El premiadísimo director Miguel del Arco vuelve a apoyarse en un clásico ruso, esta vez Nikolai Gogol, para hacer una adaptación libérrima como ya hizo con Gorki, y de nuevo convertir lo que fue punzante perspicacia y grandes dotes de observación social, en banal chismorreo de actualidad, en vodevil grato a la ideología reaccionaria que domina el mundo de la cultura en España. ‘El inspector’ se convierte en una revista musical de sal gorda donde no hay ni asomo de originalidad, en un sainete comercial del año de la tana, en una mezcla deprimente de excesos a lo Lina Morgan y a lo Alfonso Paso. El teatro más comercial en el peor sentido de la palabra, la banalidad aupada al Centro Dramático Nacional.
En 1836 publicó Gogol su obra teatral El inspector, una divertida sátira acerca de la codicia y la estupidez de los burócratas zaristas. Escrita en forma de comedia de errores, es considerada por muchos críticos literarios como una de las obras más significativas del teatro ruso. En ella, los jerifaltes locales de una aldea confunden a un viajero con el inspector gubernamental al
que estaban esperando y le ofrecen todo tipo de regalos para que pase por alto las irregularidades que han estado cometiendo. Una trama a la que el paso del tiempo y el imperio de la democracia han dejado en anécdota trivial. Queda el trasfondo, la codicia y la vileza humanas que acompañan a nuestra especie en su lento evolucionar.
Del Arco, buscando el éxitazo, ha prescindido de complicaciones psicológicas y reflexiones trascendentes de las que no gustan al público superficial, y se ha lanzado de cabeza a una chistosa adaptación a nuestra época y lugar, llena de alusiones a ese magma sensacionalista que rebosa desde los medios de comunicación y que algunos siguen considerando actualidad creible, información sobre lo que pasa. Lo ha arrevistado con números musicales de ínfima calidad y convertido en una sucesión de chascarrillos a grito pelado donde no pudimos detectar ni una sola reflexión inteligente, ni una frase enjundiosa, ni un átomo de ironía, ni el menor distanciamiento que permita al espectador ejercer su inteligencia. Todo ello subrayado con el peor de los defectos que puede tener un intelectual: el partidismo dogmático y sectario, combinado con lo que Lenin denominaba oportunismo sin principios.
El original se ha «españolizado» de la peor manera posible. Reduciendo su contenido reflexivo al menor dividendo, aumentando la chirigota, refocilándose en la demagogia. No hay mejor ejemplo de lo que es el arte domeñado de nuestro tiempo, la alienación del panfleto, la simplificación grosera de todo lo que no es prejuicios e indolencia.
La obra se mantiene en pie gracias a lo que subsiste del original, a la perfecta trama de Gogol, aunque su buena prosa haya sido sustituida por una retahíla de ocurrencias y titulares. Un montaje pobre completa el panorama desolado de payasadas en el escenario. Poco que resaltar en una escenografía llena de puertas, con escalera al fondo. Miguel del Arco se acompaña del mismo equipo de ‘Veraneantes’, salvo en el vestuario, que acentúa el esperpento.
Obligado a representar un espectáculo de los que se llamaban ‘de risa’, más propio del final decadente del Teatro de la Latina que del moderno Teatro Valle Inclán, sede de un Centro Dramático Nacional que aún debe ganarse el nombre, el reparto hace lo que puede en una insensata competición de caricaturas. Gonzalo de Castro podía haber sido un alcalde más creíble y Pilar Castro una consorte algo más consistente que esa cabaratera de la que le han disfrazado, pero de lo que se trata es de ridiculizar recurriendo a todo. Peor es lo de Macarena Sanz haciendo esa hija tonta del matrimonio. Juan Antonio Lumbreras es el verdadero protagonista en el papel de Iván, el inspector de marras que se llamaba Klestakov en el original y cuyos matices han sido simplificados en la misma proporción que el nombre, y que además todavías tiene ganas para hacer de mujer del concejal de Sanidad. El reparto cumple con lo que se le ha pedido, pero lo que se le ha pedido no es precisamente un despliegue de dotes actorales. No hay quien acordarse pueda de que a Gonzalo de Castro se le ha visto hace poco en Luces de Bohemia, de Ramón María del Valle-Inclán (dir. Lluís Homar), o en Glengarry Glen Ross, de David Mamet (dir. Daniel Veronese); que a Juan Antonio Lumbreras se le disfrutó a las órdenes de Alfredo Sanzol en la inolvidable Sí, pero no lo soy, y en su continuación, Días estupendos. Que, en fin, a Macarena Sanz no la habíamos encontrado mal en Munchausen, de Lucía Vilanova, dirigida por Salva Bolta. En fin, dignos de apreciar los dobles y triples papeles cómicos de los actores secundarios.
Miguel del Arco se ha decantado por las adaptaciones apoyadas en autores célebres: ‘De ratones y hombres’, de John Steinbeck, nos parece su mejor trabajo hasta el momento. ‘La función por hacer’, de Seis personajes en busca de autor de Luigi Pirandello, lo teníamos hasta hoy por el más fallido.
VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 5
Original: 7
Versión: 5
Dirección: 5
Interpretación: 6
Escenografía: 4
Producción: 4
Centro Dramático Nacional
Teatro Valle-Inclán
El inspector, de Nikolái Gógol
Versión y dirección, Miguel del Arco
Del 4 de mayo al 16 de junio de 2012
Duración: 2 horas sin intermedio
Reparto (por orden alfabético):
Juez/Comerciante 1: Fernando Albizu
Escusado/Mujer 1: Jorge Calvo
Jefe de correos/Comerciante 2: Manolo Caro
Alcalde: Gonzalo de Castro
Doña Ana, mujer del alcalde: Pilar Castro
Concejal de Urbanismo/Criado del alcalde: Javier Lara
Iván/Mujer del Concejal de Sanidad: Juan Antonio Lumbreras
Villaescusa/Mujer 2: José Luis Martínez
Concejal de Sanidad/Cantante/Moza de la posada: Ángel Ruiz
María, hija del alcalde: Macarena Sanz
Consejero Educación y Cultura/Mujer comerciante: Manuel Solo
Oli/Jefe de policía: José Luis Torrijo
Músico 1 (violín) Raúl Márquez
Músico 2 (tuba) Chiaki Mawatari
Músico 3 (clarinete y saxos) Patxi Pascual
Equipo artístico:
Escenografía y espacio visual, Eduardo Moreno
Vestuario, Beatriz San Juan
Iluminación, Juanjo Llorens
Música, Arnau Vilà
Diseño sonoro, Sandra Vicente
Coreografía, Carlota Ferrer
Ayudante de dirección, Aitor Tejada.