Estropicio en el rescate de una ópera barroca española

Andrés Lima no se deja arrastrar por el 'Viento' de José Nebra a pesar de una esforzada producción

Estropicio en el rescate de una ópera barroca española
'Viento es la dicha de amor' en el Teatro de la Zarzuela

Como casi siempre en los escenarios, el error original es querer enmendar la plana al autor sin suficiente conocimiento y pericia

‘Viento es la dicha de Amor’ con partitura de José Melchor Baltasar Gaspar Nebra Blasco se estrenó en 1743, gozó de gran éxito durante unas décadas y luego cayó en total olvido. El Teatro de la Zarzuela la rescata con gran tino y aporta una ambiciosa nueva producción destinada a ser el gran acontecimiento de la temporada. Pero una desafortunada dirección artística la destroza escénica y argumentalmente con añadidos superfluos, coreografías lamentables y desdoble de los cantantes en personajes caricaturescos. Buena la intención, lamentable el resultado. Si la Zarzuela va a imitar a estas alturas los desmanes escenográficos de su pariente y rival el Teatro Real, el funeral de la etapa de Paola Pinamonti estará servido.

La ópera barroca es en general de argumentos complicadísimos y músicas repetitivas que necesitan una cierta inmersión antes de dejarse hipnotizar por ellas. Registra un deslumbrante revivir en nuestros días y no pasará mucho tiempo hasta que se bata de tú a tú con el bel canto. Haendel, Vivaldi y un largo etcétera están viendo resucitar todos sus títulos olvidados y nuestro José Nebra no debería ser menos. Decimos que los argumentos barrocos, plagados de mitologías griega y latina, repletos de dioses, ninfas y héroes, son un tanto espesos, y desde luego que el de ‘Viento es la dicha de Amor’ lo es en demasía. Tanto que no nos sentimos capaces de resumírselo a la vista de los resúmenes que por ahí -incluido el de esta producción- circulan.

Lo básico es que hay tres protagonistas mitológicos -Amor, la ninfa Liríope y Céfiro, dios del viento- para voces femeninas todos, a los que hace de contrapunto ligero y breve una pareja plebeya -Marsias y Delfa- con sus enredos pedestres. Esas son las voces de la obra. Hay otros tres personajes que no cantan, el noble extranjero Antenor, la hermosa Fedra y su padre el sabio Tiresias (suprimido sin más explicaciones de esta versión). El tremendo enredo amoroso entre Lirípe, Céfiro, Antenor y Fedra es el enrevesado argumento de la obra.

El verso conceptual, hermosísimo pero difícil de entender en muchos tramos, con que Antonio Zamora escribió el libreto hacia 1700, complica aún más su comprensión y exige espectadores atentos y montajes que faciliten el seguimiento de la trama, la distinción clara de los personajes y la escucha atenta de la música en los momentos en que texto y partitura se complacen en repeticiones agotadoras, que tienen no obstante por finalidad que el público comprenda lo que dicho y cantado de un tirón resulta ininteligible.

Gran desafío para un director artístico. Andrés Lima lo encara sobre la base de su fama teatral dirigiendo la compañía Animalario -especialmente aquellos importantes ‘Urtaín’ (ver reseña), ‘Penumbra’ (ver reseña) y Falsstaff’ (ver reseña) entre 2008 y 2011-. Pero intentando adaptarlo a las mentes de su generación y entorno, se complica por vericuetos que terminan arruinando el intento. Desarrolla la acción en un actual balneario de alta montaña con los Alpes al fondo, lo que le permite desplegar cuerpos, piscinas, toallas y tumbonas como se ha hecho hasta la saciedad en los cosos operísticos en la última década. Pero lo que gana en imagen lo pierde en sencillez, pues la mitológica historia ahora necesita de personajes intermedios que la relaten, y el trío mitológico irrumpe desabridamente como masajistas vulgares.

Suprime al viejo Tiresias, por eso de que se impone la moda treintañera, pero se complica la vida desdoblando a la soprano Céfiro en un actor masculino que se lleva la palma en lo que a inoportunidad y excesos se refiere. Los otros dos personajes que ni cantan ni hablan -Antenor y Fedra- vagan por el escenario en poses y actitudes forzadas, a menudo ridículas, y todos ellos compiten en el escenario con una buena representación del coro titular y seis bailarines. Pues además de cantantes y actores, Lima completa el barullo con una coreografía permanente a cargo de Sol Picó, que sólo añade confusión, fealdad y falta de inspiración al conjunto.

Si la trama es ya obstrusa de nacimiento, la acumulación de personal en el escenario, cada uno a su rollo y siempre activos, convierte el no muy grande de la Zarzuela en una jaula de grillos donde nada se justifica, poco se entiende y todo agobia hasta resultar una tortura interminable llegar a los exagerados más de 150 minutos que dura el espectáculo, incluido el desastroso intermedio de costumbre que sólo permite que una parte apreciable del público huya a la francesa.

Andrés Lima no consigue una dirección de escena aceptable a pesar de los muchos medios y energías puestas en juego. La siembra aparentemente caprichosa y culturalmente discutible de una docena de poemas de José Ángel Valente, Luis Cernuda, Félix Grande y Ángel González sólo añade leña al fuego. La escenografía y el vestuario de Beatriz Sanjuan pueden aceptarse. No así la iluminación de Valentín Álvarez, que siendo buena e impactante, es caprichosa y aleatoria. Pero si algo es lo peor de este montaje, es sin dudarlo la coreografía de Sol Picó. Infumable.

Así que hablando de una ópera todavía no hemos podido hablar de música, envuelta en una cáscara tan atrabilaria. En un derroche de excentricidad el director musical ha sido importado de California. Alan Curtis nos pareció menos que discreto, desvaído, funcionarial, sin rasgo de pasión. La Orquesta Barroca de Sevilla sonó poco, siempre como un acompañamiento lejano y de circunstancias. En cuanto al elenco vocal, aprobó sin llegar al notable, salvo en el caso destacable de la mezzo Clara Mouriz, de bella voz y bonito timbre. Yolanda Auyanet y Beatriz Díaz cantaron bien pero con escasa potencia. Y en sus intervenciones habladas, especialmente en el largo prólogo, hicieron notar -tal como les ocurre a María Rey-Joly y José Manuel Zapata en ‘El pimiento Verdi’-, la falta de un asesor de declamación. Cantar y decir son cosas bien diversas.

La segunda parte del espectáculo agrava los problemas, se extiende demasiado y se despendola en una sucesión de revolcones poco estéticos y magreos innecesarios que junto al desbarre progresivo de la coreografía hacen implorar un final que nunca llega, dando pie a que un tenue rosario de espectadores vaya abandonando. Estuvimos en la tercera de las ocho funciones programadas. Salvo un pequeño sector entusiasta, el público mostró su abatimiento con aplausos formales de los que suenan a muy poco, que sólo subieron un tanto de nivel con el saludo de la orquesta y el de la soprano Auyanet y la mezzosoprano Mouriz en comandita. Parecía generalizado un cierto pesar por lo que pudo ser y no fue.

La buena temporada de la Zarzuela choca con un escollo inesperado. Es sinceramente de lamentar que este esfuerzo, una producción toda española que podía haber servido de comparación y acicate con el extranjerismo militante del Teatro Real, se haya ido a pique por una mala concepción de partida y oportunismos no sólo deleznables sino sobre todo inoportunos.

Pero un mérito le resta. La ópera española, llamada zarzuela, existe, con sus debilidades y paréntesis, pero existe.

Recientemente ‘Viento es la dicha de Amor’, ha sido grabada con respaldo de CajaMadrid en versión del Ensemble Baroque de Limoges dirigido por Christophe Coin. Puede escuchar en Youtube una selección:
 http://www.youtube.com/watch?v=n_OeOhj3uLA (selección parte II)
http://www.youtube.com/watch?v=CHzmpKwkwjE (selección parte III)
http://www.youtube.com/watch?v=9UqQwghKmTk (selección parte IV)
http://www.youtube.com/watch?v=58r-8v0c9Dg (selección parte V)

VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 8
Partitura: 8
Libreto: 7
Dirección musical: 6
Dirección artística: 4
Orquesta: 6
Voces: 7
Interpretación: 5
Escenografía: 5
Coreografía: 3
Realización: 7
Producción: 8
Programa de mano: 4
Documentación a los medios: 5

Teatro de la Zarzuela
‘Viento (es la dicha de Amor)’
(Poema lírico sobre el Deseo, basado en el libreto de Antonio de Zamora)
Música: José Nebra
Dramaturgia de Andrés Lima a partir de poesía amorosa española de los siglos XVII al XXI
Nueva producción del Teatro de la Zarzuela
Duración aproximada oficial: 2 horas y 15 minutos
17, 19, 21, 23, 25, 27, 29 y 31 de mayo de 2013, 20:00 horas. Domingos, a las 18:00 horas

Dirección musical: Alan Curtis
Dirección de escena: Andrés Lima
Escenografía y vestuario: Beatriz Sanjuan
Iluminación: Valentín Álvarez
Coreografía: Sol Picó

Reparto vocal:
LIRIOPE Yolanda Auyanet
CEFIRO Clara Mouriz
AMOR Beatriz Díaz
DELFA Ruth González
MARSIA Gustavo De Gennaro

Orquesta Barroca de Sevilla
Coro del Teatro de La Zarzuela dirigido por Antonio Fauró.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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