Antropólogos del Dartmouth College (EE.UU.) han analizado un pie diminuto, aproximadamente del tamaño de un pulgar humano, parte de un esqueleto casi completo de una hembra joven de Australopithecus afarensis de 3,32 millones de años, y han determinado que, aunque cuando nuestros ancestros se pusieron en pie, hace más de 3 millones de años, los pies de sus hijos pequeños mantenían rasgos similares a los de los simios, que favorecen trepar a los árboles, según Beatriz de Vera, N+1.
Los restos fueron descubiertos en 2002 en la región de Dikika de Etiopía por Zeresenay (Zeray). Aunque Australopithecus afarensis se consideran la primera especie que caminó erguida, la relativa fortaleza de los brazos y piernas de este homínido demuestran que pasaba gran cantidad del tiempo subido a árboles, por lo que los científicos consideran que se encontraba a medio camino de desarrollo entre los chimpancés y los humanos modernos. El estudio, publicado en Science Advances, arroja luz sobre “cómo era caminar para un niño de 2 años y medio, hace más de 3 millones de años», dice el autor principal, Jeremy DeSilva.
Al estudiar la anatomía notablemente preservada del pie fósil, el equipo de investigación intentó reconstruir cómo habría sido la vida hace años para este niño pequeño y cómo sobrevivieron nuestros antepasados. Examinaron para qué se usaría el pie, cómo se desarrolló y qué nos dice sobre la evolución humana. El registro fósil indica que estos antiguos ancestros caminaban bastante bien a dos patas. «Caminar sobre dos piernas es un sello distintivo de ser humano. Pero caminar mal en un paisaje lleno de depredadores es una receta para la extinción», explicó DeSilva.
Dado que el fósil del pequeño pie es la misma especie que el esqueleto de Lucy y se encontró en la misma vecindad, no es de extrañar que el niño, al que se le ha denominado Dikika, fuera erróneamente etiquetado como el «bebé de Lucy», aunque este joven viviera más de 200.000 años antes que la más famosa de nuestros antepasados.
A los dos años y medio, la niña Dikika ya caminaba sobre dos piernas, pero hay indicios en el pie fósil de que todavía pasaba tiempo en los árboles, agarrándose a su madre mientras buscaba comida. Según la estructura esquelética del pie del niño, específicamente en la base del dedo gordo del pie, los niños probablemente pasaron más tiempo en los árboles que los adultos. «Si vivieras en África hace 3 millones de años sin fuego, sin estructuras y sin ningún medio de defensa, será mejor que te subas a un árbol cuando el sol se pone», indica DeSilva. Los hallazgos son fundamentales, según los científicos, para comprender la adaptación dietética y ecológica de estas especies, y son consistentes con investigaciones previas de otras partes del esqueleto, especialmente el omóplato.