente (tres años de carrera en caso de primaria) no atraen a los talentos más capaces. - 2. ¿Rendimiento sin disciplina?
Queremos que los alumnos rindan en la escuela, pero quitamos autoridad a los profesores, uno de los colectivos que más bajas por depresiones sufren, según han denunciado los sindicatos. - 3. Poca flexibilidad curricular
Como la mayoría de los países desarrollados, tenemos una educación obligatoria hasta los 16 años. ¿Y qué ocurre con los niños que a los 12 ó 13 muestran claramente que no disponen de aptitudes para el estudio? Hasta ahora, tienen que esperar hasta los 16 años si quieren pasar a formación profesional. Con la ley Wert esta espera se reduce un año. Aún así, existe un periodo de dos o tres años con baja flexibilidad curricular, lo que repercute en la alta tasa de abandono escolar temprano que presenta España. - 4. ¿Sin inglés? «It’s very difficult todo esto«
Vivimos en un entorno globalizado y pretendemos que nuestros estudiantes compitan en él, pero ni de lejos hemos conseguido que los chicos salgan de bachillerato conociendo la lengua franca: el inglés. Ninguno de nuestros presidentes democráticos, a excepción del breve Calvo Sotelo, sabía inglés.
Como explica la consultora The Hay Group, el 70 por ciento de los directivos españoles no habla inglés, uno de los más altos de niveles en Europa. - 5. Una norma para todos y 17 encargados de aplicarla
Prácticamente todas las leyes educativas de la democracia, no sólo la de Wert, han venido precedidas de polémicas, conflictos y enfrentamientos sociales. Pero además las competencias educativas están transferidas a las comunidades, lo que suele añadir discrepancias entre poder central y autonómico. La más sonada, la de los planes de estudio y el distinto número de horas dedicadas a las mismas asignaturas. En Cataluña incluso persiste el conflicto por algo tan elemental como el tipo de lengua en el que se puede escolarizar a los niños. - 6. Los examinadores no se examinan
¿Quién evalúa a los colegios públicos? ¿Y a los profesores? ¿Qué pasa si los alumnos de una escuela obtienen sistemáticamente malos resultados? ¿Y si ocurre lo contrario? ¿Se les reconoce? Paradójicamente, los encargados de evaluar a nuestros hijos no son evaluados. - 7. Queremos valores humanos, pero… ¿cuáles?
Tanto la religión católica como la formación para la Ciudadanía, dos asignaturas nutridas de valores, han supuesto una fuente de conflictos permantente tanto para gobiernos socialistas como populares. El carácter obligatorio u optativo, la evaluación, el peso en el currículum y los contenidos de las asignaturas siguen en permanente cuestionamiento desde hace décadas.