Una mala producción destruye hasta la mejor ópera
Los amantes de la ópera, una fauna escasa pero resistente, se las prometían felices ante la aparente autocrítica que esta temporada parecía aplicarse el discutido Gerard Mortier al frente del Teatro Real. Después de un brillante ‘Così fan tutte’ de Mozart y dos notables versiones de concierto, la de ‘Roberto Devereux’ de Donizetti y la de ‘Los pescadores de perlas de Bizet, el anuncio de Don Giovanni de Mozart, una favorita del público desde hace dos siglos, llenaba a la parroquia de entusiasmo ante lo que parecía un repliegue a valores seguros. Con el aforo vendido para las ocho funciones, el estreno sin embargo fue anoche un brutal jarro de agua fría. Al servicio de un planteamiento escénico de arrogancia intelectual inaudita y pobreza formal extrema, la producción resistió a duras penas el primer acto pero se hundió irremisiblemente en el segundo, viviéndose una agonía completa, con los cantantes y la orquesta protagonizando un completo naufragio.
El director de escena, escenógrafo y figurinista ruso Dmitri Tcherniakov había cambiado completamente el libreto modificando las relaciones entre los personajes, haciendo de Zerlina hija de doña Ana, a esta prima de doña Elvira, y a todos, familiares del Comendador, incluido Leporello. También, convirtiendo los variados escenarios donde sucede la trama, a saber, el atrio del palacio del Comendador, las afueras de Sevilla, el jardín y las estancias de la casa de Don Giovanni y hasta el cementerio, en un espacio único, un gran salón comedor de la casa del Comendador, cuyo imponente aspecto aguantó hasta el intermedio para convertirse a partir de ese momento en una rémora total. Y finalmente modificando así mismo toda la estructura temporal que ya no discurre en una sola jornada sino a lo largo de días y semanas y separando los sucesivos cuadros de la pieza con ruidosos desplomes de negro telón e interrupciones de la música que se convirtieron en ocho sucesivos adelantos del negro y sonoro balance final.
Tcherniakov nos había contado la víspera del estreno que había estado cuatro años pensando en este encargo. En su delirio debió de considerarse autorizado -y de hecho lo ha sido por los cuatro teatros que han pagado y permitido este despropósito- para cambiar todo lo que Mozart y De Ponte habían ideado, al servicio de sus absurdos prejuicios, especialmente presentar a Don Juan como un héroe, suprimir toda referencia a la intervención del más allá en el castigo del depravado, y hacer del resto de los personajes una familia rica, ridícula y corrupta bajo la férula de un tirano, al que era casi correcto mandar al otro mundo.
Para plasmar su audacia había que sacrificar la música y sobre todo las partes cantadas a una escenificación truculenta e hiperactuada, la quinta esencia de los disparatados montajes que como este, están arruinando el mejor espectáculo del mundo. La orquestación se convierte en mero acompañamiento, las arias son de andar por casa, duetos y combinaciones de voces van siendo machacados por el trasiego sin sentido a que se ven obligados los cantantes.
Durante el primer acto y habiendo temido algo todavía peor, pensábamos que la representación aguantaría en ese agridulce resultado al que nos tienen acostumbrados. El Comendador había estado estupendo; Don Giovanni y Doña Ana mantenían el tipo; Ainhoa Arteta, en doña Elvira, había empezado regular pero mejoraba; Zerlina y Masetto no tenían arreglo, pero daba un poco lo mismo. Y Leporello era brillante y gracioso, salvaba los muebles.
Sin embargo, y como tantas veces ocurre, el intermedio llegó para hundirlo todo. Hubo pocos aplausos y algún abucheo al final del primer acto, que sólo había registrado un par de intentos fallidos por arrancar aplausos y un par de sonoras protestas de algún espectador aislado. Pero esto no era nada comparado con lo que iba a llegar.
El segundo acto de Don Giovanni es de por sí un tanto tedioso hasta el desenlace final. La partitura de Mozart no está a la altura del primero y el libreto de Da Ponte comienza a alargarse indebidamente. Tcherniakov mantiene la acción en el mismo habitáculo cuando era imperioso renovar la escenografía. La orquesta se repliega sobre sí misma y su director Alejo Pérez parece querer pasar desapercibido ante la tragedia que se masca en escena. Rusell Braun obligado a gesticular patéticamente se va olvidando de cantar. A partir de dejarlo en camiseta se convierte en un pelele que deambula tristemente por el escenario. Los espantosos figurines con que viste el quinteto de personajes perjudicados por sus andanzas, y su literal derrumbe, tirados por los suelos sistemáticamente, apenas permiten respiro. Christine Schäfer demuestra oficio, pero su bella y oscura voz está rodeada de demasiados obstáculos. Ainhoa Arteta se yergue en pleno naufragio y consigue mejorar su rendimiento.
Al fin llega la escena del cementerio. Y no hay cementerio. Masetto y Don Giovanni dan la espalda al público y dialogan con una cristalera. Luego llega la última cena en casa del seductor compulsivo. Y por el contrario se sientan donde siempre y no hay cena. Para cuando llega el Comendador la tragedia se ha consumado. Don Giovanni no baja a los infiernos sino que se tumba en el suelo. Y llega la octava y última caída estruendosa del aciago telón. Y la platea se revuelve presagiando lo peor. Tímidos aplausos. Abucheos masivos para Russell Braun y Paul Groves, protestas contra Mojca Erdmann, aplausos nutridos para Arteta y Ketelsen mientras el público huye a raudales. Gritos de ¡Vergogna, vergogna!, ¡Tomadura de pelo!, ¡Y encima no saben cantar! por parte de los dos espectadores que iniciaron la protesta a los que siguen legiones cuando Alejo Pérez aparece en el escenario y ya estruendoso bufido cuando lo hace Dmitri Tcherniakov. Uno de esos grandes acontecimientos que esperan todos los aficionados, convertido en una desagradable decepción. Sin duda uno de los estrenos más tristes que ha presenciado el Teatro Real.
Suele ocurrir en las óperas que aspectos positivos de sus complicados montajes compensan los negativos en cierta manera. Esta vez el lastre del montaje arrastró a la música y a los intérpretes y todo terminó yéndose a pique.
Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 5
Libreto: 8
Partitura: 9
Dirección musical: 5
Dirección artística: 4
Voces: 5
Orquesta: 5
Escenografía: 4
Producción: 5
DON GIOVANNI
‘Il dissoluto punito ossia il Don Giovanni’, dramma giocoso en dos actos, de Wolfgang Amadé Mozart (1756-1791)
Libreto de Lorenzo Da Ponte
Nueva producción del Teatro Real en coproducción con el Festival Aix-en-Provence, el Teatro Bolshoi de Moscú y la Canadian Opera Company de Toronto
Director musical, Alejo Pérez
Director de escena, escenógrafo y figurinista, Dmitri Tcherniakov
Cofigurinista, Elena Zaytseva
Iluminador, Gleb Filshtinsky
Director del coro, Andrés Máspero
Reparto
Don Giovanni Russell Braun
El Comendador Anatoli Kotscherga
Donna Anna Christine Schäfer
Don Ottavio Paul Groves
Donna Elvira Ainhoa Arteta
Leporello Kyle Ketelsen
Masetto David Bižić
Zerlina Mojca Erdmann
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
(Coro Intermezzo y Orquesta Sinfónica de Madrid)
Duración aproximada
Acto I: 1 hora y 35 min.
Pausa de 25 min.
Acto II: 1 hora y 30 min.
Fechas
3, 6, 9, 12, 15, 18, 21, 24 de abril de 2013
19.00 horas; domingos, 18.00 horas
Retransmisión
La función del 18 de abril será transmitida en directo por Radio Clásica, de Radio Nacional de España.
(Fotógrafo: @Javier del Real /Teatro Real)