El economista ha sido nombrado académico numerario de la Reial Acadèmia de Doctors

El doctor Gay de Liébana: «España nunca devolverá su deuda»

En su discurso de aceptación, ha resumido las causas de la crisis y ha criticado duramente el despilfarro de las cuentas públicas de España

El doctor Gay de Liébana: "España nunca devolverá su deuda"
El doctor Gay de Liébana. AC

Los protocolarios birretes blancos, rojos, amarillos, azules y naranjas, marcaron el inicio del acto de nombramiento de José María Gay de Liébana como académico numerario de la Reial Acadèmia de Doctors.

En su discurso de aceptación, en la sede de Foment del Treball, el profesor ha recordado los inicios de la crisis, ha repasado los errores cometidos y ha asegurado que España no podrá devolver nunca su deuda.

Bajo el título «Crisis, déficit y endeudamiento», Gay de Liébana, con un extenso currículum como docente e investigador, ha pronunciado una conferencia en la que ha recordado que España aún se encuentra intervenida por la troica y ha vuelto la mirada atrás hasta el inicio de la crisis.

«Faltó un análisis de dónde, cómo estábamos y qué estaba ocurriendo», ha asegurado. Si se hubiera hecho, Liébana cree que se hubieran «contrarrestado amagos trances» que han llevado al país a llegar a casi seis millones de parados.

El nuevo Académico Numerario ha dejado de lado su optimismo habitual y ha hecho un recorrido por los principales datos que han lastrado la economía de España.

El endeudamiento contraído entre los años 2000 y 2008 han marcado profundamente las finanzas públicas, según Gay de Liébana, para quien la crisis tiene una cuádruple vertiente: económica, financiera, pública y social.

El profesor ha recomendado aprender de los errores y sólo «contraer deudas asumibles».

«España no sabe reducir su deuda pública».

«¿Necesita España una industria política como la que tiene? ¿Era necesario construir aeropuertos por los que no circulan aviones?».

Los 546.000 millones de euros de deuda pública acumulada desde el inicio de la crisis harán que «España nunca pueda devolver su deuda pública. No tiene capacidad financiera para hacer compromiso a los pagos».

Gay de Liébana ha alertado que aún quedan duras medidas y recortes que asumir por mandato de Europa y ha planteado lo que muchos desean saber: ¿Hacia dónde va España?

«Está embarrancada en el triángulo del enquistamiento: el paro (26%), el modelo económico incapaz de crear empleo y un consumo privado en atonía sin síntomas de recuperación. La contundencia de las cifras hará que España esté condenada a una situación de bancarrota en los próximos años».

 «O se exige un aval a quien gobierne, para garantizar el déficit que genere, o esto no tiene solución».

Gay de Liébana pide un cambio de timón a la clase política a quien le pide una «regeneración moral» y la «reconversión de la arquitectura política».

La sala principal de Foment del Treball se ha quedado pequeña para albergar a los asistentes al acto, al que han asistido rectores de las principales universidades catalanas, reconocidos economistas de prestigio, y los presidentes del FC Barcelona, Josep Maria Bartomeu, y del RCD Espanyol, Joan Collet.

REIAL ACADÈMIA DE DOCTORSCRISIS, DÉFICIT Y ENDEUDAMIENTO

Discurso de ingreso del académico numerario electo

Excmo. Dr. D. José Ma Gay de Liébana Saludas Doctor en Ciencias Económicas. Doctor en Derecho

EXCELENTÍSIMO SEÑOR PRESIDENTE, EXCELENTÍSIMOS SEÑORES ACADÉMICOS, EXCELENTÍSIMOS E ILUSTRÍSIMOS SEÑORES, SEÑORAS Y SEÑORES:

Ante todo y en primer lugar, quiero agradecer a la REIAL ACADÈMIA DE DOCTORS, que me acoja en su seno. Gratitud es la primera palabra que, al cruzar el umbral de esta Docta Casa, debo pronunciar y permítanme que mi reconocimiento lo personalice en la figura del EXCELENTÍSIMO SEÑOR PRESIDENTE DOCTOR ALFREDO ROCAFORT NICOLAU y, a la vez, en todos los prestigiosos Académicos que han dado su beneplácito a mi ingreso en esta Ilustre Corporación.

En un momento particularmente tan emblemático, deseo testimoniar mi sincero agradecimiento a quienes, de una u otra manera, han estado y están a mi lado, apoyándome en lo académico y profesional, animándome en lo personal. Unos ya partieron, otros no pueden estar aquí y unos terceros sí que comparten este acto. Sin ellos, y sin su generosidad, apenas habría escalado peldaño alguno en esta vida terrenal.

En este sentido, debo hacer mención de mi reconocimiento a la UNIVERSITAT DE BARCELONA, representada en este acto por su Vicerrector Doctor Josep Antoni Plana Castellví, y, en concreto, al Departamento de Contabilidad, a su director, Doctor ANTONIO GARCÍA CASTELLVÍ, y a todos mis compañeros, por su confianza permanente, constante respaldo y afecto singular. También a otras universidades que han confiado en mí, como la Universitat Abat Oliba – CEU cuyo Rector Doctor Carlos Pérez del Valle me honra con su presencia.

Si a alguien tengo que destacar entrañablemente, es a mi esposa, MEMÉ, por su magnánima indulgencia y capacidad de resignación, su ilimitada comprensión, su santa paciencia… camino ya de 34 años aguantándome, soportándome, entendiéndome y fortaleciéndome. Sin MEMÉ, poco trecho habría recorrido… No sería justo si no reconociera, también, la benevolencia de mi hijo PEPE, renunciando tan a menudo a su padre. De PEPE soy deudor a la vez que admirador, y confío en que sabré compensar mi íntima y sentida deuda moral con él.

La elección y concreción del discurso de ingreso para los Académicos que se incorporan a esta REIAL ACADÈMIA DE DOCTORS, no constituye tarea fácil. Llevo varios años analizando nuestros problemas económicos y los embates de esta destructiva y profunda crisis que ha arrasado a innumerables empresas, dejando sin trabajo a millones de personas, dañando estructuras familiares y proscribiendo a miles de hogares al riesgo de pobreza; crisis en trance de derivar – aquello que a simple vista se tildaba de sobresalto causado por las tristemente famosas subprime -, en crisis sistémica. De ahí que el tema escogido lleve por título: CRISIS, DÉFICIT Y ENDEUDAMIENTO. No aspira a más objetivo, este Discurso, que el de hacer una lectura crítica, acaso apasionada y siempre neutral, de las finanzas públicas y privadas de España, en tiempos de inestabilidad económica, consumada y pretérita aquella deslumbrante etapa expansiva de la década de los 2000.

El estudio que someto a la consideración de los Señores Académicos y de quienes se sientan atraídos por la economía, se desarrolla a través de varias partes que pretenden contextualizar el porqué de la actual crisis económica y financiera y sus variados ángulos, entender las causas y explicaciones al desbordado déficit público que exige arduos esfuerzos a la ciudadanía, e interpretar el imparable endeudamiento del Estado y del sector privado.

Los desajustes de las cuentas públicas del conjunto del Estado español así como la pérdida de rumbo de nuestra economía, agravada por el desmoronamiento parcial del sistema financiero, obligó a pedir un rescate específico para la banca – en realidad, para determinadas cajas de ahorros – conllevando la imposición de una serie de exigencias por parte de la llamada Troika, esto es, el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Comisión Europea (CE) y el Banco Central Europeo (BCE). Las reformas afrontadas durante 2012, con mayor brío en 2013 y que prosiguen con rigurosidad en 2014, implican de facto que la economía española se encuentre tutelada, supervisada o, cuando no, intervenida por los citados organismos internacionales.

Con la venia del EXCELENTÍSIMO SEÑOR PRESIDENTE, procedo, sin más dilaciones, a pronunciar mi discurso de ingreso, a modo de compendio del trabajo escrito realizado, en esta REIAL ACADÈMIA DE DOCTORS, que versará sobre:

CRISIS, DÉFICIT Y ENDEUDAMIENTO.

Los primeros síntomas de esta CRISIS DE DEUDA se detectaron entre 2007 y 2008. Entonces, no se supo, o no se quiso, actuar sobre aquellos indicios que delataban la llegada de tempestades con fuertes descargas económicas y financieras, de impactos y secuelas profundos. Faltó un análisis precoz y concienzudo sobre dónde y cómo estábamos, qué tal nos encontrábamos, de qué manera se había llegado a aquella situación y, exactamente, qué estaba ocurriendo, para formular, con conocimiento de causa, un diagnóstico claro, preciso y crítico que pusiera de manifiesto el estado real de nuestra economía y sus finanzas. De haberse hecho, se hubiera dispuesto de unas mejores defensas con las que, si no impedir, sí, al menos, contrarrestar en parte amargos trances. Al debe de quienes rigen nuestros destinos, sin distinción de colores, procede cargar el lapsus o, mejor dicho, la inacción; empero, la responsabilidad de la crisis es de todos nosotros.

LA LECTURA DE LA CRISIS no se limita a la parcela estrictamente económica. Se yuxtaponen vicisitudes financieras con preocupantes mermas de valores en nuestra sociedad, predominando una visión excesivamente cortoplacista y crematística, inclinada con descaro por el dinero fácil y rápido, eso que la «vox populi» da en llamar pelotazo, y en un detestable soslayo del ideario que conforma la cultura del esfuerzo; crisis de valores, pues.

Entre 2000 y 2008, fuimos proclives a endeudarnos, tanto el sector privado como el sector público. Contraer deuda era asequible y barato, bajo unas magníficas condiciones y sin apenas trabas. Igual, en su subconsciente, el prestatario pensaba que las deudas se liquidarían a tan largo plazo que sería como si no tuvieran que devolverse. Dando por sentado que la economía mantendría «sine die» su tendencia creciente, el vocablo crisis no aparecía en el diccionario.

No está fuera de lugar admitir que la entrada en escena del euro, alteró nuestras coordenadas monetarias construidas sobre la base de la peseta, y los lindes del dinero se disiparon: perdimos referencias.

Cuatro son, a nuestro modo de ver, las aristas de esta crisis de deuda: CRISIS ECONÓMICA, CRISIS FINANCIERA, CRISIS PÚBLICA, que engloba el propio sesgo deficitario del Estado, rendido a un gasto descontrolado en lo estrictamente público y manirroto en su variante política, y, por último, una cruel CRISIS SOCIAL.

LA CRISIS ECONÓMICA, como tal, se resume de forma muy elemental: no se puede gastar más de lo que se ingresa o, dicho de otro modo, se tiene que ingresar más de lo que se gasta, gastando con mesura. El aserto, en su doble versión, suena a perogrullada. Sin embargo, el trasfondo capital es que, en tiempos de abundancia, se confundieron por parte de empresas, familias y Administraciones públicas, ingresos no recurrentes con ingresos recurrentes. Se creía que los devengos originados por la inercia positiva del ciclo económico aguantarían perdurablemente «in crescendo». Se constataba una frenética confluencia entre las plusvalías extraordinarias o ganancias atípicas, cuando las ventas de activos eran fluidas y sus precios elevados, con mercados ávidos de transacciones y voraces intermediarios en pos de importantes comisiones. Y así fue… hasta que llegó un día en el que los ingresos no recurrentes, de tanto explotarse, toparon con sus límites, batiéndose en retirada.

Durante aquellos maravillosos años 2000, las cuentas de resultados, en un apacible paisaje de la actividad económica, no se manchaban con insolvencias, en tanto los gastos financieros se movían, pese a rampantes endeudamientos, por cotas bajas gracias a los reducidos tipos de interés.

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Optimismos exagerados acarrearon un error de bulto: se engrosaron estructuras de gastos de funcionamiento u operativos, sin prever la sostenibilidad de los ingresos en el futuro. El componente por antonomasia de los gastos de estructura se concentra en el capítulo del personal. Brotaron costes laborales impactantes y el frenesí gastador. Y de aquellos barros, estos lodos… «In promptu», muchas cuentas se saldaron con despiadados quebrantos.

LA CRISIS FINANCIERA, consecuencia de inversiones en ocasiones sobredimensionadas y gastos excesivos, queda patente en una erosión de la solvencia y en el imparable avance del endeudamiento, pagando peaje por éste en forma de crecientes costes financieros: el dinero se encarecía. A partir de 2003 se advierte una desmedida pujanza de las deudas, poniendo en riesgo sólidas estructuras patrimoniales y financieras de familias y empresas.

En 2008 la deuda de hogares y familias doblaba la existente en 2003, y en 2009 persistía ese endeudamiento a causa del empuje inmobiliario y del tirón del crédito. Crecía el Producto Interior Bruto (PIB) español aunque sustentado en demasía sobre las bases de un endeudamiento vertiginoso y peligroso. La tradicional vocación inversora en vivienda propia elevó los niveles de deuda familiar por encima de los existentes en otros países europeos, donde no está tan arraigada esa concepción.

Hoy, rebajar deuda, contemplando el espinoso y anquilosado escenario económico, se antoja lance complicado para las familias que sufren las embestidas de la crisis en forma de paro, devaluaciones salariales y falta de oportunidades laborales así como un encarecimiento del coste de la vida.

Las facilidades crediticias alimentaron también el endeudamiento empresarial, resintiéndose la independencia financiera y cuestionando solvencias. El reto subsiguiente ha sido, y sigue siendo, el de encarar un proceloso desapalancamiento.

Mientras las cosas funcionaban, con la economía española al alza – gracias, en parte, a la contribución del sector de la construcción y al brío inmobiliario -, no hubo problemas. El endeudamiento familiar corría parejo con el apogeo económico y la fortaleza del empleo. Ahora bien, justo cuando el PIB mostró síntomas de extenuación, las filas del paro concentraban a cientos de miles de trabajadores, multiplicados luego en millones de desempleados.

Las entidades de crédito encajaron duros golpes, materializados en incómodas minusvalías, al punto que hubo que acudir al rescate parcial del sistema financiero español. Hoy, parece que la purificación está casi concluida y el saneamiento de la banca prácticamente ha culminado.

El recorte de financiación bancaria a las actividades productivas, supuso el naufragio de muchas pequeñas y medianas empresas con baja capitalización, muy expuestas a la deuda bancaria; también, la zozobra de grandes compañías. El statu quo de la financiación empresarial se encaminará, tras esas contundentes experiencias, por otros cauces. Con todo, pensemos que el negocio de la banca es precisamente el de prestar dinero. De ahí que se redoblen los controles y se sienta aversión al riesgo de insolvencias.

Conviene, pues, que las lecciones de esta CRISIS DE DEUDA, caracterizada por un obsesivo cortoplacismo, sean muy bien asimiladas para no volver a tropezar en los mismos yerros que han precipitado a la economía española a un fatal y cruel dilema. Otrosí, las deudas, en todo momento, han de ser controlables y asumibles sin tentar a la auténtica capacidad de endeudamiento de cada cual.

LA NECESIDAD DE CONTAR CON EMPRESAS ESPAÑOLAS DE PROYECCIÓN INTERNACIONAL, creando auténticas multinacionales, era, a mediados de la década de los años 2000, una asignatura pendiente para que nuestra economía ganara peso en el concierto mundial.

Determinadas grandes compañías no financieras del IBEX 35 vehiculizaron tal protagonismo, asumiendo endeudamientos exuberantes. Operaciones corporativas de gran calado y al son de eufóricas valoraciones, inflaron activos y agitaron pasivos. El ulterior redimensionamiento de las estructuras patrimoniales, muy perceptible en 2013 como se observa en el gráfico, enajenando activos, podando pasivos y acarreando con menoscabos, es el desenlace de tiempos gloriosos. Del culto al apalancamiento se pasaba a la villanía del endeudamiento…page15image560

Sin duda, las cuentas del Estado, en su conjunto, esto es, de la Administración Central, Comunidades Autónomas, Seguridad Social, Corporaciones locales y los entes correspondientes, presentan trazos muy desdibujados. España no ha sido recatada en sus cuentas públicas y desde la irrupción de la crisis el desajuste de sus finanzas cabe calificarlo de aberrante. Por más que se preconice y sugiera desde distintos oráculos institucionales, entre otros, la CE y el FMI, foros académicos y empresariales, el Estado español, en toda su amplitud, no reduce su descomunal volumen de gasto público. Desde 2008, los guarismos públicos, tocados de veleidades dadivosas, sonrojan. Gastos muy por encima de los ingresos, no un año sino reiteradamente, con más énfasis a partir de 2009, rezuman incoherencias nefastas.

 

Calíbrese el gasto estrictamente necesario, conveniente y eficiente para el normal funcionamiento y desarrollo del Estado y cavílese sobre el dispendio, derroche y cargas superfluas que campan en las cuentas públicas españolas. ¿Cuánto nos cuesta nuestra industria política? ¿Necesita realmente España una arquitectura institucional tan obesa y con tantos niveles de Administración? ¿Era absolutamente necesario, por poner un par de ejemplos, levantar y ampliar aeropuertos en los que apenas hay aviones que despeguen y aterricen, o construir autovías, en pleno campo, sin origen ni destino? ¿Qué resultados económicos arrojan nuestras grandes infraestructuras públicas?

Miles de millones de euros dilapidados en obras faraónicas, costeadas por los contribuyentes, desatando inclemencias deficitarias, en vez de dar un uso eficiente y racional a esos nuestros dineros, por ejemplo, mimando la sanidad y velando por la educación, decantándose por gastos productivos. Desaciertos e incompetencias que devienen en un déficit acumulado entre 2008 y 2013 de 546.000 millones de euros.

El sector público ha funcionado mal en España y la historia continúa. El Estado, clonado a menudo entre la Administración Central y las Comunidades Autónomas, gasta mucho más de lo que ingresa. Al calor del boom inmobiliario y del furor del sector de la construcción se confundieron recaudaciones por ingresos esporádicos y atípicos con ingresos recurrentes, en forma de impuestos, tasas, contribuciones… Nuestro sector público se abocó al gasto desmesurado, sin que sus responsables fueran ni sean conscientes de la apremiante e inaplazable cura de adelgazamiento a que someterse.

En consecuencia, el alicaído cariz de las finanzas públicas españolas y la tan prominente consumación de un déficit sin perspectivas de cercenarse, indujo a la Troika a actuar.

ASÍ, EN BASE A LA LIQUIDACIÓN DE NUESTRAS CUENTAS PÚBLICAS DE 2011, LA TROIKA exigía a España que procediera a un recorte del gasto público, tanto en el capítulo del corriente como en el de inversión – la obra pública estaba fuera de contexto -, que promulgara una subida de impuestos, con particular atención en el IVA y en la revisión de sus tipos, que atenuara el déficit a niveles tolerables, frenando el imparable crecimiento de la deuda pública y que agilizara la puesta en marcha de reformas estructurales a fin de mejorar la competitividad de la economía española y potenciar su crecimiento.

El plan de choque de la Troika implicaba un intenso paquete de medidas que afectarían a la sociedad española generando un cierto malestar, tales como: recorte de pensiones y retraso en la edad de jubilación, recortes en la prestación de paro, copagos sanitario y farmacéutico, aumentos en tasas de educación, reducciones de salarios a empleados públicos, paralización de infraestructuras, mecanismos de colaboración público-privada (léase concesiones), nuevas tasas (aeropuertos, autovías…), subida de transporte público…

Las pautas impuestas por la Troika en 2012 no se ceñían

únicamente a las medidas que anteceden sino que se agregaba una serie de prevenciones adicionales, al estilo de lo que se había hecho poco tiempo antes en Grecia, entre otras: privatización de empresas públicas (AENA, RENFE…), venta de patrimonio (inmuebles, participaciones industriales y empresariales), reestructuración de la Administración del Estado (fusiones de ayuntamientos, eliminación de duplicidades, supresión de organismos públicos…), y más aumentos de impuestos no solo ya en clave de IVA sino suprimiendo deducciones en el Impuesto sobre la Renta, modificando el sistema de pagos en el Impuesto sobre Sociedades, insistiendo en el tan manido y absolutamente ineficaz plan de lucha contra el fraude fiscal, subiendo impuestos especiales y, como aportación singular, creando más figuras tributarias: medioambientales, sobre las energías…

TRAS CONOCERSE EL DÉFICIT DE 2012 Y LA LIQUIDACIÓN DE LAS CUENTAS DEL ESTADO, EL FMI SENTENCIABA QUE ESPAÑA debía aminorar sus pérdidas para lo cual tenía que esforzarse más en la consolidación fiscal, reubicar la tributación de los productos en el IVA – que equivalía a una efectiva subida impositiva -, adelgazar el gasto público, encarar una reforma fiscal, aplicar el factor de sostenibilidad a las pensiones, y en aras a la competitividad aprobar una ley de mercado único. Hoy, todos esos mandatos – salvo adelgazar el gasto público – si no se han implementado, están en trance de hacerlo.

EL DÉFICIT PÚBLICO, POR ENDE, MARCA UNA TRAYECTORIA SERIAMENTE COMPROMETIDA PARA ESPAÑA.

Cuando se cosechan tamañas pérdidas, una de dos: o existen reservas suficientes, procedentes de superávits acumulados, merced a las cuales enjugar los números rojos, o hay que pedir dinero prestado para pagar los desajustes.

De este modo, se explica cómo la deuda pública española experimenta un incremento implacable, pasando de representar en 2007 el 36,3% del PIB al 94% en 2013.

El aumento de la deuda pública entre 2007 y 2013 asciende a cerca de 580.000 millones de euros y en los dos últimos años sobrepasa los 223.000 millones.

La posibilidad de que la deuda pública que supere el 60% del PIB – evocando los requisitos fijados en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la Unión Europea para los países de la zona euro -, se reestructure como deuda perpetua, con vencimiento a muy largo plazo – 30 o 40 años, por proponer un dilatado período de tiempo que permita enderezar nuestras cuentas -, con el FMI y el BCE garantizando esa reconversión, constituiría un estimulante balón de oxígeno financiero con el que reordenar las maltrechas finanzas públicas, concentrando los esfuerzos en reactivar la cariacontecida economía española.

¿Se podrá pagar por parte de España tanta deuda pública?

La respuesta es categórica: NO. Porque para devolver la deuda es imprescindible generar excedente financiero, esto es, que las cuentas públicas se salden con superávit. Salta a la vista que el Reino de España, con el abultado déficit con el que se liquidan sus cuentas, no tiene capacidad financiera para hacer frente a la totalidad de sus compromisos de pago. A golpe de refinanciación funciona nuestra deuda pública. ¿Hasta cuándo?

LA CRISIS DE DEUDA ES, EN DEFINITIVA, EL QUID DE LA CUESTIÓN EN ESTA ETAPA DE CONTRATIEMPOS. Los consiguientes interrogantes se formulan así: ¿a cuánto asciende la deuda bruta total de España? ¿Está tal deuda en una proporción más o menos equilibrada y razonable respecto a lo

que España actualmente produce, o sea, su PIB?

LA DEUDA BRUTA TOTAL DE ESPAÑA al concluir 2012 ascendía a 4,341 billones de euros, montante al que se llega tomando los pasivos en circulación de las Administraciones Públicas, – suma total de compromisos de pagos de nuestras Administraciones, o sea, Administración Central, Seguridad Social, Comunidades Autónomas y Corporaciones locales -; la deuda de las sociedades no financieras; la deuda de las sociedades financieras y, por último, la deuda de las familias.

SI EN 2011 Y 2012, LA CE, EL BCE Y EL FMI, MOSTRABAN SU SERIA PREOCUPACIÓN POR LOS PERFILES DE LAS FINANZAS PÚBLICAS ESPAÑOLAS, debido a las sombrías circunstancias económicas que concurrían, y aún persisten, el 29 de mayo de 2013 la CE presentaba, en forma de RECOMENDACIÓN, el

decálogo de reformas que implementar en España para encarar 23

una etapa de estabilización en clave económica y propiciar, en teoría, la recuperación. El paquete de recomendaciones se concreta en unas severas políticas de sacrificios y ajustes para los ciudadanos, susceptibles de desencadenar agrias sensaciones de desánimo popular y tensiones sociales.

En síntesis, se acentúa la exigencia de un efectivo y austero esfuerzo presupuestario estatal; se aborda la sistemática del sistema tributario (sic); se prosigue y zanja la reestructuración del sistema financiero español, concretando su recapitalización; se insiste en la reforma del mercado de trabajo; y se postula la puesta en marcha de medidas para combatir el alarmante y preocupante desempleo juvenil.

Asimismo, la CE establece otra batería de requerimientos: hacer frente al riesgo de pobreza o marginación social – agravado actualmente, cuando tener empleo ya no es necesariamente sinónimo de salir de la ciénaga -; promover la unidad de mercado e impulsar propuestas que dinamicen a nuestras empresas; solventar la disyuntiva, nunca abordada con decisión, de la energía en sus variadas facetas, con el déficit eléctrico como punto culminante; reconocer y disciplinar los pasivos contingentes – verbigracia, rescates de autopistas, almacenes gasísticos en aguas mediterráneas, avales y garantías concedidos por el Estado – y, por último, poner orden y concierto en una colmada y pródiga Administración Púbica excesivamente politizada.

En agosto de 2013, el FMI ponía la apostilla al pronunciamiento de la CE. Al socaire de los argumentos incluidos en el llamado Memorándum de Entendimiento (MoU) firmado en junio de 2012, el FMI pasaba a controlar el sector financiero español y, hasta cierto punto, nuestras variables económicas.

La realidad actual confirma que España dispone ya de la sistematización del sistema tributario (sic), ha depurado su sector financiero con 246.441 millones de euros de recursos suministrados (24% del PIB), y nada más. Porque una reforma laboral que solo ha servido hasta ahora para destruir puestos de trabajo y no crear empleo, es ineficaz. Porque España hoy es el país de la Unión Europea que presenta la tasa más alta de desempleo juvenil. Porque el número de pobres – por más que duela – crece como confirman los datos de Cáritas y de la OCDE. Porque se acumula un déficit de la tarifa eléctrica de 32.000 millones de euros sin resolver y sin que el consumidor sepa, a ciencia cierta, cómo se tarificará el recibo de la luz del próximo mes. Y porque todo el esfuerzo presupuestario descansa sobre los bolsillos de los contribuyentes.

ENTRAMOS EN LAS CONCLUSIONES, A MODO DE CUADRO PROSPECTIVO. De mantenerse este escenario económico y el desolador panorama de nuestras finanzas públicas, ¿hacia dónde y cómo va España?

1. ESPAÑA SE ENCUENTRA EMBARRANCADA EN EL TRIÁNGULO DEL ESTANCAMIENTO: una tasa de paro enquistada en torno al 26% de la población activa, que en gran parte es estructural a la vista de los parados de larga duración y sus tramos de edad, con desempleados de baja cualificación, en el contexto de un sistema productivo incapaz de crear empleo robusto y sostenible considerando su calidad actual, y un consumo privado en franca atonía sin que se vislumbren síntomas de reanimación.

Analicemos los tres puntos mencionados.

EL PRIMER VÉRTICE de ese comprometido triángulo viene dado por un alto y preocupante paro que supera el 26% de la población activa situando el número de desempleados en unos 6 millones de personas, sin atisbos de recuperación ni oteando efectivas medidas activas, por parte de nuestras autoridades, para relanzar el empleo, verbigracia, fomentando bonificaciones de calado para la contratación de desempleados y rebajando las cotizaciones sociales a cargo de los empleadores.

No se interpreta, desde las esferas gubernamentales y políticas, el coste humillante que esta crisis social, con tan insultante tasa de paro, entraña. En 2014, según datos proporcionados a finales del pasado mes de febrero por la Comisión Europea, España será el país de la Unión Europea con mayor tasa de paro, junto a Grecia, a la que superará en 2015.

En 2013, en 1.832.000 hogares todos sus miembros están en paro cuando en 2011 eran 1.575.000 hogares; 3.500.000 de personas llevan más de un año en paro – el 58% de los parados – ; el grupo de edad más castigado por el paro se sitúa a partir de los 50 años. El 48% de las familias españolas con sus ingresos solo cubre el coste de vivienda y alimentación. El 17% de los hogares españoles llega a fin de mes con mucha dificultad, el 41% no puede afrontar gastos imprevistos y casi un 10% reconoce retrasar pagos corrientes. Para nuestros gobernantes la cifra de paro es un simple dato estadístico; para 5.896.300 personas representa una tragedia.

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EL SEGUNDO VÉRTICE reside en un PIB que muestra, de unos años acá, una preocupante falta de fuelle, cayendo de 2008 a 2013 en más de 60.000 millones de euros.

La fuerte dependencia en años precedentes del sector de la construcción, se traduce en un declive del PIB sin que se divisen a día de hoy sectores capaces de ejercer como tractores de nuestro crecimiento económico y crear empleo, recuperando a personas no ocupadas. En este punto, procede actuar con premura, incentivando y promoviendo actividades económicas de veloz crecimiento y con fuerte capacidad para generar empleo.

La calidad del PIB español en 2012 pone de manifiesto un estancamiento en el sector agrícola, ganadero y pesquero; una

caída en la industria; un desplome de la construcción; tenues repuntes en comercio y hostelería, con mayor acento en éste – léase turismo – si bien al albur de la coyuntura internacional; y, una caída en los servicios.

EL TERCER VÉRTICE del triángulo afecta al consumo privado.

El estancamiento de nuestra economía, cuando no depresión, conecta con la disminución de renta de que adolece la ciudadanía, bajo el signo de la incertidumbre, en un ambiente donde cunde el pesimismo y sin que se cobijen fundadas expectativas de reactivación, con una demanda laboral muy escasa y ante un empeorado proceso de devaluación salarial. Será, por ende, muy difícil que el consumo privado – cuyo peso en el PIB ronda el 59% – tire del carro de la economía, estimulándola.

Salarios reajustados, renta disponible a la baja, presión tributaria exacerbada sobre las rentas del trabajo, costes básicos y precios al alza en los mínimos imprescindibles del gasto familiar, necesidad de disminuir las altas cifras de endeudamiento familiar y empresarial…

2. EN OTRO ORDEN, SE ABREN SERIOS INTERROGANTES SOBRE LA SOSTENIBILIDAD DE NUESTRO SISTEMA DE PENSIONES debido a la evolución de las prestaciones medias – «efecto sustitución» -, la mayor esperanza de vida y la ostensible caída de la relación entre cotizantes y pensionistas. El coste de las pensiones va camino de doblarse en pocos años.

El problema primordial radica en la proporción en que se encuentran los cotizantes – cada vez menos por culpa de la lacra del paro y la falta de empleo, y con sueldos a la baja -, y los pensionistas, que van en aumento y con pensiones más elevadas por parte de quienes se incorporan a tal condición.

A mayor abundamiento, las preocupantes previsiones demográficas en España a 10 años vista, vaticinan una pérdida de cerca de 3 millones de habitantes en 2023.

La pérdida de población invita a barruntar acerca de la corriente migratoria vivida en España. Llegan inmigrantes poco cualificados, con sus familias, y aquí recalan. Entretanto, nuestros jóvenes universitarios se ven apremiados a emigrar no solo para perfeccionar su formación sino más bien en busca de oportunidades que aquí no encuentran. Nuestro contrato social con ellos, se está incumpliendo. Emigra nuestro talento y se nos escapa el futuro.

3. EXTREMO CULMINANTE ES EL PROBLEMA DEL DÉFICIT PÚBLICO no radica tanto en la falta de empuje de los ingresos, que en lo concerniente a los tributarios están al límite de su potencial, como en el poco entusiasmo por parte de quienes rigen los destinos de España de rebajar las atroces cifras del gasto público.

De mantenerse la actual trayectoria deficitaria, España está condenada a una situación de bancarrota en los próximos años y a asumir un endeudamiento absolutamente imposible de liquidar que dejaría en el desamparo financiero al país y su suerte a merced de los acreedores.

Tal y como se observa en el gráfico, el déficit que, en el mejor de los casos, acumulará España entre 2014 y 2018 se cifra en 226.000 millones de euros. Esta cantidad hay que agregarla a los 546.000 millones de euros de déficit habido entre 2008 y 2013. En poco más de un decenio, quienes rigen los destinos de España desde sus diferentes posiciones habrán sido capaces de perder cerca de 800.000 millones de euros, casi el 80% de nuestro PIB actual. O se exige un aval a quienes pretendan gobernar desde cualquier estadio de gobierno que garantice parte del déficit que generen, o este dislate no tiene límites.

4. DE RESULTAS DE LO PRECEDENTE, SOBRESALE LA ABSOLUTA FALTA DE VOLUNTAD GUBERNAMENTAL Y POLÍTICA por contener y, más grave aún, por no aminorar el gasto público del conjunto del Estado, exigiendo en cambio un esfuerzo considerable en materia de impuestos a la ciudadanía, conduce a España a un callejón sin salida.

En este gráfico se aprecia claramente la absoluta falta de control y reducción del gasto público en su totalidad. Descontando del gasto incurrido en 2012 la cantidad correspondiente al rescate bancario de ese año – 37.000 millones de euros -, el gasto público de 2013 se encuentra en idéntica cuantía que el de 2012: 454.000 millones de euros. Pocas, por no decir, que ninguna política de austeridad se aplica en España. Sí aumentan, en cambio, los ingresos con el marchamo tributario.

El auge de la economía sumergida o informal, cuya estimación excede del 20% del PIB español – más de 200.000 millones de euros -, responde a varios factores: la presión fiscal directa y la presión fiscal indirecta, fraguando ésta en detestables burocracias así como papeleos y trámites inextricables; la demencial inflación legislativa, a guisa de producción industrial, y la descontrolada plaga de la corrupción, haciendo todo ello mella en los contribuyentes.

5. A LA POSTRE, IRRUMPE UNA IMPARABLE DEUDA PÚBLICA, con un saldo próximo a un billón de euros que hoy por hoy resulta impagable, así como un inquietante incremento de los pasivos en circulación de las Administraciones Públicas que de suponer 505.358 millones de euros en 2007 alcanzan más de 1,3 billones de euros a 30 de septiembre de 2013, creciendo en 800.000 millones de euros.

La contundencia de los déficits acumulados en el transcurso de estos años, su cuantía, la ausencia de políticas coherentes y prudentes en nuestras finanzas públicas, aceleran a ritmo galopante el auge de la deuda pública, y de los pasivos en circulación de las Administraciones, al punto que su proyección es temible. Sin rodeos: España se encamina hacia su propia suspensión de pagos, al default…

6. UNA DEUDA PRIVADA MUY ACRECENTADA que no es susceptible de incrementarse a medio plazo al estar sometida a un riguroso desendeudamiento por parte de familias y hogares, perseverando las empresas en su desapalancamiento hasta retornar a niveles tolerables y asumibles de deuda. Laborioso se antoja, por consiguiente, que los años venideros estén marcados por ímpetus inversores desde el prisma doméstico.

Las perspectivas para el período 2013 – 2018, según las proyecciones del FMI, se decantan por la contracción de la deuda privada, mientras el sector público proseguirá con su contumaz endeudamiento penetrando en zona de turbulencias soberanas.

7. DE NO ATAJAR LA INSOSTENIBLE CIFRA DEL GASTO PÚBLICO, primordialmente el superfluo, improductivo e ineficiente así como el inherente a la industria política, el panorama de nuestras finanzas públicas está seriamente lastrado. Los desatinos de las cuentas públicas salpican al sector privado sobre el que recaen los efectos y esfuerzos de las políticas de consolidación fiscal.

El Estado, a través de la deuda pública, atrae para sí buena parte de la financiación concedida por la banca produciéndose el efecto de la expulsión del sector privado en la obtención del crédito. El Estado simultáneamente impone una asfixiante presión tributaria sobre el sector privado junto con altas cotizaciones de la seguridad social – las más elevadas de Europa -. El Estado contrae el consumo público y despliega una apabullante burocracia por parte de la Administración, que no pertenece al mundo real ni conecta con él, a imagen y semejanza del modelo político.

El Estado, en definitiva, absorbiendo gran parte de recursos financieros con los que sufragar su vasto aparato, se erige en principal escollo para la libertad de empresa e iniciativa privada, obstaculizando el crecimiento económico y el desarrollo empresarial, convirtiéndose en insoportable carga para reactivar la economía española.

En el contexto del actual modelo de Administración y sector público, España pisa arenas movedizas, merma sus efectividades y retrocede al someterse a los designios de una política ramplona, aliñada por determinados protagonistas de preocupante perfil bajo y vacuo, entregados a meros intereses partidistas, electorales y cortoplacistas, que no ocupados en evitar las vicisitudes que golpean a nuestra sociedad, dejando al albur a empresas y trabajadores. Sin empresas y sin trabajo, la economía no funciona. En la medida que un país no disponga de un robusto tejido empresarial en el que las pequeñas y medianas empresas – las pymes -, al igual que las grandes, jueguen bazas decisivas, su economía se hunde. Son las empresas las que crean empleo. Sin ellas, no hay trabajo.

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CONCLUYO… Si las estadísticas en el mundo del fútbol están para romperse, las previsiones económicas, que se presumen adversas, están para incumplirse. Para ello, solo hay un camino: acción y actuación, bajo la égida de unos gobernantes responsables y preparados, cercanos y honestos con el pueblo que les vota, moralmente legitimados, intachables en sus conductas, pertrechados con consistente bagaje económico, y sobresaliendo por su altruista capacidad de servicio a la sociedad. En tanto la cúpula no cambie, las previsiones económicas malhadadamente cristalizarán.

No se trata de profetizar – nada más lejos de mi intención – plagas apocalípticas ni epidemias económicas, sino de proponer una regeneración moral y una catarsis de nuestra sociedad y sus valores, a la vez que una reconversión de la vigente arquitectura política. Está en juego el futuro de nuestros hijos, y de los hijos de nuestros hijos, así como la solvencia, en todos los órdenes, de España.

Dejaremos a la siguiente generación no un mundo mejor y bucólico sino una deuda impagable, unas cuentas públicas penosas, unos desequilibrios laborales sin cicatrizar, cementerios empresariales, ambiciosos proyectos amenazando ruina, una herencia financiera rebosante de hipotecas envenenadas, e inversores foráneos campando a sus anchas por la piel de toro comprándolo todo a precio de saldo, y lo que es peor: una crisis social cuyo intrigante desenlace se formula a golpe de incógnitas.

La voz de la sociedad civil y de sus instituciones, como la REIAL ACADÈMIA DE DOCTORS, ha de clamar en esta encrucijada, tiene que ser escuchada cuando España cruje, debe aportar juiciosos criterios que den luz, templar duelos, atemperar antagonismos, introducir dosis de coherencia e inyectar sensatez con la que enderezar ese torcido rumbo político, social y económico, que exige, con prontitud, un brusco golpe de timón en pos de sumar y multiplicar por el bien de nuestra sociedad, de todos nosotros y de quienes continuarán, tras nuestros pasos, pisando la senda ojalá que adecuada.

MOLTES GRÀCIES A TOTS VOSTÈS PER LA SEVA ASSISTENCIA I PER L ́INTERÈS A AQUEST ACTE. ALGUNS HAN VINGUT DES DE PUNTS ALLUNYATS DE LA GEOGRAFÍA ESPANYOLA I, FINS I TOT, HI HA QUI HA CREUAT AL ATLANTIC AVUI MATEIX PER ESTAR PRESENT A AQUESTS MOMENTS. MOLTES GRACIES DE VERITAT

MUCHÍSIMAS GRACIAS A TODOS USTEDES POR SU PRESENCIA EN ESTE ACTO Y GRACIAS A QUIENES HAN SE HAN DESPLAZADO DESDE DISTINTOS LUGARES DE LA GEOGRAFÍA ESPAÑOLA Y EN ALGÚN CASO DESDE EL CONTINENTE AMERICANO. A TODOS USTEDES, MI GRATITUD.

EXCELENTÍSIMO SEÑOR PRESIDENTE, HASTA AQUÍ MI DISCURSO DE INGRESO.

 

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