Hay otro Wagner, y no es el de la Tetralogía
A los 29 años, Richard Wagner estrenó ‘Rienzi’, una ambiciosa ópera en cinco actos y seis horas de duración que tuvo entonces un éxito extraordinario.
Después abjuró de ella obsesionado por plasmar las excelencias del pueblo germano y sus concepciones casi mesiánicas del ‘Musikdrama’, una utopía fracasada.
Pero ‘Rienzi’ es una obra extraordinaria a pesar de haber sido marginada estúpidamente por razones extramusicales. Además carece de la carga negativa, casi racial, de su obra posterior. La propuesta del Teatro Real que se estrenó ayer, -en versión reducida aunque todavía mastodóntica, y en versión de concierto, quizás mejor que la dramatizada-, fue todo un acontecimiento. El director argentino Alejo Pérez estuvo brillante al frente de 13 solistas, un coro de un centenar de integrantes, reforzado con el Philharmonia Chor de Viena que creara Mortier en 2002, y el pleno de la orquesta titular con 122 miembros. Una tromba de música que impresionó vivamente al público asistente, que desgraciadamente no llenaba el aforo. Hay otro Wagner, y no es el de la Tetralogía.
Richard Wagner (1813-1883) sebasó en la novela Rienzi, the Last of the Roman Tribunes, de Bulwer-Lytton, pero el libreto que escribió modificaba sustancialmente el modelo: cuenta efectivamente el ascenso y caída de un líder popular que en el siglo XIV osa enfrentarse al poder fáctico que gobierna despóticamente la ciudad de Roma en connivencia con el legado del Papa refugiado en Aviñón. Ganada la batalla, Reinzi se niega a ejercer de caudillo y pide ser considerado únicamente tribuno del pueblo. Quiere instaurar en Roma un régimen que recupere las excelencias del pasado, y que tras derrocar a las familias feudales de los Orsini y los Colonna a ser posible unifique la península itálica. Tras ganar la contienda con los aristócratas depravados, perdona la vida a los cabecillas de las dos familias y eso traerá su ruina. Les perdona por la intervención de Adriano, el bueno de la familia Colonna, enamorado de su hermana Irene, el cual aprovecha esta debilidad para urdir su venganza. Pronto Rienzi se da cuenta del error e intenta subsanarlo. Pero la voluble plebe se vuelve contra él atizada por los demagogos de siempre, y quema el Capitolio donde se ha refugiado. Su hermana perece con él negándose a aceptar la fuga que le brinda Adriano.
El director musical, Alejo Pérez, nos impresionó vivamente. Argentino formado en Alemania, en el Real sólo había protagonizado previamente los conciertos homenajes de Cristóbal Halffter y Luis de Pablo, pero retornará para cerrar esta temporada con la esperada -al menos por nosotros- Aidanamar, del uruguayo Osvaldo Golijov. Elevó a la orquesta titular a dimensiones pocas veces alcanzadas y realmente fue el artífice de una velada plena.
Esta ópera entre otras cualidades tiene una presencia tan continua y brillante del coro como pocas veces se ha logrado en la historia del género. Y el poderoso coro hispano-austriaco formado para la ocasión estuvo gigantesco, sin necesidad de coreografías fantásticas ni protagonismos excesivos, contrastando vivamente con los excesos fallidos que representó
aquí hace tan sólo unas semanas ‘C(h)oeurs’, el estreno mundial de la propuesta de Alain Platel basada en coros operísticos de Giuseppe Verdi y Richard Wagner (sin Rienzi).
Ante tan buena compañía de orquesta y coro, el reparto vocal no se dejó amilanar, más bien estuvo a la altura. El tenor Andreas Schager, una sustitución imprevista en el papel del protagonista, no es efectista ni brillante y en el tercer acto decayó un tanto; pero tiene encanto en su fragilidad, y su especial fraseo puede parecer deficiente pero a nosotros nos gustó por personal. Venía de interpretarla en Berlín, en un polémico montaje de Philipp Stölzl con imágenes de la época nacional-socialista, también por enfermedad del tenor titular. Las voces tiene que tener personalidad, aunque a veces se olvide obsesionados por la técnica.
Junto a él, gran presencia femenina. Bien la soprano Anja Kampe (En el Real ya cantó anteriormente en Ariadne auf Naxos y Der fliegende Holländer) como Irene pero excepcional la mezzosoprano Claudia Mahnke en el papel del varón Adriano, que a tenor de los aplausos fue la triunfadora absoluta de la noche. Un trío de grandes bajos -Stephen Milling como Colonna, James Rutherford como Orsini, y Friedemann Röhlig en el cardenal Orvieto, legado papal-, completaba una panoplia de voces que la hermosa partitura permite desplegarse en todas las combinaciones, a menudo en cuartetos y quintetos secundados por los coros.
Se dice que ‘Rienzi’ es un remedo de la llamada ‘grand opéra’ (en francés), pero la imitación supera a los modelos. A menudo la historia de la ópera se resiente por estar contada en términos parciales y no tener en cuenta todos los factores que hacen una gran ópera además de la innovación musical pura y dura. Al pasar del tiempo, nos da igual quien salió antes en la carrera, incluso quien llegó antes a la meta: importa que nos dice hoy. De la misma manera es ridículo denostarla porque le gustaba a Hitler; al contrario, nos debía hacer meditar que prefiriera esta historia de ascenso y caída de un líder popular a la parafernalia cuasi aria de las walkirias y los nibelungos.
Hoy, 170 años después de su estreno, Rienzi es un monumento, se mire por donde se mire. Coherente, embriagador, convincente, cuando se acerca los fastos del bicentenario del nacimiento del compositor germano en 2013 y cuando Gérard Mortier anuncia cuatro obras de Wagner en el resto de su contrato: «Parsifal», también en versión concierto, en 2013; «Tristán e Isolde» y «Lohengrin» en 2014, y «Maestros Cantores», para 2016.
Curiosa coincidencia que ‘Reinzi’ se programe tan a trasmano en estos momentos en Berlín y Madrid. Curioso recuerdo que la anterior representación de esta ópera en el Real fuera anterior a su estreno en Nueva York y Londres. Rienzi, der Letzte der Tribunen (Rienzi, el último de los tribunos). En las representaciones originales, las palabras finales de Rienzi son amargas y pesimistas: «¡Que se maldiga a la ciudad y que quede destruida! ¡Que se desintegre y se marchite, Roma!». Pero posteriormente Wagner lo sustituyó con una retórica más optimista: «Mientras permanezcan las siete colinas de Roma, mientras se alce la Ciudad Eterna, ¡Podrá contemplarse el regreso de Rienzi!».
VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 7
Libreto: 7
Partitura: 8
Dirección musical: 8
Voces: 7
Orquesta: 8
Coro: 8
RIENZI
Richard Wagner (1813-1883)
Gran ópera trágica en cinco actos
Libreto del compositor, basado en la novela ‘Rienzi, the Last of the Roman Tribunes’ de Edward Bulwer-Lytton
Primera reposición en el Teatro Real desde el siglo XIX
21, 24, 27 de mayo de 2012, 19.00 horas; domingo, 18.00 horas
Director musical, Alejo Pérez
Director del coro, Andrés Máspero
Rienzi, Andreas Schager
Irene, Anja Kampe
Steffano Colonna, Stephen Milling
Adriano, Claudia Mahnke
Paolo Orsini, James Rutherford
El cardenal Orvieto, Friedemann Röhlig
Baroncelli, Jason Bridges
Cecco del Vecchio, Carsten Wittmoser
El mensajero de la paz, Marta Mathéu
El embajador de Milán, Claudio Malgesini
El embajador de Nápoles, José Alberto García
Los embajadores de Bohemia, Carlos Carzoglio
y de Baviera, Luis Fernando Tangarife
Philharmonia Chor de Viena
Coro Titular del Teatro Real
(Coro Intermezzo)
Orquesta Titular del Teatro Real
(Orquesta Sinfónica de Madrid)
DURACIÓN APROXIMADA
Actos I y II: 1 hora y 40 min.
Pausa de 25 min.
Actos III, IV y V: 1 hora y 35 min.
Los menores de 30 años podrán adquirir sus entradas con un descuento de 90% el mismo día de la representación desde 4 horas antes de su inicio.
La función del día 24 será transmitida en directo por Radio Clásica, de Radio Nacional de España, y la Unión Europea de Radiodifusión (UER).