Moisé no canta, recita, pero eso le da aún más protagonismo
Para celebrar los quince años transcurridos desde la reapertura del Teatro Real, su director Gérard Mortier ha querido aprobar una asignatura pendiente, pues esta ópera considerada entre las más importantes del siglo XX y paradigma de la composición dodecafónica, nunca se había representado en Madrid. El acontecimiento no ha desmerecido las expectativas. Aunque sólo hayan sido dos únicas representaciones y en versión de concierto, quizás la limitada audiencia y la ausencia de envoltura escénica , hayan potenciado su impacto. Su estreno ha constituido una conmoción memorable, una explosión musical de turbadora potencia.
Schönberg fue un profundo pensador, un buscador espiritual que vagó por el esoterismo cristiano antes de retornar con profunda convicción a su religión judía de origen. ‘Moses und Aron’ es un canto de alabanza al pueblo escogido, al profeta que lo configuró y al mensaje que recibió de su Dios único e invisible, al que luego brotarían dos poderosas ramas, el cristianismo y el islam. Se basó en el Éxodo de la Biblia pero su libreto no superó el original sino que aumenta la confusión del mensaje. Quiere demostrar que los diez mandamientos fueron un enorme adelanto frente a las balbuceantes religiones primitivas, pero al final reconoció que le faltaban las palabras para describir y transmitir lo inexplicable.
A un contenido revulsivo, su radical manifiesto de militancia sionista, unió una forma no menos provocadora, el sistema dodecafónico que inventó para ‘deconstruir’ la forma de anotación musical que durante dos milenios había ordenado la expresión musical en Occidente. El resultado es una de las óperas más herméticas e inalcanzables, jalón destacable del cambio de paradigma que trajo el pasado siglo, un período convulso que revolucionó todas las artes como nunca antes había ocurrido.
Las dificultades objetivas de comprensión de esta obra no han perdido intensidad a pesar del tiempo transcurrido. Mensaje y medio pueden merecer todo tipo de desacuerdos, hasta el frontal que aunque sea anatema entre los que se creen entendidos, es mayoritario en el público incluso melómano.
Y sin embargo, esta obra sigue luchando a brazo partido por su reconocimiento y goza de un nicho importante de defensores a ultranza. Y por encima de todo ello es un monumento musical que hay que conocer ineludiblemente para poder criticarlo, comprenderlo en sus logros y sombras, y abominar del mismo si así se considera.
El director artístico del Real, Gérard Mortier, y el director musical del evento, Silvain Cambreling, una pareja influyente y tradicional en el mundo de la ópera, habían aparecido la víspera bastante circunspectos para exponer los méritos del acontecimiento. Para Mortier, que recordó la inauguración del Real en 1850 con ‘La Favorita’ de Donizetti ante la presencia de la reina Isabel II, y su reinauguración en 1997 con ‘Divinas Palabras’ de Antón García Abril ante su descendiente el rey Juan Carlos I, ‘Moses und Aron’ es uno de los clásicos operísticos del siglo pasado del que presumen haber visto todas las producciones estrenadas desde que era un adolescente: ‘Si no se ejecuta excelentemente, el público no puede disfrutarla’. No entró en los detalles de cómo otra vez sus designios se habían enfrentado a los de su antecesor y había anulado la cara producción encargada por este para sustituirla por una versión naturalmente menos cara. ‘Era la opción más barata y al mismo tiempo de mayor calidad posible’.
‘No hay que tener miedo a Schönberg. Después de la visión católica del Saint François de Messiaen el año pasado, ahora nos llega la visión judía. Y es que en estos tiempos necesitamos visiones’. Visiones, sí, retrocesos, menos.
Cambreling coincide con Mortier e incluye esta obra entre las más importantes del siglo XX: Péleas et Melissande de Debussy, Wozzeck de Alban Berg, Saint François de Messiaen, y -atención- La historia de un soldado de Igor Stravinsky. ‘El público debe enfrentarse a ella al menos una vez en la vida’. Defiende la versión en concierto por la disponibilidad de una gran orquesta que en este caso suma sesenta cuerdas y el permitir centrarse en una partitura tan difícil, de enorme complejidad técnica, repleta de detalles, con unos coros complejos que han necesitado una preparación de dos años. ‘Sí, es difícil, pero bella; no es fácil de escuchar, como lo fueron en su tiempo la Misa de Bach o la Quinta de Bethoven, pero lo tiene todo para seducir. Tan colorista como Stravinsky, tan completa de paleta como Messiaen, la obra de un talentoso orquestador y un enorme instrumentista. Con esta obra hay que comprometerse, como con En busca del tiempo perdido de Marcel Proust’.
Pues bien, acudimos expectantes a la prueba y no nos defraudó. Grandísimo monumento musical que en ningún momento cansa o aburre, y cuyo final llegó casi temprano, aún plenos de ese aliento insaciable que tantas veces te abandona en los tortuosos finales de muchos espectáculos. A pesar de un libreto panfletario y enrevesado, en el que Schönber quiso enmendar la plana al libro del Éxodo del Antiguo Testamento, -y sale trasquilado-; a pesar de una traducción que se nos antoja ininteligible en momentos clave; y a pesar de que lo peor del dodecafonismo es su tratamiento despiadado de las partes cantadas, tanto de solista como de coro.
A oídos de este humilde aficionado, lo más grande de esta pieza es su fabulosa instrumentación que estalla por dos veces en el segundo acto en exuberantes, minuciosas y deslumbrantes apoteosis de vendavales divinos cruzando el desierto. Sobresaliente la SWR Sinfonieorchester de Baden-Baden y sobresaliente su director durante más de una decáda y hasta el pasado año, Silvain Cambreling empeñado en seguir dirigiéndola y paseándola por esos mundos, una orquesta especializada en las atormentadas partituras del siglo pasado, que ya demostró su valía la temporada pasada con el Saint François que vimos en Madrid.
El fundamentalista Moisés no canta, pero sus recitados tienen un poder taumatúrgico asombroso y el barítono Franz Grundheber atronó la velada con todas las complicidades divinas del personaje. Sobre su ‘alter ego’, el tenor Andreas Conrad en el papel de Aaron, puede decirse que no es un cantante al uso, que decepcionó a algunos pero que a nosotros nos convenció con su extremada sensibilidad. El resto del reparto estuvo en su sitio, un tanto por debajo Johann Winkel y un tanto por lo alto la mezzosoprano Elvira Bill, el bajo-barítono Andreas Wolf, y sobre todo el gran bajo Friedemann Röhlig, una trueno de ultratumba, al que ya tuvimos el gusto de escuchar la temporada pasada en Rienzi de Wagner. El coro traído especialmente para la ocasión, el EuropaChorAkademie, no nos mostró nada que no pudiera haber hecho el coro titular del Real.
Mortier muestra notoria debilidad por Cambreling, que sin serlo ha pasado casi a titular en Madrid, con tres óperas el año pasado y otras dos previstas en 2013, Cosí fan tutte y Wozzeck, amén de versiones en concierto y veladas dentro del programa complementario de Las Noches del Real. La elección no puede discutirse por calidad y personalidad, aunque quizás sus imposiciones resulten excesivas. Pero la verdad es que en el estreno de ‘Moses und Aron’ estuvo magnífico, casi omnisciente como el dios del Libro. Luchó y luchó, arrebatado por la inconmensurable partitura, y al final estalló de emoción sin poder contener las lágrimas.
El estreno fue un éxito. No se agotaron las localidades, pero el público fue alcanzado por el impacto del espectáculo. Algunas de las mejores localidades estaban vacías y otras se vaciaron velozmente nada más terminar la representación, mientras que de las localidades altas brotaban los bravos. Hubo unanimidad en los prolongados aplausos y puede decirse que la celebración fue apropiada. Ojalá sea augurio de una gran temporada, que se presenta más equilibrada que la anterior y a la que deseamos sortear las dificultades internas, especialmente esa protesta laboral intolerable e injustificable, que como otras de parecido tenor de gremios que se resisten a arrimar el hombro en la superación de esta merecida crisis, causa vergüenza ajena.
En cuanto a la enorme carga ideológica de esta pieza, digamos que junto al resto de los ismos que queriendo arreglar el mundo destrozaron el siglo XX, el sionismo y el dodecafonismo suenan ya a viejo. Grandes soluciones que el tiempo coloca en su realidad imperfecta. El pueblo elegido debería pasar a considerarse uno más entre todos, por más que sea su pasado glorioso. Y el intento del profeta Schönberg de una nueva era musical, una importante aportación que no ha podido decirlo todo.
Compuesta a finales de los años veinte y comienzos de los treinta -el segundo acto mientras residía en Barcelona, donde pudo verse en 1986- ‘Moses und Aron’ iba a tener y de hecho tiene un tercer acto, del que Schönberg escribió sólo un texto al que fue incapaz de poner música, pero precisamente tal final inconcluso debería siempre incluirse en la producción de este título. Refleja exactamente la impotencia del autor ante tan altas metas como se había propuesto.
VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 9
Libreto: 6
Partitura: 8
Dirección musical: 8
Voces: 7
Orquesta: 8
Teatro Real
MOSES UND ARON
Arnold Schönberg (1874-1951)
Ópera en tres actos
Libreto del compositor, basado en el libro del Éxodo de la Biblia
Un proyecto elaborado para el Teatro Real, la Philharmonie de Berlín, el Festival de Lucerna y el Festival Musica de Estrasburgo.
En versión de concierto.
Estreno en Madrid.
Director musical Sylvain Cambreling
Director del coro Joshard Daus
Director de banda interna y asistente del director musical Peter Tilling
Reparto
Moses Franz Grundheber (barítono)
Aron Andreas Conrad (tenor)
Una joven Johanna Winkel (soprano)
Una inválida Elvira Bill (mezzosoprano)
Un joven Jean-Noël Briend (tenor)
Un joven desnudo Jason Bridges (tenor)
Otro hombre/Un efraimita Andreas Wolf (bajo-barítono)
Un sacerdote Friedemann Röhlig (bajo)
Cuatro vírgenes desnudas Johanna Winkel, Katharina Persicke (soprano), Elvira Bill, Nora Petrocenko (soprano)
Seis voces solistas Johanna Winkel, Katharina Persicke, Elvira Bill, Jason Bridges, Andreas Wolf, Friedemann Röhlig
EuropaChorAkademie
SWR Sinfonieorchester Baden-Baden — Freiburg
7 y 9 de septiembre a las 20.00 horas
Duración aproximada
1 hora y 45 min. (sin descanso)
La función del día 9 fue transmitida en directo por Radio Clásica, de Radio Nacional de España.