El veterano y prestigioso periodista económico José García Abad revela como ejercen su poder los lobbies empresariales desvelando cómo funcionan las relaciones entre el poder político y el de los grandes magnates empresariales.
Proporciona los intríngulis de los distintos lobbies, mayormente la de los poderes fácticos: la banca, las eléctricas, y el ladrillo. De cómo se han relacionado con los distintos presidentes de Gobierno y como han utilizado a una Prensa agobiada por las deudas.
El libro, titulado “El Malvado Ibex”, editado por Ediciones El Siglo merece especial atención la revelación que el autor hace de algunos secretos del CEC, el supremo lobby, el de los 15 grandes magnates, una mezcla antinatura de industriales y banqueros que lo diferencian de otros entes homólogos del primer mundo.
AGONIZA EL CONSEJO EMPRESARIAL DE LA COMPETITIVIDAD
Un lobby que agoniza, víctima de su prepotencia. Agoniza el Consejo Empresarial de la Competitividad (CEC) donde se entraba por cooptación y se salía por defunción sin que cada uno de sus miembros, individualmente considerados, pierdan potencia ni, en algunos casos, prepotencia.
El Consejo ya no es inquietante aunque si lo ha sido a lo largo de sus cinco años de vida. Se extingue calladamente, sin reunirse hasta que desaparezca definitivamente en febrero de 2017 cuando expire el mandato de su presidente César Alierta.
Este formidable grupo de presión que parecía constituirse en una tercera cámara, la Cámara de la Plutocracia, junto al Congreso de los Diputados y el Senado se muere por sobreexposición, letal para un grupo de presión, así como por la defunción de personajes claves de la misma y el retiro de otros de las empresas que presidían.
Han fallecido cuatro personas muy significativas en año y medio: Isidoro Álvarez, José Manuel Lara, Emilio Botín y Leopoldo Rodés; A Cesar Alierta le ha sucedido en Telefónica José María Álvarez-Pallete que no quiere saber nada del CEC e intenta “despolitizar” la compañía, mientras Alierta se dedica a “la fundación del Papa”; Isidro Fainé ha abandonado la presidencia de Caixabank; y Ana Botín camina por derroteros diferentes a los de su padre.
SE PROSTITUYÓ LA IDEA INICIAL
“El objetivo de la CEC – me explica un socio del mismo – era mejorar el entramado económico, social y empresarial del país. Y por tanto no era un lobby en sentido estricto, sino un centro de reflexión para el bien común. Yo entendí siempre la CEC como herramienta para mejorar la competitividad de la empresa española y punto. Pero la idea inicial se ha prostituido”.
Tras hablar con varios miembros del selecto club, apocalípticos e integrados, creyentes y críticos, el autor ha llegado a la conclusión de que lo que verdaderamente movió al nacimiento del exclusivo club, con dignas excepciones, fue la posibilidad de ejercer más influencia política personal dentro de un grupo impresionante por la potencia de sus integrantes.
Predominó, en definitiva, la prepotencia de unos señores acostumbrados a mandar mucho. Dicho esto con las dignas salvedades de algunos, de aquellos patriotas sinceros que se incorporaron a la iniciativa con fines altruistas a pesar de que a algunos de ellos les horrorizaba “la sobreexposición pública” que tanto detesta un buen empresario.
15 MACHOS ALFA
Se lo explicaba nítidamente uno de los miembros más importantes del CEC pero integrado en el sector crítico – en este club de notables unos son más notables que otros – uno del “core”, de la crème de la crème, que naturalmente habla conmigo a tumba abierta a condición de mantener el anonimato:
• El argumento principal puede resumirse así: “En este país somos nosotros, las macroempresas, los que tenemos más peso en el PIB, así que somos nosotros los que tenemos que definir cuál es el estado de la cuestión. nacemos con el pecado original de la soberbia. Esto se ha organizado para que cuatro o cinco personas saquen partido, para que potencien su perfil político.
A costa de gente que puede estar más o menos mejor intencionada hay cuatro o cinco que se aprovechan. Son 15 machos Alfa encantados de haberse conocido, acostumbrados a mandar sin objeción alguna, con la entrega acrítica de sus coroneles en sus respectivas empresas; unos caudillos que se reúnen en el Olimpo dedicando generosamente su tiempo y sus altas capacidades a arreglar este mundo atribulado.
SE CONJURARON EN NO HABLAR
En “El malvado Ibex” encontrará el lector curioso informaciones de primera mano sobre el nacimiento, esplendor y agonía de este Consejo. Se proporcionan detalles inéditos sobre el nacimiento del mismo; sobre los personajes reclutados y a quienes se les colocó bola negra; y algunos de sus conciliábulos no oficiales, en modo tertulia pero que tuvieron consecuencias nada retóricas.
Ha sido una tarea paciente y complicada pues los socios se conjuraron para no hablar, aunque he podido beneficiarme de las confidencias de algunos de ellos que estimaban que se habían traicionado los buenos propósitos iniciales y que seguían allí por no contrariar a Cesar Alierta, su presidente de cuyas altas motivaciones patrióticas no dudo. Ha sido como penetrar en una logia masónica, cuando la masonería era una verdadera sociedad secreta.
UNA JUGADA ARTERA DE LOS BANQUEROS
La frecuente incompatibilidad entre empresarios y banqueros estuvo a punto de hacer estallar al Consejo Empresarial de la Competitividad.
• El pecado original del CEC – reconoce un importante miembro del club – es confundir la gimnasia con la magnesia. Banca y empresa no pueden ir juntas. La industria tiene unos objetivos de crecimiento en un momento en que no tiene nada que ver con los intereses de la banca. Esta tiene que ser muy amarrona en el crédito y la industria necesita que el crédito fluya. Hubo un momento en que el CEC estuvo a punto de saltar por los aires debido a una jugada artera de los banqueros.
El momento estaba definido por el propósito del gobierno del Partido Popular de realizar cambios en la política fiscal y, en definitiva a bajar los impuestos. En aquella oportunidad el CEC aprovechó la oportunidad para redactar un borrador en el que se dice que los impuestos no tenían que bajar sino que subir.
Naturalmente a espaldas de los industriales que hubieran puesto el grito en el cielo. Y es que la banca venía arrastrando cuantiosas pérdidas, mayormente como consecuencia de las absorciones de entidades quebradas, lo que ellos llaman los fondos de comercio, que eran derechos fiscales que se recuperarían en base a los beneficios futuros. Si la fiscalidad bajaba, la banca, que tenía que hacer unos saneamientos brutales de estos fondos de comercio, tenía que esperar más tiempo para recuperarlos. Cuando trascendió el borrador se organizó la mundial por lo que el Estado Mayor optó por retirarlo.
ASEGURAN QUE NO ACTUAN POLÍTICAMENTE PERO…
Obviamente el CEC no ha sido el único objetivo de la investigación. Interesaban los distintos lobbies sectoriales, especialmente en aquellos sectores donde el único cliente es el Estado, en sus distintas administraciones: la central, la autonómica y la municipal. Adjudicación o muerte.
Actúan en España lobbies de distinta envergadura, como la CEOE, el Círculo de Empresarios; el Círculo de Economía de Barcelona; o, de forma más ligera, el Foro Puente Aéreo, entre otros. Todos ellos subrayan que no actúan políticamente en el sentido fuerte de la palabra. A lo largo de este libro se analizan como se movieron políticamente los grupos de presión desde el advenimiento de la democracia hasta nuestros días, con cada uno de los presidentes del Gobierno.
INTENTARON SUPLANTAR A LA CEOE
Ocupa en el libro la atención que merece la evolución de la CEOE, la confederación de organizaciones empresariales, que había nacido en la Transición y que actuó en política de forma descarada.
Con el actual presidente Juan Rosell, la CEOE sufrió la prepotencia del CEC que intentó suplantarla y relegarla a pactar convenios colectivos con los sindicatos; una función disminuida desde que la reforma laboral de Mariano Rajoy redujo a su mínima expresión los convenios sectoriales primando a los de cada empresa donde el pacto se fraguaba entre las direcciones de recursos humanos y los comités de empresa.
También se aborda la relación del Círculo de Empresarios con los distintos partidos y de forma especial con cada uno de los presidentes del Gobierno. El Círculo se sintió amenazado cuando nace el CEC pues también temía, como la CEOE que sería suplantado.
El Círculo ostenta los mismos principios del CEC; los mismos procedimientos: la elaboración de informes; similares modelos; y bastante similitud en la nómina de socios.
Prácticamente la totalidad de los 15 miembros del Consejo lo son a su vez del Círculo y de las 35 empresas del Ibex, 28 están en el mismo. O sea que si nos basamos en la teoría, en la esencia de ambas organizaciones, habría que concluir que El Círculo de Empresarios es el antecedente y aventurar que pudiera ser la continuación del CEC.
En opinión del autor la diferencia esencial reside en el pedigrí de sus respectivos socios que no es cuestión baladí. Los miembros del Círculo son nominalmente personas físicas, pero necesariamente tienen que formar parte de la primera línea ejecutiva de las empresas que son las que sufragan las cuotas. En cambio los del Consejo son, en sentido estricto, sus presidentes, que no es lo mismo. Les une más la casta que la representación de sus compañías.
Así mismo se relata en el libro, sin despreciar la letra pequeña que puede ser reveladora de acontecimientos desconocidos o poco conocidos protagonizados por los banqueros, los señores del kilovatio, y los constructores y concesionarios de infraestructuras.