Las relaciones de pareja son complicadas, muestra de ello es el alto porcentaje que acaba en ruptura. El momento de la separación es duro pues supone aceptar un fracaso, reiniciar nuestra vida y aceptar que aquello en lo que habíamos depositado todo nuestro empeño no ha salido a flote.
Lo habitual, en estos procesos de desenlace de una relación fallida, es que las dos personas implicadas sientan un rechazo, en mayor o menor medida, hacia el contrario. Incluso, existen casos en los que se llega a la ofensa mutua o a situaciones difíciles que hacen más dura la ruptura.
Conviene dejar que pase el tiempo y no actuar en caliente para tomar decisiones, después de un periodo de compartir muchas cosas. Intentar evitar que el dolor de la separación nos lleve al enfrentamiento o mal trato puede ser la diferencia entre vernos seriamente afectados por las nuevas circunstancias o ser más fuertes para afrontarlas.
