Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

Cultura, culturita y censura

La cultura es un signo de excelencia, un fin que todos deberíamos procurar, un objetivo y a la vez un instrumento de convivencia, que cualquier sociedad madura y equilibrada debería tener como norte.

Pero, ¿qué es la cultura?. No se trata de memoria o capacidad de recordar, o inteligencia o capacidad de deducir, o perspicacia o capacidad de analizar, aunque todas ellas complementan en gran manera el proceso cultural.

Veamos pues, para darnos una idea más completa, algunas de las muchas interpretaciones, definiciones y consideraciones que se han dado y se han tenido sobre el término:

“Conjunto de conocimientos e ideas no especializados, adquiridos gracias al desarrollo de las facultades intelectuales, mediante la lectura, el estudio y el trabajo.

Por otra parte, se pueden extraer dos significados primarios de cultura, como pueden ser: la cultura como un espíritu folclórico con una identidad única, y cultura como la cultivación de la espiritualidad o la individualidad libre. El primer significado es predominante dentro de nuestro uso actual del término “cultura”, pero el segundo juega todavía un importante rol en lo que creemos debería lograr la cultura, como la “expresión” plena del ser único y “auténtico”.

Como cultura debe entenderse la formación de la mente en lo personal y también como sinónimo de la civilización en lo colectivo. La civilización es un estado de la Humanidad en el cual la ignorancia ha sido abatida y las costumbres y relaciones sociales se hallan en su más elevada expresión. La civilización no es un proceso terminado, es constante, e implica el perfeccionamiento progresivo de las leyes, las formas de gobierno, el conocimiento. Como la cultura, también es un proceso universal que incluye a todos los pueblos, incluso a los más atrasados en la línea de la evolución social.

De acuerdo con la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural de la UNESCO «la cultura debe ser considerada como el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”.

La principal tendencia de la cultura desde los orígenes a los tiempos modernos ha sido del salvajismo hacia la civilización.

Mosterín define la cultura como la información transmitida por aprendizaje social. Como tal, se contrapone a la naturaleza, es decir, a la información transmitida genéticamente.

Históricamente, la cultura es la herencia social, es la manera que los seres humanos solucionan problemas de adaptación al ambiente o a la vida en común. Universal cuando es tomada desde el punto de vista de una abstracción a partir de los rasgos que son comunes en las sociedades del mundo, y limitada cuando se reduce a pequeñas parcelas generalmente de orden espacial, geográfico o étnico.

Se considera además como civilizada, la cultura que se actualiza produciendo nuevos elementos que le permitan el desarrollo a la sociedad, mientras que podemos considerar sensista, aquella que se manifiesta exclusivamente por los sentidos y es conocida a partir de los mismos. Racional la cultura donde impera la razón y es conocida a través de sus productos tangibles, posfigurativa aquella cultura que mira al pasado para repetirlo en el presente, cultura tomada de nuestros mayores sin variaciones: es generacional y se da particularmente en pueblos primitivos, siendo configurativa la cultura cuyo modelo no es el pasado, sino la conducta de los contemporáneos.

La principal característica de la cultura es el mecanismo de adaptación, que es la capacidad que tienen los individuos para responder al medio de acuerdo con cambios de hábitos, posiblemente incluso más que en una evolución biológica.

La cultura es también un mecanismo acumulativo porque las modificaciones traídas por una generación pasan a la siguiente generación, donde se transforma, se pierden y se incorporan otros aspectos que buscan mejorar así la vivencia de las nuevas generaciones.

En la filosofía se explica como el conjunto de manifestaciones humanas que contrastan con la naturaleza o el comportamiento natural.

Podemos decir que hay cultura cuando la interpretación personal y global se une a un esfuerzo de información para profundizar en la posición adoptada con el fin de intervenir en los debates. Esta dimensión personal de la cultura, tales como la síntesis o la actitud interna, es esencial.

El término cultura, que proviene del latín cultus, hace referencia al cultivo del espíritu humano y de las facultades intelectuales del hombre. Su definición ha ido mutando a lo largo de la historia: la cultura ha sido asociada a la civilización y al progreso.”

Finalmente quedémonos con la definición de la RAE sobre el particular, como conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico, incluso como conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social , etc.

De todo ello podemos sacar varias conclusiones, pero no cabe duda que la cultura exige vocación de conocimiento contrastado, de estudio y cultivo a partir de distintas opciones, de espíritu crítico, de amplitud de mente, de respeto, del manejo de conceptos universales, en los que el arte, el conocimiento, la ciencia, la investigación y la tolerancia son fundamentales.

La cultura con mayúsculas, la alta cultura, aparte de estar directamente relacionada con el pensamiento, la filosofía, la razón crítica, la investigación, está adornada invariablemente de conceptos universales.

Hoy, debido a esa corriente de banalización, de cultivada ignorancia, de cortoplacismo, de abandono del esfuerzo, de popularización y de exaltación de la mediocridad que todo lo invade, hemos acabado por llamarle cultura a casi todo, situando a la “culturita” (cultureta en catalán, o culturiña en gallego), a la que facilitar su acceso a las grandes masas, como conjunto de pequeñas materias asequibles a unas mayorías que acaban magnificando las mayores banalidades, y desplazando a empujones a la cultura, a la que se ven incapaces de optar, llegando incluso a la práctica de la censura, tan extendida y fructífera en sociedades poco cultas y poco dadas a esa característica esencial de la cultura, como es el respeto e incluso la búsqueda del contraste de pareceres.

Muy propio de la culturita, como antítesis de la verdadera cultura, son los nacionalismos, un anacronismo que por intereses de oportunidad política se ha ido cultivando en España, hasta hacerlo aparecer como algo incluso deseable, confundiendo, a propósito, conceptos de significado diametralmente opuesto al pretendido, como puede ser el federalismo que se acaba viendo por los propios nacionalistas como un paso más hacia su pretendida independencia a partir del invento del “Estado de las autonomías”, cuando el federalismo es todo lo contrario, una decisión de integrarse en un organismo superior, desde la independencia de Estados autónomos de menor presencia.

Todos amamos nuestra tierra, una tierra que algunos centran poco menos que en su barrio como ámbito de identificación, otros como su ciudad, comarca, provincia, región, país, continente, o como planeta en el que vivimos como mejor de los casos, pero siempre dispuestos a establecer frontera allá donde se acaben sus querencias, donde sus limitaciones o ignorancia le aconsejen, o donde su influencia pueda reportarle comodidad o beneficios, pero siempre otorgando a ese ámbito condiciones de exclusividad o magnificencia que niegan al resto, y no por sentirse distintos, que distintos somos todos, sino por considerarse mejores, o por preservar su ignorancia o su hábitat, la verdadera base del fascismo, algo que hemos visto defendido de forma sangrienta en el Pais Vasco, de forma intolerante en Cataluña, e incluso, en menor medida, afortunadamente, de forma harto folclórica en Galicia.

En España, ese anacronismo se ha ido alimentando a costa de una ley electoral catastrófica para su unidad y universalidad, a la que durante lustros han tenido que acudir los grandes partidos a base de concesiones absurdas para poder gobernar con mínimas mayorías que permitiesen ir avanzando, algo de lo que todavía seguimos siendo víctimas, ya sea en ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas o para el gobierno de la nación, de una nación que se avergüenza incluso de su propia enseña nacional, prácticamente vetada en algunas regiones y considerada como un símbolo de extremismo por una izquierda incapaz de pasar las páginas de la historia, algo de lo que cada día se resiente más y más la cultura de verdad, encontrándonos con unas nuevas generaciones cada vez más distantes de tales logros, “adornados” de una ignorancia preocupante, como dignos hijos de unos planes de estudios en los que la cultura cada día era más extraña, con carencias extremas en literatura, historia, geografía, arte, etc., todo en aras de que el niño no se frustre con su contrastada ignorancia, pareja a su progresivo materialismo, a su egoísmo y a sus derechos, por encima de todo tipo de deberes, algo que solo cabe arropar a base de cultureta.

Baiona, otrora la población más importante de la ria de Vigo, es hoy un pueblo que fluctúa en un equilibrio entre un casco antiguo medianamente conservado, un ensanche muy mejorable y una economía de subsistencia basada exclusivamente en el turismo, en un turismo de escasos tres meses, incapaz de ampliar su acción rompiendo la estacionalidad a mayores espacios temporales a lo largo del año. Algo que ni siquiera se propone, y que cuando lo hace, como en el reciente intento de la construcción de un campo de golf, algo fundamental para su futuro, para la rotura de la estacionalidad, para la atracción del turismo de calidad (el perseguido por todas las zonas turísticas), al amparo del parador de turismo y del club de yates, así como para crear las sinergias necesarias, lo plantea desde un desconocimiento absoluto de lo que implica un campo de golf, dando alas a los opositores, sin tener previstos y pactados con anterioridad los posibles problemas y finalmente rindiéndose a la improductiva oposición de los inmovilistas de siempre, de aquellos que interpretan su “nacionalismo” como una razón de vida o muerte para su barrio, como el ámbito sacrosanto donde preservar las esencias patrias, a base de que siga siempre todo como está (en este caso un monte), como lo heredaron de sus ancestros, en la rusticidad más castrante, aun cuando de ellos dependiera la riqueza de la zona y la creación de un buen número de puntos de trabajo en una actividad nada contaminante, sino todo lo contrario.

Como de cultura y culturiña tratamos, veamos el programa de “cultura” de los nacionalistas en Baiona, publicado desde su propia candidatura:
*Creación del Consello de Cultura (nada en concreto) aunque si el elemento “regulador” que habrá de establecer lo que se debe y lo que no, en la manera de entender la cultura, sus apoyos y consiguientes permisos.

*Creación de la red de Casas da Cultura. (nada en concreto)
*Dinamización cultural: Fomento de la cultura propia realizando un calendario etnográfico (nada en concreto). Promover e impulsar los grupos locales, las artes escénicas, teatro amador (?), danza y otras expresiones artísticas (nada en concreto). Sacar el arte a la calle (nada en concreto). Crear rutas ambientales (nada en concreto). Puesta en valor del patrimonio cultural (nada en concreto). Elaboración de un calendario anual para dar a conocer las obras de artistas gallegos (nada en concreto). Programas culturales feministas y gallegos para poner en valor las obras de creadoras y creadores gallegos (nada en concreto).
*Musealización de la batería de Silleiro: Creación del Museo de la Memoria de Baiona con las indemnizaciones y devoluciones de terrenos usurpados al vecindario a manos del régimen franquista.
*Memoria histórica: Eliminación de los símbolos y del callejero alusivo al golpe de Estado y a la dictadura franquista. Recuperación de la memoria de los asesinados en “a Volta dos nove”. Fomento de la investigación de la historia local.

Como se puede ver el programa es de una universalidad fuera de toda duda, un alto valor cultural gracias al cual, de llevarse a cabo, los bayoneses pasarán a ser uno de los pueblos más cultos, formados e informados de la provincia, pasando página de la historia y preocupándose por el acercamiento del mundo de la cultura, sus contrastes y riqueza interpretativa a todos… y todas.

Curiosamente, estos partidos nacionalistas suelen tener tres componentes esenciales: un extremado localismo, una obsesión por sus ancestros y un odio enfermizo al franquismo, dándose la circunstancia de que la edad media de sus componentes no suele superar la treintena, por lo que en general poco o muy poco han viajado, nada han vivido del mundo de sus ancestros y ni siquiera conocieron al dictador, ni a la España de cuando este falleció. Por supuesto ninguno fue a la guerra, ni conocen de primera mano a quienes la hicieron, aunque solo se hayan alimentado de quienes transmiten la versión del más puro resentimiento como herencia macabra de una parte de la memoria histórica, que la transición había enterrado como ofrenda a la reconciliación.

A lo largo del verano, Baiona viene realizando actividades de clara vocación de culturiña, algunas de corte deportivo, otras de discutible gastronomía, folclóricas y poco más, pero contribuía con la cesión de un local, a una iniciativa privada de corte puramente cultural, como eran unas conferencias de verano dirigidas y coordinadas por el catedrático Antonio Piñero, gaditano pero bayonés de vocación, quien aprovechando sus contactos y conocimientos, y de forma absolutamente gratuita, nos permitía unos encuentros con un mundo intelectual que acrecentaba la cultura de quienes con su asistencia y posterior debate, disponían de las suficientes inquietudes como para disfrutar de esas ráfagas culturales que muchos agradecíamos profundamente. Hay que recordar que la media de asistencia de estas conferencias estaba entre los 150 y las 180 personas, siempre llenando el local y algunas veces debiendo limitar los accesos por falta de espacio.

Ya con toda su programación y difusión organizada y con la presencia de importantes catedráticos y personajes de la cultura española dispuestos a transmitirnos sus conocimientos (9 en concreto), se produjo el reciente cambio político en el ayuntamiento bayonés, un cambio que a imagen de lo expuesto anteriormente se produjo sin mayoría absoluta y teniendo que depender, en este caso el PSOE, de los votos de un partido independiente, y de otro “nacionalista” que impone, como no puede ser de otra forma, su particular culturiña, su innata intransigencia, y su censura a la hora de permitir que desde el ayuntamiento se pueda colaborar con la difusión de la cultura, cuando de otros pareceres, sensibilidades o conocimientos se trate.

El pasado año, con otra corporación, consiguieron a base de montar bulla, amenazar y altas dosis de intransigencia, el que el ayuntamiento retirase del programa la intervención de dos conferenciantes que no eran de su agrado, y hoy, aprovechando la dependencia que los grandes partidos siguen teniendo de los nacionalistas, imponer su férrea censura hacia todo lo que no sea su particular culturiña y su modo de entender la cultura.

Las razones dadas directamente al profesor Antonio Piñero para anular su ciclo de conferencias fueron las siguientes:
*Es preciso recortar gastos.
*No es posible asumir el coste de 9 conferenciantes, !!!900 euros!!! en total.
*Los temas tratados no son del interés particular de los vecinos de Baiona.
*Los temas a tratar deben ser: Baiona y su historia, el mar, sus costumbres, sus tesoros arqueológicos, su casco histórico y monumentos, para que los vecinos se vean implicados.
*Los temas han de ser consensuados por una Comisión popular, con presencia de sindicatos, padres de familia, comerciantes, docentes, políticos, etc., lo que se hará ya a partir de octubre.
*Hay un criterio elitista en las conferencias, por lo que los vecinos no se sienten representados. Es preciso democratizar el contenido de las conferencias y hacerlas a lo largo del año, no solo en los meses de verano, y todo ello regulado por el “Comité”.

*En todo caso reducir el ciclo a tres o cuatro conferencias, a criterio siempre de la alcaldía.

Si a todas estas razones de Pero Grullo, añadimos el programa “cultural” nacionalista, el panorama cultural bayonés resulta altamente desesperanzador y absolutamente propio de un frentepopulismo carpetobetónico tercermundista.

El futuro del que dependen nuestros hijos no se alimenta de recuerdos, de memorias históricas unidireccionales, de frentes populares, de odios, de prohibiciones, ni de intolerancias, ni censuras, y si de esperanzas en el trabajo en positivo de la generación actual, de propuestas de futuro, de mayor conocimiento y cultura, de cerrar heridas y de saber afrontar juntos una herencia de reconciliación y no de resentimiento.

Afortunadamente, al menos la primera de las conferencias programada, y esperemos que lo mismo ocurra con el resto, se llevará a cabo en Baiona, el jueves, 4 de julio a las 2000 horas, en los locales del Parador Nacional de Turismo, en el salón Monte Real, a cargo de Fernando Bartolomé con “Siglo de Oro, Siglo de Hierro. La génesis de la Leyenda Negra”. Al parecer y para quienes tienen la sartén por el mango, no para freír sino para arrear, esto no interesa a los bayoneses, pues es demasiado elitista. ¿Qué idea tienen estos políticos de sus vecinos?.

Por si a alguien le quedara alguna duda sobre la calidad cultural de tales conferencias, me permito una pequeña reseña del personaje que habrá de dar la primera del ciclo, Fernando Bartolomé. Aragonés. Catedrático de Lengua Española y Literatura. Estudioso de la cultura y la historia del Siglo de Oro, simultanéa la investigación con la creación literaria. Es autor entre otras de una Antología poética de Quevedo; la edición crítica de El Nuevo Mundo descubierto por Cristóbal Colón, comedia inédita de Lope de Vega; Símbolos y emblemas en la poesía de Fray Luis de León; El Barroco literario aragonés; El universo simbólico en la Oda IX de Fray Luis; Presencia del satanismo en el primer Valle-Inclán; Don Diego Sarmiento de Acuña, conde de Gondomar, el Maquiavelo español. Ha escrito las novelas Matar a un rey, la aventura de Gracián en la Corte de Felipe IV. En el tiempo del hierro acicalado, la aguda visión de la Europa del XVII por un espectador de excepción: el Conde de Gondomar. Disuelta en humo, el final de la guerra Civil en clave de novela negra. También es autor de numerosos relatos: Pasos, De tu tierra, Una noche en la Casa del Sol, La risa de los dioses, El simio y el legionario y Libéranos a Malo.

!Que curioso!, resulta ser un experto en el Conde de Gondomar, quizá por ahí…

Una pena, una falta de respeto y consideración, y a la vez un remedio para todos los que amamos la cultura y deploramos todo tipo de censuras, para Bayona, y para los bayoneses que prefieren beber en el amplio manantial de la cultura, que en la acequia de esa pequeña culturiña intransigente de escasos vuelos y de andar por casa.

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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