Algunos estrategas del PP son de la idea de que el partido político que solicite el rescate perderá ineludiblemente las siguientes elecciones
Europa, el FMI, los mercados, las principales instituciones económicas nacionales y algún que otro gurú aseguran, día sí, día no, estar preparados para que España solicite el rescate de manera inmediata.
Por el contrario, el encargado de hacer la petición, el presidente del Gobierno, cada vez tiene más claro que ese momento aún no ha llegado.
Como subraya F.C. en ‘El Economista’, puede que incluso las condiciones suficientes y necesarias para levantar la mano y reclamar la ayuda no terminen nunca de darse.
¿Qué es lo que impide a Mariano Rajoy cumplir con un guión que lleva escrito ya más de dos meses?
1. La presión afloja
La prima de riesgo de la deuda española cerró ayer en 413 puntos básicos, un nivel que aún puede considerarse alto, pero muy lejos, en cualquier caso, del máximo histórico de 649 puntos que hizo saltar todas las alarmas el pasado mes de julio.
Desde que el BCE anunciara su disposición a utilizar toda su potencia de fuego para ayudar a nuestro país y, sobre todo, desde que los mercados han asumido que eso ocurrirá antes o después, la presión sobre nuestra deuda ha aflojado considerablemente.
Los inversores piden mucho menos para prestarnos su dinero, lo que ha permitido al Tesoro prácticamente completar su calendario de financiación con una tranquilidad que hace sólo dos meses no era previsible.
La cuenta que el Tesoro Público tiene en el Banco de España, y que el Estado utiliza en los momentos en que no hay emisiones o cuando la financiación se pone más cuesta arriba, se situó a finales de septiembre por encima de los 36.000 millones de euros, 17.000 millones más que un mes antes.
Un colchón que los expertos consideran más que confortable para afrontar los vencimientos de deuda más cercanos y otros grandes desembolsos. La conclusión es sencilla: la presión que nos empujaba hasta el abismo del rescate ha desaparecido. Lo que ya no está tan claro es hasta cuándo se mantendrá esta tregua.
2. Alemania no quiere rescate
Angela Merkel deberá someter a la aprobación de su Parlamento una hipotética petición de rescate por parte de España.
La opinión pública germana es radicalmente contraria a seguir ayudando a los indisciplinados socios del sur de Europa, especialistas -según la absurda idea que ha arraigado en el país- en dilapidar el dinero que graciosamente les dan sus laboriosos vecinos del norte.
En noviembre del año que viene hay elecciones, así que la canciller es muy poco partidaria de meterse en un charco del que saldría con un recorte en sus expectativas de voto.
Sólo estaría dispuesta a aceptarlo si se tratase de un rescate completo, a la griega, en el que se imponga a España una nueva lista de duras condiciones, capaz de calmar los recelos de lo más ortodoxos. Algo a lo que Rajoy no está dispuesto.
3. Demasiados flecos sueltos
La experiencia del rescate bancario ha enseñado a Rajoy que antes de pedir un rescate hay que tener atados todos los cabos, pactadas todas las condiciones y escrita toda la letra pequeña. Una condición que en este momento no se da.
El Gobierno cree que todavía hay demasiados flecos sueltos. El primero y más importante es la elección de la fórmula mediante la que se articulará la ayuda.
¿Se hará mediante un crédito preventivo, que no se use, pero cuya solicitud activará la intervención automática del Banco Central Europeo comprando deuda en el mercado secundario?
¿O el crédito sí se utilizará, para cubrir emisiones del Tesoro, dejando la intervención del BCE sólo para un caso de emergencia? Aún no se sabe, pero Rajoy está convencido de que la segunda opción, que es la que propugna Alemania, nos sacaría del mercado, como les ocurrió a Irlanda y Portugal.
El BCE tampoco ha especificado los términos de su intervención, la duración de la misma ni hasta que nivel hará que baje la prima de riesgo.
Por último, aunque todo el mundo dice que a España no se le deben imponer más condiciones, el Gobierno sospecha que si pide la ayuda, Europa le obligará a bajar las pensiones. Toda una línea roja que Rajoy ha jurado no cruzar.
4. El escurridizo amigo italiano se resiste
España querría ir al infierno del rescate de la mano de Italia. El argumento que esgrime nuestra diplomacia es que hay que solucionar de una vez el problema que afecta a los que en estos momentos son los dos eslabones más débiles del euro.
De nada serviría rescatar a España si dentro de dos meses los estados vuelven a estar patas arriba por culpa de Italia.
El problema es que Monti no quiere ni oír hablar de la posibilidad de pedir ayuda, y así lo manifiesta cada vez que le preguntan. De momento, es España quien recibe los golpes del mercado, mientras la deuda italiana se mantiene en un nivel más o menos confortable, de 346 puntos.
5. El estigma político de pedir el rescate
Algunos estrategas del PP son de la idea de que el partido político que solicite el rescate perderá ineludiblemente las siguientes elecciones y tardará muchos años en recuperar el favor de los ciudadanos. Da igual que sea la única opción que le quede.
La ayuda europea supone un estigma difícil de superar. Aunque también es verdad que la memoria de la gente es flaca.
A muchos se les ha olvidado ya que España estuvo gobernada por el PSOE durante los últimos ocho años.