Mundo insólito

Un hombre lobo llamado Manuel Blanco Romasanta

Un hombre lobo llamado Manuel Blanco Romasanta
Romasanta YT

En un lugar entonces casi perdido, la aldea de Regueiro, en la parroquia de Santa Eulalia, municipio de Esgos, al norte de Orense, un día 18 de noviembre de 1809, en plena guerra de la Independencia, nació Manuel Blanco Romasanta, aunque en su partida de bautismo aparece el nombre de Manuela, ya que, al parecer, era una niña con ciertos rasgos masculinos. Cuando se hizo mayor, tenía un aspecto físico dulce y bondadoso, con una estatura de 1,37 metros. Según los estudiosos del caso, padecía de pseudohermafroditismo y aunque era mujer, su organismo segrego gran cantidad de hormonas masculinas que enronquecieron un tanto su voz y que permitió que le saliera algo de barba.

Trabajaba como sastre y era tenido por instruido ya que, al parecer, sabía leer y escribir y residía en su pueblo natal, acompañado de su esposa, pero, cuando ésta falleció de una enfermedad, cambió de oficio, viviendo de su trabajo como buhonero dedicado a la venta ambulante por su pueblo al principio hasta que amplió su margen de acción a toda la región gallega, e incluso, fuera de ella.

Andando los años y en cierta ocasión, le acusaron de la muerte de un alguacil en los aledaños de la ciudad leonesa de Ponferrada, pero escapó, siendo condenado en rebeldía, escondiéndose en la aldea de La Hermida, municipio de Peñarubia (Asturias), lugar entonces abandonado, teniendo que convivir con el ganado que frecuentaba aquellos pagos durante los meses que estuvo escondido allí.

Se le volvió a ver en Rebordechao, Orense, donde cultivo las relaciones personales, sobre todo con las mujeres, lo que le gano fama de afeminado entre el estamento masculino del pueblo, a lo que contribuyó el haberse dedicado al oficio de tejedor, ocupación en la época propia de mujeres.

Ya asentado plenamente en el pueblo fue cuando empezaron a aparecer mujeres y niños, en número de 9 víctimas, asesinados y terriblemente desfigurados en los bosques de Redondela (Pontevedra y Argostios, Allariz (Orense). Empezó entonces a ganarse la vida vendiendo ungüentos, rumoreándose, no se sabe con qué fundamento, que eran de grasa humana y, con esa ocupación, recorrió Galicia entera.

Nadie le asoció con los crímenes impunes durante años hasta que las autoridades relacionaron la mercancía que vendía con los brutales crímenes de los bosques, poniendo a Romasanta en requisitoria, encargando a las autoridades su búsqueda y captura. .

Manuel Romasanta, al enterarse de que lo buscaban como el asesino de los bosques, rápidamente abandonó Galicia con documentación identificativas falsa, dirigiéndose a Castilla, pero no le sirvió de nada su huída, porque fue detenido en la aldea de Nombela, provincia de Toledo, siendo trasladado a Allariz, centro del lugar donde, presuntamente, cometía sus fechorías. Inicialmente se le acuso de atraer a mujeres y niños al bosque con engaños para luego asesinarlos y despedazarlos para sacarles el unte (grasa) para fabricar sus pomadas, pero Romasanta dejó asombrados a todos los asistentes a su proceso, encabezado por el fiscal Manuel Blanco Bastida (ignorándose si era familia del encausado o no), cuando afirmó ser víctima del hechizo de una «meiga» que halló en un camino tirada en el suelo pero, como se asustó y no la ayudó a levantarse, la bruja, reencarnándose en un murciélago grande, musitó una maldición contra él. Desde entonces, las noches de luna llena, el embrujamiento lo convertía en hombre lobo que vagaba por los montes en unión de una manada, matando a cuantas personas encontrasen en su camino, despedazándolas con uñas y dientes, mientras que los otros lobos hacían lo mismo que él, comiéndose parte del cuerpo de aquellos infortunados.

En su declaración ante el tribunal manifestó lo siguiente:

Que la primera vez que inevitablemente se transformó en lobo, fue en los montes de Couso, donde se halló todavía como persona junto con otros dos lobos grandes de aspecto feroz, de pronto, empezó a convulsionar cayendo al suelo y, cuando se levantó, se había convertido en lobo que estuvo con los otros dos merodeando por el bosque, hasta que volvió a recuperar la fisonomía humana. Tal y como está registrado en las actas judiciales, sus palabras de declaración ante el juez fueron:

«El que usted ve , señor juez y los otros dos lobos que venían conmigo, nos cambiamos a la forma humana. Eran dos valencianos llamados Antonio y Genaro y que también sufrieron una maldición como la mía, al no ayudar tampoco a recoger a la bruja cuando estaban de peregrinación por el Camino de Santiago. Mientras éramos lobos asaltamos a varias personas y nos las comimos porque teníamos mucha hambre. Luego de vueltos de nuevo a personas, recordamos con horror lo que habíamos hecho».

Tiempo después, tal vez influenciado por su abogado defensor, afirmó que sus periódicas transformaciones no eran debido a maldición, sino a una enfermedad y que cuando recobraba su consciencia se arrepentía de aquellas muertes, perpetradas sin ser consciente e ello. El criterio de su defensa opinaba que no se podía condenar por asesinato sin más pruebas que una única confesión, aunque esta fuera la del propio acusado.

El proceso, titulado como «Causa del hombre lobo», duró más de un año, pronunciándose la sentencia el 6 de abril de 1853 en la cual se consideró a Romasanta que no estaba loco, ni era idiota o maniaco, por lo que se le condenó a la pena de muerte mediante garrote vil, por los delitos de los nueve asesinatos que se le pudieron probar, además de una multa de cien reales a pagar a los familiares en primer grado de las víctimas.

Como quiera que este famoso proceso transcendiera más allá de las fronteras españolas, un famoso hipnólogo francés de la época, el Dr. Phillips, envió una carta al Ministerio de Justicia pidiendo gracia para Romasanta, ya que creía que padecía la rara enfermedad de la Licantropía, lo que le hacía irresponsable de los crímenes cometidos. El afirmaba curar esta enfermedad por medio de la hipnosis y quería que le dejaran hacer con Romasanta sus experimentos. También pidió a la reina Isabel II que pidiera al Tribunal Supremo la revisión del caso.

Al poco tiempo, una orden de la Reina le libro de la pena de muerte, aunque condenándolo a cadena perpetua. Fu recluido en el penal de Ceuta donde vivió como una mujer hasta el 14 de diciembre de 1863, donde falleció de un cáncer de estómago, siendo sepultado su cuerpo en una fosa común.

Su extraña existencia fue el origen de cuentos y romanzas sobre el «sacamantecas», como le definió el vulgo y, posteriormente de novelas y películas.

VÍDEO DESTACADO: Este lobo vuelve a la vida para vengarse de su cazador

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