Carta a todos los partidos políticos

Es el momento del Pacto Educativo

Es el momento del Pacto Educativo
Educación, escuela, tecnología y adición. Maximino Soriano.

A igual que decía José Antonio Marina hace ya algunas fechas, hay unas cosas que son vitales para una sociedad, para un país y para cualquier ciudadano que se precie. Esto es la sanidad y la educación, como algo irrenunciable. Debiendo estar esto por encima de las ideologías y de los partidos.

Como muy acertadamente decía el profesor Marina, la educación no es sólo competencia de un ministerio, debiendo estar implicado desde el Ministerio de Hacienda -para aportar la financiación necesaria-, a los Ministerios de Sanidad y Asuntos Sociales –para que contribuyan a las mejoras en la salud física, mental y social, o sea, a el correcto equilibrio personal, emocional, adaptativo y afectivo-motivacional–, y como no al Ministerio de Educación, que debe ser el garante o vertebrador para que todo esto redunde en los procesos de enseñanza-aprendizaje del alumnado de y en «toda» España.

Sin esta coordinación vertebrada se perderá el Ave de la sociedad del conocimiento, por la diatriba partidista y/o «bandista» tal como ya sucedió con la Ilustración y con la Revolución Industrial.

La amenaza constante de que todo gobierno entrante, lo primero que se propone es derogar la ley anterior, ya cansa a la ciudadanía, y sobre todo, aburre y desmotiva a los profesionales de la educación.

En ese artículo de Marina se cuestionaba lo siguiente: ¿por qué en Sanidad somos el tercer país sobre un estudio con 32 países y en Educación el 32?

Pues parece evidente que se debe más a una cuestión de gestión y planificación, que a un problema de presupuestos.

Personalmente, empecé mi carrera docente a finales de los años setenta -con la EGB y el BUP, proseguí en la década de los 80 trabajando en centros experimentales de la Reforma, Nuevas Tecnologías, Orientación, hasta que llegó la LOGSE. He trabajado como maestro, profesor de secundaria, en la mayoría de los casos como profesor y orientador, llegando a ser doctor, catedrático, profesor universitario, y profesor de formación de postgrado. En suma, creo que sí conozco todos los niveles educativos. Y esto me lleva a la siguiente reflexión.

En la década de los 80 los profesionales de la educación teníamos «ganas» de cambiar las cosas, ganas de mejorar la situación de nuestros alumnos, así como de nuestra carrera profesional. Apenas emergían las ideologías y menos los reproches sectarios y partidistas. Se trabajaba para progresar -palabra que parece que sólo es patrimonio de ciertas ideologías políticas-, todos en nuestra sociedad, en nuestro sistema educativo, e incluso en la carrera profesional aspiramos al progreso.

En la LOGSE, lo que realmente ha resultado pernicioso y negativo ha sido su implantación, aplicación y desarrollo, ya que desde las transferencias autonómicas de las competencias educativas se ha ido haciendo un uso sectario de la educación, un uso partidista y negativo en el que se ha concretado este «reino de taifas» en que se ha constituido nuestro mapa educativo. No se piensa con sentido de estado. Valga como ejemplo, al extremo que se ha llegado, que consiste que si un profesor pretende hacer un curso de formación en una comunidad de la que no es funcionario no se le certifica por la Consejería de Educación, o incluso si se pretende hacer un curso de formación interprovincial entre varias provincias de una misma comunidad, la Delegación de Educación de esa provincia se niega a certificar a profesores de otras provincias de su comunidad; y ojo, no es por cuestiones económicas, puesto que el coste que le puede suponer a la administración educativa es cero euros.

Estamos en un momento coyuntural en el que el profesorado está harto, cuando no quemado, en el que su situación laboral ha sido machacado, sin expectativas, y lo que es más sin motivación ni extrínseca ni intrínseca.

Necesitamos una Ley General de Educación, que sea estable y duradera, que sea técnicamente equiparable a las demandas actuales, que potencie la labor profesional con una carrera docente que anime al esfuerzo de los profesores para mejorar su perfil profesional, y por lo tanto, que su sueldo pueda ser complementado en base a ese crecimiento profesional, a través de una formación continua, que implemente la investigación en la acción. Y que no siga siendo un profesional del mismo nivel el día que empiezas que el día que te jubilas.

En una década se puede implantar y corregir los defectos que tiene nuestro sistema educativo. Antes nombraba los centros experimentales de la reforma de la década de los 80, pues bien entones se decía que todo proyecto sale adelante con un 25% de las plantillas que «tire de él» y no teniendo más de 50% en contra. Pues bien, desgraciadamente hoy pienso que entre las plantillas no existe ese 25% motivados para «tirar» y si puede haber más de ese 50% al que «ha quemado» la propia administración educativa.

En los informes Pisa se nos repite un estudio tras otro, la posición que tiene España, su bajo rendimiento en Comprensión lectora y en Resolución de problemas matemáticos. Pues bien: ¿por qué no cambia esto? Pues porque no se ha abordado en los centros de formación del profesorado las causas de este bajo rendimiento, incorporando en sus programas el aprendizaje de técnicas, habilidades, estrategias de aprendizaje que favorezcan un cambio en las metodologías y por lo tanto, en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Sin esto, es casi imposible bajar el fracaso escolar vigente.

Solo los profesores pueden convertir los centros actuales en centros de calidad, pero esto no se conseguirá si las administraciones educativas no potencian su figura profesional, no implementan su rol en la sociedad, no «gratifican» de alguna manera su esfuerzo, que no debe ser exclusivamente de tipo económico, sino a través de apoyo a la formación continua, apoyo a la investigación, al premio a profesionales destacados cuyo esfuerzo y producción investigadora, redunde en el propio sistema educativo del que forma parte. Al igual que hay alumnos excelentes también hay profesores excelentes a los que casi nadie se lo reconoce.

Desde hace años se sostiene que todo el alumnado tiene y puede llegar a las mismas metas educativas. Pues bien, esto no es cierto ni posible. Y me explico: Es necesario y loable que todo ciudadano de este país puede acceder al máximo de sus posibilidades cognitivo-intelectuales, sin limitaciones por sus condiciones personales -sociales o económicas-, pero igualmente es cierto que determinado número de alumnos no tienen capacidad para lograr o alcanzar los objetivos mínimos para la titulación. Y no se puede igualar a todos por «debajo», al alumnado «excelente» también hay que primarle, ya que son una inversión para que un país progrese y crezca -y como dije antes esto no es solo patrimonio de los autotitulados «progresistas». Casi el 100% de la población se ESFUERZA POR PROGRESAR tanto a nivel personal como social.

Necesitamos un proyecto común para todo el estado, aunque su gestión pueda realizarse desde las comunidades; un proyecto en el que los programas educativos sean equiparables, en el que los editores de materiales educativos crean en un proyecto nacional, y no en diecisiete. No basta con una nueva reforma o ley educativa, hay que darle consistencia y apoyo, y sobre todo, minimizar el rechazo visceral a todo «lo que no propone mi partido político». Hay que dar peso y voz a los profesionales de la educación, ya que sin ellos el «barco hará aguas nuevamente».

Soy un tanto pesimista, y mucho tendrían que cambiar las cosas para una mejora rápida, ya que la situación socio-emocional del profesorado -y de la sociedad española- está mucho peor que hace tres décadas. Hace falta implementar un cuerpo de gestores educativos, que potencien y tecnifiquen la figura de los equipos directivos, donde exista una dirección que gestione el funcionamiento del centro a nivel interno y externo, unas jefaturas de estudios que más que de la gestión del personal del centro, se ocupen de la organización y dinamización didáctica, pedagógica, y psicológica de los proyectos, programas y programaciones de cada centro, y un secretario -que ahora es un docente- que se ocupe de la gestión de personal, ya que el secretario actual no suele estar formado en este rol o función.

Igualmente se hace necesario que la inspección educativa, no sólo supervise la aplicación de la legislación vigente, sino que además sea capaz de ejercer su otra función, que precisa de asesorar, de planificar, de motivar, de movilizar, de desactivar resistencias de estos profesionales -cuestión que escasamente ejercen en la actualidad- en nuestras escuelas, colegios e institutos.

Si queremos que esto remonte necesitamos movilizar a la comunidad educativa: docentes, equipos directivos, inspectores, familias, municipios, y sobre todo, que los «políticos lo tengan claro».

Todo cambio que se precie debe empezar por los centros educativos y, con los docentes que tenemos. No se puede esperar a que nuevas generaciones de profesores traigan ideas nuevas.

Tan negativo será que el nuevo Gobierno, mantenga la LOMCE o que la derogue, si no cuenta con ese apoyo mayoritario socialmente, ya que no basta con la votación de la mayoría en el Parlamento español. Los sindicatos «están desaparecidos» no tiene impronta ni presencia en los claustros. Quizás deban meditar qué han o no han hecho. Su rol para este cambio es necesario.

Un Pacto educativo es vital para nuestro país, y para nuestros ciudadanos.

¡¡¡SEÑORES POLÍTICOS Y ADMINISTRADORES EDUCATIVOS, IGNORANDO A LOS PROFESORES Y A LA SOCIEDAD A LA QUE SIRVEN NO VAN A CONSEGUIR NI CALIDAD EDUCATIVA NI LOS CAMBIOS QUE SE REQUIEREN¡¡¡

José Luis Galve Manzano
Dr. en Psicología. Catedrático de Psicología y Pedagogía de E.S. Orientador. Maestro.
Coordinador de CIDEAS. Colectivo para la Investigación y Desarrollos Educativos Aplicados.

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