Bastante desapercibida pasó la despedida del Camp Nou a Luis Enrique el pasado domingo, empañada tanto por el título de Liga del Real Madrid como por el desenlace de un partido extraño y bastante irregular contra el Éibar (4-2), en el que los armeros llegaron a ir ganando por 0-2. Un ‘tifo’ en la grada, cánticos al entrenador… y un tímido adiós del propio Lucho, que casi se fue sin despedirse y ante los medios, en rueda de prensa y en zona mixta, reflejó su habitual ‘pasotismo’ para referirse a lo que supone no volver a dirigir ya al equipo en casa.
Sin embargo, leyendo entre líneas, Luis Enrique sí dejó clara una reflexión que viene a ilustrar bien lo que ha sido la ‘comidilla’ acerca de su principal problema en su etapa como técnico azulgrana desde que aterrizó en el Barça: su relación con los jugadores, especialmente con los pesos pesados de la plantilla… y con Messi. Nunca han faltado las informaciones que aseguran que Leo y Lucho nunca se llevaron especialmente bien, sobre todo en sus inicios. Muy comentado fue aquel supuesto ‘motín de San Sebastián’ en el que, tras rotar en exceso y perder por 1-0 ante la Real Sociedad, la figura del asturiano quedó muy tocada ante los futbolistas y la recuperación hasta alcanzar el triplete en 2015 se debió más a una autogestión del propio vestuario.
En este sentido, Luis Enrique quiso reivindicar su propia figura tras el partido del Éibar dejando una afirmación muy curiosa: «Pep siempre decía que sin los jugadores, sin estas individualidades, es imposible hacer nada.