Los nostáhicos de las 'chekas' y el 'paseillo'

El BNG pide cambiar de nombre la ‘Plaza de España’ de Ferrol por «franquista»

Consideran los nacionalistas gallegos que la palabra 'España' que representa la «violencia simbólica» empleada en la dictadura de Franco

El BNG pide cambiar de nombre la 'Plaza de España' de Ferrol por "franquista"
Ana Pontón, lider del BNG, con el concejal Iván Rivas (BNG). BN

El BNG de Ferrol pide que la plaza de España se denomine Porta Nova, recupewrando su nombre hasta 1953, y Ciudadanos acusa a los nacionalistas de lanzar una simple provocación

Hasta ahora, como subraya J.L.Jiménez en ‘ABC’ este 29 de junio de 2017, la Ley de Memoria Histórica se esgrimía para retirar de los callejeros municipales los nombres de personas vinculadas al bando nacional durante la Guerra Civil y personajes de la posterior dictadura franquista.

En Ferrol, los zarrapastrosos nostálgicos de la ‘cheka’ han ido un paso más allá. En una moción que se debatirá en el próximo pleno de la corporación local, el BNG solicitará que se cambie la nomenclatura de la «Plaza de España» apelando a que fue el franquismo quien impuso esta denominación.

La petición de los nacionalistas gallegos -que en Ferrol apenas cuentan con un concejal, Iván Rivas, firmante de la moción- viene de la mano de la Fundaçom Artabria, un grupo próximo al independentismo que, entre otras acciones, ha apoyado las manifestaciones pro-okupas de las pasadas semanas en Santiago de Compostela.

Según afirma Rivas en la moción, este espacio se denominaba «Porta Nova» hasta que «el franquismo, de forma ilegítima, decidió llamarlo Plaza de España».

«Fue un gobierno ilegítimo de un régimen ilegítimo quien realizó esta mudanza arbitraria, aun así todavía hay vecinos de cierta edad que en nuestra ciudad recuerdan el nombre originario de la plaza».

Para Rivas y la citada Fundaçom, que este espacio siga llamándose «Plaza de España» es «un vestigio de la violencia simbólica que todavía permanece en nuestras calles, plazas y espacios públicos», y la recuperación del nombre original será una «devolución de un pedazo más de dignidad».

La moción se registró en el Ayuntamiento de Ferrol tanto en gallego normativo -el reglado por la Real Academia Galega- como en gallego reintegrado, que aproxima la lengua de Rosalía al portugués, una práctica habitual en las minorías independentistas y del nacionalismo radical.

El primero en pronunciarse contrario a la petición del BNG ha sido el grupo de Ciudadanos en la corporación ferrolana. Su única edil, Ana Rodríguez Masafret, ha trasladado a través de un comunicado su rechazo a una iniciativa «que solo busca provocar y llamar la atención, porque tienen fobia a todo lo que contenga la palabra España».

Así, recuerdan que la Plaza de Armas, donde se encuentra el edificio consistorial, «se llamaba Plaza de Churruca en 1813. ¿Por qué no piden que se cambie la nomenclatura del resto de calles a las que había en el siglo XIX?».

La plaza de la estatua de Franco

El espacio de la Plaza de España ha sido objeto de polémica y obras durante décadas. Desde 1967 hasta 2002, presidía esta puerta de entrada a la ciudad una estatua ecuestre de Franco.

Fue erigida mediante una cuestación popular a mediados de los sesenta y fundida en los antiguos astilleros de Bazán. En 2002, un alcalde nacionalista, Xaime Bello, retiró la efigie, que fue depositada en un lateral del patio de Herrerías del Arsenal Militar de Ferrol, todavía a la vista de cualquier visitante de estas instalaciones.

Finalmente, en 2010, la estatua hizo su último viaje hasta unos almacenes de la Armada en el barrio de Caranza, fuera del ojo público.

Mientras Franco y su caballo de acero hacían su particular periplo viajero, la plaza era sometida a un proceso de obra y reforma que la llevó once años y cuatro gobiernos municipales de todos los signos posibles.

La inició el nacionalista Bello, la retocó el popular Juan Juncal, la rehízo el socialista Vicente Irisarri y puso fin al despropósito el popular José Manuel Rey Varela en 2013. Edificios en superficie, aparcamientos soterrados, un gimnasio en el subsuelo, mobiliario oxidado… Todo, por un montante acumulado de 20 millones de euros que ahora se ven coronados por esta petición de cambio de nombre.

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