Mario Conde y Díaz Ferrán 'consiguen' trasladar a otra prisión a los jefes de Ausbanc y Manos Limpias

Los chantajistas cobradores del frac son ‘desahuciados’ de Soto del Real

Luis Pineda y Miguel Bernad no pueden descansar ni entre rejas

Los chantajistas cobradores del frac son 'desahuciados' de Soto del Real
Miguel Bernad y Luis Pineda. Agencias

El karma había intervenido para reunir en la prisión de Soto del Real a los querellantes (Pineda, Bernad) con los querellados (Conde y Díaz Ferrán), pero sus «diferencias» en las zonas comunes del centro penitenciario madrileño han precipitado un plan de evacuación.

Luis Pineda, jefe de Ausbanc, se aloja ahora en Estremera, mientras que Miguel Bernad, inductor de Manos Limpias, purga sus penas en Navalcarnero, de forma que Mario Conde y Gerardo Díaz Ferrán pueden salir al patio sin la necesidad de atragantarse con los cobradores del frac.

No hay noticia de que hubieran llegado a las manos, pero sí referencias suficientes de encontronazos verbales. Especialmente entre Bernad y Díaz Ferrán, expuestos a un careo accidental en el que asomaban los espolones de las antiguas querellas.

Fue Manos Limpias el «sindicato» que desempeñó el papel de acusación popular en la causa que vinculaba al expresidente de la CEOE con una apropiación indebida de 4,4 millones de euros de los clientes de Viajes Marsans, aunque el expediente penal de Díaz Ferrán también comprende las condiciones impropias de un crédito de 26,6 millones concedido por Caja Madrid a sabiendas de que el empresario no tenía medios para liquidarlo.

El favor se lo hizo un viejo morador de Soto del Real, Miguel Blesa, y lo denunció un efímero preso de Soto del Real, Luis Pineda, de tal manera que la historia contemporánea de la corrupción española no se explica sin los avatares, los vis a vis ni los secretos que acumula o amontona entre sus paredes el centro penitenciario de la sierra madrileña.

Se identifica en una bucólica vaguada gracias al minarete de hormigón de la torre de vigilancia. Montan guardia los periodistas. Transitan con pudor las familias de los presos. Y juegan los niños en unos columpios oxidados que chirrían como roedores.

Fue aquí donde expió la prisión preventiva Luis Bárcenas, como fue en los módulos de Soto donde Francisco Correa, ingeniero de la trama Gürtel, transcurrió tres años y cuatro meses. Había reunido finalmente los 200.000 euros de la fianza —los apoquinó su madre, de 91 años— y vino a buscarlo el chófer “de toda la vida”, el mismo chófer de toda la vida que antaño lo había llevado a la boda de la hija de Aznar en la vecina localidad de El Escorial.

Tiene sentido mencionar el suntuoso enlace escurialense porque varios de los invitados al convite terminaron en Soto del Real. Empezando por el compadre Miguel Blesa, cuya fortuna le permitió amontonar 2,5 millones de euros y sacudirse tanto el polvo del módulo de ingreso como el encarnizamiento al que lo sometió el malogrado juez Elpidio Silva.

Empezaba hasta proporcionar prestigio la cárcel de Soto. Mucho más agradecida que otros enjambres de presidiarios —Meco, por ejemplo— y mucho más avanzada en sus zonas de esparcimiento. Se construyó en 1995 con las comodidades de una prisión moderna y con el sobrenombre inequívoco y hasta frívolo de «la jaula de oro».
No son iguales todas las dependencias. Mario Conde se aloja en el Módulo 10 sin exponerse a los presos peligrosos, aunque semejantes ventajas no contradicen el impacto que produjo la divulgación de su ficha policial actualizada. Parecía el escarmiento del retrato de Dorian Gray. Y daba la impresión de que el banquero había cumplido 20 años en diez días, desfigurándose delante de la cámara el menor atisbo de galanura.

Conde desmentía la aristocracia de su apellido y, por añadidura, se cruzaba en el patio con los colmillos de Luis Pineda. Que fue su bestia negra y el protagonista acusación popular en el caso Banesto. Debió parecerles a ambos una regresión –hablamos de 1994- y debió impresionarle al preso Pineda descubrir que no le hacía falta «estrenar» su Número de Identificación Sistemática (NIS), porque ya lo tenía adjudicado desde 1982.

El motivo consistió en la condena por asalto y robo a la marquesa de San Eduardo. Y en la reincidencia que supuso festejar con cócteles molotov el primer aniversario del 23-F. Necesitaba santificarse Pineda. Encontró el camino de Robin Hood, aunque la justicia acaba de desenmascararlo. Y de evacuarlo de Soto a Estremera. La cárcel que inauguró Francisco Granados y que ahora también ocupa el propio lugarteniente de Esperanza Aguirre como si el karma ya hubiera hecho justicia.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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