La venganza es un plato que se sirve frío. O al menos eso dice el refrán, algo que no siguió precisamente al pie de la letra una mujer a quien su novio de toda la vida le puso los cuernos… con una compañera de trabajo.
A la loca de turno no se le ocurrió nada mejor que dejar constancia de su enfado untándole con quitaesmaltes sus partes pudendas.
Así, con la ayuda de un encendedor de cocina, soltó la chispa vengadora que inflamó no solo los ánimos del durmiente, sino los mentados lugares que reposaban indolentes tras los calzonzillos de rigor.
El hombre se despertó envuelto en llamas, pegando alaridos y escuchando las palabras de reproche de la novia, quien le puso de vuelta y media mientras le conminaba a largarse al infierno, y de paso de la casa.
