Ahí está: tumbado en el suelo masturbándose a pata suelta mientras huele el zapato que momentos antes le ha robado -no se sabe cómo- a su vecina, una maciza de mucho cuidado según algunos testigos. (Otros aseguran que era el suyo propio, aunque este extremo no está confirmado oficialmente).
El perverso no repara en que está en mitad de un camino, aunque sí lo hace el que le graba, que lo pone a parir en un momento dado, ‘detalle’ que obliga al interpelado a poner pies en polvorosa, no sin antes guardar celosamente su fetiche.
Ocurrió durante las últimas horas en Brasil.