La luz de las ciudades influye en el estado de ánimo de quienes las habitan

La luz de las ciudades influye en el estado de ánimo de quienes las habitan
Unos operarios limpian las farolas del Paseo de Gracia. EFE/Archivo

La iluminación artificial de las ciudades influye en el estado de ánimo y el bienestar de quienes las habitan, cuyas emociones se ven afectadas por esa luz urbana en aspectos como el sentimiento de arraigo o la estima hacia el espacio que les rodea, según un estudio de la arquitecta Berenice Calvillo.

La iluminación de más intensidad, con una calidad de sombra definida, incita a emociones de mayor acción «como la diversión o la fascinación», mientras que la de baja intensidad y con sombra difusa se relaciona, según la autora este trabajo, con emociones de afectividad tanto en sentido positivo como negativo: el «miedo y la incertidumbre», pero también el «cariño».

Calvillo, arquitecta de la Universidad de Guadalajara (México) y que ha realizado esta investigación como tesis doctoral en la ETS de Arquitectura de Barcelona, señala en una entrevista a Efe que una iluminación poco apropiada es aquella que no tiene en cuenta la estructura particular del espacio donde se ubica o su función, «y es implantada de forma monótona o con criterios homogéneos, como si la ciudad se tratase de un espacio indiferenciado».

Esta mexicana, que ya había trabajado en áreas relacionadas con la percepción visual y el llamado diseño emocional, constató que no existían estudios específicos sobre la influencia psicológica ni las emociones que experimentan las personas ante determinados ambientes lumínicos, para luego poderlos aplicar en el diseño urbano.

El estudio lo realizó por medio de cuestionarios psicológicos a estudiantes de las universidades de Guadalajara (México), la UPC (Barcelona) y la Vía Domitia de Perpignan (Francia) de quienes se obtuvo una serie de «respuestas emocionales» a las imágenes que les mostraban de diversos escenarios urbanos iluminados, en concreto de Barcelona, Guadalajara y París.

Más allá de la preocupación ambiental, la eficiencia energética, o el poder apreciar la arquitectura, Calvillo advierte a las administraciones de que la instalación de alumbrado público de diseño sostenible ha de tener en cuenta también los factores que pueden despertar o favorecer ciertas reacciones emocionales.

La ciudad es un entorno multifacético y la iluminación ideal es la que se diseña tomando en cuenta el espacio en el que se implanta, la función que desempeña, por lo que se ha de tener en cuenta que la iluminación trasmitirá una determinada impresión, explica la investigadora.

En general, la luz ámbar (lámparas de vapor de sodio) produce mayor sensación de inseguridad que la luz blanca (lámparas de vapor de mercurio) debido a que la vista es el principal sentido de orientación y que la información de un espacio es mejor percibida bajo este último tipo de luz.

Pero el factor que más influye en la sensación de inseguridad es la mala distribución lumínica y la intensidad. Si la luz no es suficiente (poca intensidad, pocos puntos luminosos, mala disposición…) el sentido de desorientación y angustia en un espacio urbano es mayor, «lo que produce un efecto de rechazo y favorece sentimientos de agresión».

Se convierte así en un espacio no frecuentado y donde las personas se perciben vulnerables. Normalmente, indica Calvillo, es fácil reconocer estos espacios porque están dañados en sus instalaciones, y son especialmente solitarios.

La investigación ha contado con la asesoría de doctor Ramón San Martín Páramo, una autoridad en materia de luminotecnia y que ha sido el director de la tesis, en la que también han participado diversos académicos de las universidades cuyos estudiantes han colaborado en el trabajo.

Berenice Calvillo considera que de las ciudades que conoce Barcelona es una de las urbes que más cuida sus luces, sobre todo en sus zonas más turísticas -menos en los barrios-, donde hay una intención de remarcar las características particulares. Otros ejemplos positivos son, a su juicio, Madrid, París, Lyon, Berlín, Morelia (México) o Chicago, entre otras.

En el lado contrario, sitúa a Lieja, cuya «convencional» iluminación neutralizaba los aspectos más destacados de esta ciudad belga, haciéndola menos atractiva y «dándole un aspecto poco interesante, aunque tenga zonas que merece la pena remarcar».

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