Los fragmentos de la roca lunar fueron enviados a 135 países y a los 50 estados de EEUU

El enigma de las rocas lunares desaparecidas del planeta

Cada "roca de la buena voluntad lunar" fue encapsulada en una bola de cristal

El enigma de las rocas lunares desaparecidas del planeta
Roca lunar donada por el hijo de Carrero Blanco. MUSEO NAVAL DE MADRID

Hacia el final de la misión Apolo 17, concretamente el 13 de diciembre de 1972, Eugene Cernan y Harrison Schmitt, los últimos dos hombres en pisar la luna, recogieron una roca.

Cernan anunció: «Queremos compartir un trozo de esta piedra con todas las naciones del mundo».

Y su deseo de cumplió.

El presidente Richard Nixon ordenó que la roca, del tamaño de un ladrillo, fuera fragmentada y enviada a los cabeza de estado de 135 países y a los 50 estados de la unión norteamericana.

Cada «roca de la buena voluntad lunar» fue encapsulada en una bola de cristal y montada en una placa de madera con la bandera de la nación a la que iba dirigida.

Las piedras lunares recogidas durante la misión del Apolo 11 en 1969 también fueron enviadas de la misma manera y a los mismos destinatarios.

En total, unas 370 piezas lunares fueron recogidas entre ambas misiones. Unas 270 fueron repartidas entre los distintos países y 100 en los estados de EE.UU.

Pero de todas estas, 184 están perdidas: 160 en el mundo y 24 en los Estados Unidos.

Las rocas fueron entregadas a países como Afganistán o Trinidad y Tobago.

«El gobierno de Gadaffi recibió dos, y ambas están perdidas. Rumania también perdió su roca de la buena voluntad, recogida por el Apolo 17», cuenta Joseph Gutheinz Jr., abogado y ex agente de la NASA, conocido ya como «el cazador de rocas lunares».

EL CAZADOR DE PIEDRAS LUNARES

Su obsesión comenzó en 1998, cuando, todavía en la NASA, puso en marcha un proyecto secreto llamado Operación Eclipse Lunar.

Gutheinz publicó un anuncio en el diario USA Today con la frase: «Se buscan rocas lunares», para atraer a todos aquellos estafadores que dijeran poseer una pieza.
Una roca lunar en la casa del presidente

En 1985 el periodista colombiano Daniel Samper escribió un artículo en el que llamaba la atención sobre el paradero de un obsequio al estado colombiano. El regalo era la «piedra lunar» que el entonces presidente, Misael Pastrana, había recibido de la NASA, y la cual, según el periodista, parecía haber sido considerada por el presidente como un «regalo personal.»

Una semana después la piedra, que no estaba en el Planetario Distrital, fue devuelta por Juan Carlos Pastrana, de parte de su padre.

«Lo que no esperaba era la llamada de una persona con una de las rocas auténticas. El poseedor de la piedra de Honduras me contactó.»

La roca, que pesaba poco más de un kilo, fue ofrecida por US$ 5 millones (3.80 millones de euros).

Gutheinz no pagó, pero asegura que el precio le pareció razonable.

Señala además que las rocas no están siendo protegidas de la forma en la que debieran, y tanto la NASA como los países que las recibieron no están llevando a cabo una buena gestión en la elaboración de un inventario.

Cuenta que la única venta legal de material lunar de la que tiene conocimiento se produjo en 1993, cuando el gobierno ruso vendió en la casa de subastas Sotheby´s de Nueva York material de la misión espacial soviética Luna 16.

Un coleccionista privado pagó US$ 442.500 (333.811€) por 0,2 gramos de polvo lunar.

Con estos precios no es sorprendente que haya surgido un lucrativo mercado negro en torno a las rocas, sean estas reales o falsas.

Gutheinz señaló que una mujer en California supuestamente intentó vender una piedra lunar a través de Internet, y que intentos de vender las piezas de España y Chipre han sido bien documentados.

«Una vez ofrecí US$ 10.000 ( 7.544€) por la recuperación de la roca de la buena suerte de Malta, que fue robada, pero hasta ahora no he tenido ninguna noticia», dice.

«Sé que el ladrón no era un profesional ya que solo se llevó la roca, y no la placa que la autentifica», agrega.
Piedras lunares para dictadores, o que acaban en vertederos

Algunas piezas se perdieron en momentos de revolución o transición política. Los archivos nacionales de EE. UU. señalan que una de las rocas fue entregada al dictador rumano Nicolae Ceausescu, pero Gutheinz cree que fue vendida tras su ejecución.

Y también está la misteriosa historia de cómo, tras un incendio en un observatorio en Dublín, la piedra irlandesa del Apolo 11 acabó en un basurero con los restos del siniestro.

La búsqueda de rocas lunares de Joe Gutheinz comenzó en 1998.

«Sigue ahí, bajo toneladas de basura. Podría valer más de US$ 5 millones (3.80 millones de euros). Te diré donde está: en el vertedero Finglas de Dublín».

Debido a la magnitud del proyecto Gutheinz pidió ayuda a sus alumnos de la Universidad de Phoenix y del Colegio de Alvin, en Texas.

Hasta ahora, le han ayudado a rastrear unas 77, incluyendo las que fueron entregadas a los gobernadores de Colorado, Missouri y Virginia Occidental.

El doctor Carl Pieters, geólogo planetario en la Universidad de Brown, EE.UU, dice que los conocimientos arrojados por estas pequeñas piedras son incalculables.

«Siempre me sorprendo al trabajar con muestras de hace más de 4 billones de años. Son hermosas y no tienen los materiales erosivos que hay en la tierra».

«Las rocas lunares ofrecen un registro de algunos eventos del sistema solar que no podríamos obtener en ningún otro lado», comenta.

Aunque Joseph Gutheinz las compara con obras de arte, no todo el mundo es tan entusiasta con las rocas del espacio.

Francesa Gavin, curadora de arte y escritora basada en Londres, las describe como unas «cosas feas y pequeñas», pero no se opone a la idea de algún día verlas en una galería de arte.

«Las piedras lunares podrían ser vista como obras de arte, particularmente en relación a la tradición china de las piedras filosofales como obras que ocurren de forma natural y que representan el universo en forma microcósmica», afirma.

Pero Gavin no cree que las rocas tengan un valor tan alto, y cuestiona la forma en la que son presentadas como regalos de buena voluntad.

«La placa marrón, el texto y la bandera son un poco molestos para el ojo», afirma.

Gutheinz admite que nunca conseguirá recuperar todas las rocas lunares -algunas están ya en colecciones privadas- pero asegura que hay algunas que le interesan especialmente.

«Con seguridad la roca de Malta. Definitivamente me gustaría recuperarla, y a la roca rumana también. Si voy a Europa, le seguiré la pista. Tengo algunas ideas sobre cómo hacerlo», admite.

«Y me encanta la historia de la piedra irlandesa: ese tesoro escondido bajo un vertedero».

 

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