Las ovaciones del estreno tuvieron la excdepción del abucheo al director de escena
El Teatro Real estrenó ayer ‘Macbeth’, la décima ópera de Verdi, una coproducción de la Ópera de Novosibirsk y de la Ópera de París de hace cuatro años. Y es que Gérard Mortier se muestra esta temporada algo más proclive a incluir algún título del repertorio clásico junto a sus experimentos y gustos personales. El director musical Teodor Currentzis volvía al foso del Real después de Iolanta y Perséphone, y el director escénico Dmitri Tcherniakov lo hacía tras su Eugene Oneguin en 2010. Es un adelanto de sus óperas más famosas y ha sido representada 153 veces en los últimos dos años, en 32 producciones y en 30 ciudades diferentes. La música estuvo vibrante y la escena, un tanto desabrida. Fueron muy sentidas las ovaciones finales, aunque contrastaron con un sonoro abucheo cuando apareció a saludar el escenógrafo ruso. Y es que la asignatura de montar espectáculos bellos y claros, que faciliten la comprensión de la trama y estén al servicio de la obra, sigue suspendida en este y en la mayoría de los escenarios operísticos occidentales.
Giuseppe Verdi (1813-1901) estaba en el momento clave de su andadura musical. Para lo habitual entonces, esta ópera era algo insólita. Verdi intentó construir un verdadero drama musical, que no seguía las convenciones clásicas. Su versión de la obra de Shakespeare, estrenada en 1847 y reestrenada en 1865, es bastante fiel pero con algunos cambios. En lugar de usar tres brujas hay un gran coro femenino. El último acto lo inicia con una asamblea de refugiados en la frontera inglesa, y, en la versión revisada, acaba con un coro celebrando la victoria sobre el tirano, añadido en vistas de la actualidad política, pues Garibaldi había impulsado ya la fase final de la unidad italiana. Así que la ópera concluía ahora con un himno triunfal (“Vittoria! Vittoria!”) tras el “Patria oppressa!” con el que se iniciaba el acto cuarto.
Verdi supera así una fase de enfermedad, hastío y cansancio, abriéndose camino en la caracterización musical de sus personajes que fructificaría en sus obras posteriores. La música intenta reflejar tensión dramática de la obra y la tortura interior del protagonista. Las líneas de canto pasan a servir la expresión del texto y la instrumentación a enfatizar las diferentes atmósferas que se suceden en el desenlace de la tragedia. La declamación del canto, las frases entrecortadas, los suspiros a media voz, los silencios y otra serie de efectos vocales confieren a los personajes una veracidad jamás alcanzada en sus obras anteriores. Verdi pasa a intervenir directamente en la dirección de los actores y en detalles de la escenografía en su afán por dar a su ópera la profundidad alcanzada en la obra teatral. El dúo del segundo acto fue ensayado más de un centenar de veces para su estreno, la última en el pasillo que conducía al escenario minutos antes de levantarse el telón.
Macbeth es un arquetipo de la ambición sin escrúpulos y del efecto corruptor del poder. Creyéndose favorecido por el destino inicia una carrera de crímenes imparable que termina con su justo castigo. Su ascenso y permanencia en el trono es espoleada por su ambiciosa esposa y sumida en los más horribles remordimientos. Sin las tintas sensacionalistas de la tragedia de Shakespeare, sin luchas nobiliaria de por medio, sin despiadados asesinatos, lo cierto es que la sociedad siempre ha estado plagada de ‘macbeths’ y que la misma organización social fomenta y justifica su abundancia. Por eso en estos momentos, cuando de nuevo se cuestiona si el eficaz sistema de libre mercado, -con su secuela de liberalismo a ultranza, de desigualdades sociales y del imperio de los más hábiles o depravados-, no debiera ser controlado (pero cómo y por quién), este drama en su más inspirada versión musical no es tanto un pasatiempo estético como una oportunidad de reflexión para el espectador exigente.
Desafortunadamente, la puesta en escena vuelve a ser discutible, como parece ya norma en el Teatro Real de los últimos tiempos. El joven ruso Dmitri Tcherniakov es el responsable de la dirección de escena, escenografía y figurines. Convierte el bosque umbrío en plaza de un poblado, y a las brujas adivinas en sus habitantes, una inquietante masa unánime, un coro adulador, criminal y vengativo, cómplice de la ascensión del tirano y herramienta de su derrocamiento. El castillo del usurpador del trono es una mansión burguesa y toda la trama de las obra se contempla a través de un ventanal de la misma, que reduce el espacio escénico a una cuarta parte enmarcada de negro fundido. Este pueblo perdido en el mapa, que puede ser remedo del Novosibirsk de los últimos tiempos de la Unión Soviética, adquiere universalidad gracias a esa popular herramienta de internet que es Google Earth, cuyo zoom escudriña el lugar desde el aire dirigido por un cursor gigante que parece el dedo del destino.
El trabajo de Tcherniakov contiene un volumen de distanciamiento disgresivo en relación a la trama como para ser rechazado en bloque, pero también tiene elementos valiosos. En nuestra opinión es discutible y no alcanza un resultado redondo. Deslumbrante en la primera mitad de la ópera, podía y debía haber sido reconsiderado en la segunda. Las brujas del bosque son al mismo tiempo exiliados perseguidos y tropas vengadoras. Ocultar al coro en algunas de sus intervenciones y limitar artificialmente la majestuosa amplitud del escenario del Real nunca tendrá aprobación nuestra. Lady Macbeth sonámbula y su atormentando marido en calzoncillos van perdiendo prestancia. La pantalla muestra la casa incendidada antes de que volvamos a ver el salón impoluto. Sinceramente, hubiera sido mejor permanecer fieles al libreto, y llamarle al pan, pan, y a las brujas, brujas.
Teodor Currentzis volvió a estar a la altura de su creciente popularidad. Efectista, espoleta de contrastes, torbellino en el podio, resulta atractivo para el público aunque convenza menos a los puristas. Es el niño bonito de Mortier, y fue el alma de la representación, elevando a la Orquesta Titular del Teatro Real (Orquesta Sinfónica de Madrid), que ya tocó esta obra verdiana en el Teatro Real en 2004, a dimensiones de alto nivel. Repetían en el Teatro Real casi todos los protagonistas de la producción de Tcherniakov en la capital francesa: la soprano lituana Violeta Urmana (Lady Macbeth) —en el Real ha cantado La Gioconda, Cavalleria rusticana, Un ballo in maschera y Tosca— el barítono griego Dimitris Tiliakos (Macbeth), los bajos rusos Dmitry Ulianov (Banco) y Yuri Kissin y los tenores italianos Stefano Secco (Macduff) y Alfredo Nigro (Malcolm). Completaban el reparto de Madrid , y los cantantes María Dolores Coll, Rafaelle Pisani y Celia Martos Nieto.
Violeta Urmana sigue siendo una de las mejores sopranos del firmamento operístico. Estuvo sensacional. Nos gustó mucho el barítono protagonista al que escoltaron contundentemente el bajo Ulianov como Banco y el tenor Secco como Macduff. La mezzosoprano española Marifé Nogales hizo una excelente Dama de Lady Macbeth. El Coro Titular del Teatro Real (Coro Intermezzo) volvió a demostrar su calidad en el tercer papel protagonista de la ópera, después del de Macbeth y su esposa.
Fue una velada de música excepcional y de espectáculo un tanto perjudicado por algunas veleidades del montaje. Hay que reiterar que el egocentrismo de los directores de escena es ya endémico y la ópera necesita un retorno a lo básico, una purga que la libere de tanta caprichosa reinterpretación, y ponga la escenografía en su sitio, sirviendo a la partitura, facilitando la comprensión de la trama, buscando la excelencia estética y aprovechando con modestia tan amplios recursos como se movilizan en este género, el mayor y más completo espectáculo en vivo que hasta ahora se ha inventado.
Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 8
Dirección musical: 8
Dirección artística: 6
Voces: 8
Orquesta: 8
Coros: 8
Interpretación: 8
Escenografía: 6
Vestuario: 7
Iluminación: 8
Producción: 7
Teatro Real
MACBETH
De Giuseppe Verdi (1813-1901)
Ópera en cuatro actos
Libreto de Francesco Maria Piave y Andrea Maffei, basado en la tragedia homónima de William Shakespeare
Producción de la Ópera de Novosibirsk y la Ópera de Paris
2, 5, 8, 11, 14, 17, 20, 23 de diciembre de 2012
Director musical Teodor Currentzis
Director de escena, escenógrafo y figurinista Dmitri Tcherniakov
Cofigurinista Elena Zaytseva
Iluminador Gleb Filshtinsky
Director del coro Andrés Máspero
Reparto
Macbeth: Dimitris Tiliakos (barítono)
Banco: Dmitry Ulyanov (bajo)
Lady Macbeth: Violeta Urmana (soprano)
Ama de Lady Macbeth: Marifé Nogales (mezzosoprano)
Macdufff: Stefano Secco (tenor)
Malcolm: Alfredo Nigro (tenor)
Un médico /Un sirviente/Primera aparición: Yuri Kissin (bajo)
Segunda aparición: María Dolores Coll* (mezzosoprano)
Tercera aparición: Celia Martos Nieto**(soprano)
Un sicario : Raffaele Pisani* (bajo)
Duncan: Juan Manuel Cifuentes (personaje mudo)
Fleanzio, hijo de Banco: David Moreno (personaje mudo)
*Miembro del Coro Titular del Teatro Real
** Miembro del coro Pequeños Cantores de la JORCAM
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
(Coro Intermezzo y Orquesta Sinfónica de Madrid)
Duración aproximada: Primera parte (actos primero y segundo): 1 hora y 30 min. Pausa de 25 min. Segunda parte (actos tercero y cuarto): 1 hora y 5 min.
A las 20:00 horas; domingos, 18.00 horas
La función del día 11 de diciembre será transmitida en directo por Radio Clásica, de Radio Nacional de España, y por la Unión Europea de Radiodifusión (UER).