De una población mundial de 6.000 millones, 1.200 millones profesan el islam y 15 millones están en Europa. La multiculturalidad, la facilidad para viajar y el fácil acceso a la comunicación o las oportunidades de trabajo abren las puerta de Europa.
Según un estudio de la investigadora Clémence Delmas, los musulmanes mejor integrados se encuentran en Suecia y Reino Unido, por contraposición a Holanda, Dinamarca y Alemania. Muchos emigrantes llegaron como adultos y algunos aun con cierta experiencia política, que ha favorecido la creación de lobbies como la organización Diálogo Euro-Árabe, que busca la llamada Eurabia. Además, los cambios estructurales y demográficos de Europa propician ese estado.
Escuelas, tiendas, mezquitas oficiosas, zocos y barrios marginales son caldo de cultivo del extremismo islámico, que por toda Europa recluta a gente haciéndoles creer que se convertirán en muyaidines. En Europa hay hasta 30 grupos terroristas musulmanes integrados en el Grupo Secreto de la Yihad Al Qaeda.
Para reclutar a adeptos, les proporcionan dinero, editan publicaciones extremistas y preparan atentados. Los afines a esta ideología aprovechan sótanos, bajos y almacenes para reunirse a la espera de conseguir financiación suficiente para abrir mezquitas. Pero no todos carecen de recursos, sino que están respaldados por líderes y jerarcas musulmanes.
Ahora más que nunca, ningún seguidor del islam quiere que se le identifique con el terrorismo árabe y en el primer día de la oración tras el atentado del 7-J, el mensaje de las mezquitas oficiales de Europa era elmismo: Rotunda repulsa. Según Mohamed El Afifi, portavoz del Centro Cultural Islámico de Madrid, todos los musulmanes de Europa nos hemos convertido en sospechosos.
Los terroristas pretenden que se generen hostilidades y sospechas contra las comunidades musulmanas, e intentar que cuaje la idea de que musulmanes y Occidente establecen un claro choque de civilizaciones.
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