Un pueblo, unos políticos, unos intelectuales que juegan con el fuego, suelen acabar quemándose
Francisco Jorquera y Pachi Vázquez revoloteaban este fin de semana sobre las Fragas do Eume, como revolotean los buitres ante cualquier vestigio de carroña. Por el humo ya no se sabe sólo dónde está el fuego, como rezaba la romanza de «Doña Francisquita». Ahora resulta que por el humo se sabe también cómo azuzar «jaurías humanas» contra un gobierno democráticamente elegido.
El progresismo bipartito gallego, o sea un PSdG y un BNG con incompatibilidad ideológica de caracteres, ha renunciado a practicar la oposición y concentra todos sus esfuerzos en practicar el linchamiento. Es la única vía que conocen para llegar al poder.
¿Para qué desarrollar programas, líneas de oposición crítica y constructiva o alternativas de gobierno con garantías? Basta con sentarse a esperar a que se produzca una catástrofe.
Le han cogido gusto al atajo del Prestige, y depositan todas sus expectativas electorales en la nefasta maniobra de un capitán de barco, en una putada del cambio climático o en el terrorismo incendiario forestal de unos cuantos locos, de sicarios a sueldo o de hijos de puta que queman los bosque gallegos por joder a una sociedad, en general, o a unos vecinos, en particular.
Es verdad que por todos los caminos se puede llegar a Roma, como por todos los caminos se puede llegar a la Xunta de Galicia. Que el humo de las Fragas do Eume que ciega los ojos de todos los gallegos y les mantiene estos días con el corazón partío, es un buen caldo de cultivo para provocar la rebelión de las masas sensibilizadas.
Pero la experiencia del gobierno bipartito, que se coló en la Xunta por la puerta falsa y fue devuelto a corrales en las urnas, en tan sólo una legislatura, debería hacer reflexionar a esas dos impacientes fotocopias de Toruriño y Quintana, Pachi y Jorquera, que se han puesto a jugar con el fuego.
En las redes sociales, esa selva virtual del siglo XXI, resuena ya el sofisticado tam tam de los tambores de guerra. Los gurús intelectuales de la cosa afilan ya sus cuchillos dialécticos para producir artículos, editoriales y manifiestos en masa.
El «nunca máis», que debería ser patrimonio de todos los gallegos, resucita como arma de destrucción masiva de un progresismo que se ha resignado a no poder convencer y centra todos sus esfuerzos en vencer como sea. En tan sólo 48 horas, las ciudades gallegas y algunos municipios se van a llenar de personas, pancartas y consignas decididas a intentar conseguir en las calles lo que no son capaces de conseguir en las urnas.
Es legítimo, pero es mezquino. No resulta sencillo compartir esa estrategia carroñera. Pero, como decía Voltaire, los seres humanos libres deben estar dispuestos a dejarse matar para que miles de gallegos, de buena fe o con oscuras intenciones, utilicen el derecho a la libertad de expresión como paradigma de la grandeza democrática.
Por supuesto que se puede y se debe investigar la gestión del gobierno gallego. Pero olería menos a podrido si se iniciase en sede parlamentaria. Montar una «primavera gallega» artificial contra la Xunta, puede parecerles prioritario a Pachi Vázquez, Francisco Jorquera y sus respectivas hinchadas, pero es absolutamente secundario ante la genuina y profunda prioridad para resolver un gran problema para la sociedad gallega: el terrorismo incendiario.
En una España en que gobiernos y oposiciones han firmado y respetado «pactos antiterroristas», por encima de intereses partidistas, resulta trágico que en Galicia se utilice el terrorismo medioambiental como arma arrojadiza. Que por calles de ciudades y municipios gallegos salgan hoy miles de personas, que saben perfectamente quiénes son los verdugos de sus montes y de sus brigadistas, a intentar desgastar a un gobierno, en vez de reclamar de todos sus políticos un frente único, un consenso vinculante, la firme resolución apartidista de no darle tegua al terrorismo que acaba de atentar contra las paradigmáticas Fragas do Eume.
Un pueblo, unos políticos, unos intelectuales que juegan con el fuego, suelen acabar quemándose.
Arde Galicia en su «corazón verde» a ambas orillas de río Eume, y los gallegos de todos los rincones inician una semana de pasión ecológica que se solapa con la tradicional semana de pasión litúrgica.